{ 8.- Tensión }

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Sian se dio la vuelta perezosamente y se encontró la cama vacía.

Por una vez desde hace mucho tiempo, no se despertó con frío. Hasta el edredón estaba por su cintura y no cubriendo hasta el último cabello de su cabeza.

Se sentó y miró alrededor de la habitación somnoliento.

Wow. Había dormido, sorprendentemente, bien. Tenía ganas de acurrucarse y seguir durmiendo.

Era domingo pero no se podía permitir aquello.

—¿Cole?—Llamó saliendo de la cama y colocándose las zapatillas de estar por casa.

Nadie respondió, únicamente escuchó voces hablando fuera.

Recordó quién sería. Abrió un cajón y sacó unas lentillas de repuesto. Se las colocó y salió de la habitación, sus cejas se alzaron al ver a Mateo y Cole en la pequeña mesa hablar tan feliz y cómodamente.

Mierda.

Él ya sabía a quienes se iba a encontrar en el salón mas no se esperaba que ese momento se viera tan jodidamente hermoso. Y no se suponía que su pecho se sintiera cálido al ver a Mateo conversar con su hermano pequeño tan...Así.

Mateo levantó la vista de la tostada a la que le estaba untando mermelada y le sonrió.

Sian frunció el ceño al sentir que su estómago daba algo parecido a un giro divertido.

Lo ignoró.

Pero no pudo ignorar la hermosa sonrisa mañanera que Mateo le ofrecía.

No, no.

Sian se tocó el pecho y apretó el pijama en un puño.

No, no. No latas así de fuerte. Cálmate, ¿qué te pasa?

Buenos días.—Mateo se levantó.—He hecho el desayuno, espero que no te importe.

Sian negó.

—No tenías por qué hacerlo.—Dijo acercándose a Cole y dándole un beso en su pequeña cabeza.

Mateo se encogió de hombros y fue a la cocina.

—¿Tomas café?—Preguntó.

Sian miró la mesa. Nunca la había visto así de llena. Le parecía hasta un desperdicio. Habían tostadas, fruta, panes de chocolate y zumo.

—Sí...

—Siéntate, ya te lo llevo.

Sian con una mueca se sentó.

Bien, esto era un poco extraño.

Mateo no tenía por qué hacer todo esto. No tenía por qué ser tan amble y servicial. No había sido tratado por Sian precisamente con flores, había sido evadido y rechazado en varias ocasiones pero el chico seguía ahí. Sin rendirse.

Sian se encontró sonriendo.

—Ten.—Dijo Mateo poniendo una taza enfrente de él.

Sian lo agradeció.

—Pensé que al despertar no estarías.—Comentó el pelinegro mayor mientras mordía un pan.

Mateo dio un sorbo a su café y lo miró fijamente.

Sian se sintió algo incómodo que se removió en su silla.

—Me iba a ir cuando llegaste anoche.—Dijo bajando la taza.

Sian lo miró confundido.

—¿Me oíste llegar?

Él había tratado de ser lo más silencioso posible mientras comía o iba al baño anoche. Claro que la casa al ser vieja no ayudaba lo suficiente.

Dejemos de fingir (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora