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En los dos días siguientes apenas se cruzaron por el teatro y las pocas veces que lo hicieron ni tan siquiera intercambiaron un par de palabras. Gracias a eso, habían tenido tiempo suficiente para pensar en lo que había pasado y tomar decisiones, equivocadas o no.

- Luisita, ¿podemos hablar? - le dijo cuando al fin se encontraron por los pasillos del teatro. Cuando la rubia la miró, supo lo que iba a decirle, así que simplemente afirmó y la acompañó hacia su despacho para tener algo más de tranquilidad.

- Tú dirás - invitó a comenzar a hablar con calma en la voz.

- Verás... lo que pasó el otro día... - empezó a decir - no quiero que te lleves una idea equivocada. No sé realmente lo que pasó, ni por qué pasó, tal vez fue el momento.

- El momento, claro - asintió en un susurro.

- El caso es que quiero que sepas que a mí... vamos que yo... no soy...

- ¿Lesbiana? - terminó por ella una Luisita que cada palabra dicha por Amelia le parecía más y más absurda.

- Eso. No soy lesbiana y no me gustaría que te llevarás una imagen equivocada - corroboró.

- Ya... claro - se tuvo que reír levemente y por lo bajo - tranquila, no tengo ninguna imagen equivocada de ti - volvió a mirarla.

- Voy a casarme con Hugo - Luisita puso los ojos en blanco al escuchar, una vez más, la dichosa frasecita - lo quiero y... bueno, que tú te sientas atraída por mí no quiere decir que yo me sienta atraída por ti, ¿lo entiendes verdad? - dijo apurada, pues tampoco quería hacerla sentir mal.

- Para ser totalmente sincera, no, no lo entiendo mucho, la verdad - dijo haciendo que Amelia la mirara sorprendida - pero supongo que lo que intentas decirme es que entre nosotras no va a pasar nada - continuó - y es tu decisión, así que no tengo nada más que añadir.

- Me quitas un peso de encima - sonrió aliviada - además, tu sigues enamorada de tu ex, así que supongo que tampoco le darás mucha importancia a lo que pasó ¿verdad? - el tono usado en su última frase le dijo a Luisita qué era lo que Amelia quería escuchar.

- La importancia que tiene es la que cada una queramos darle - contestó - y si tú dices que no es importante, ya está todo dicho, Amelia - dijo sin darle ningún tipo de tono a su voz, como si quisiera sonar lo más neutral posible - tranquila - forzó una sonrisa - está todo bien - se levantó con la intención de irse de allí.

- Luisita que... - la paró - que no quiero que esto que ha pasado interfiera en nuestra amistad.

- No lo hará - le regaló la sonrisa más dulce que en ese instante pudo sacar y salió del despacho.

Al cerrar la puerta tomó una gran bocanada de aire. Miró hacia arriba. Cerró los ojos. Negó con la cabeza y evitando que las lágrimas salieran de sus ojos con las últimas fuerzas que le quedaban, se fue de nuevo a su puesto de trabajo.

A partir de ahí todo cambió de alguna manera, Luisita intentaba seguir manteniendo esa amistad pese a lo que sentía. Quería estar cerca de ella. Necesitaba estar cerca de ella y si debía ser así, entonces así sería. "Mejor eso que nada" se repetía una y mil veces. Sin embargo, cuando llegaba a casa la cosa cambiaba. Porque cuando jugaba con su pequeña, o en la soledad de su habitación, se daba cuenta que necesitaba de ella mucho más de lo que le ofrecía y las lágrimas salían de su rostro sin poder evitarlo.

Por su parte, Amelia pasó un par de días algo desubicada, sin entender nada de lo que le pasaba, notando de pronto cierta lejanía en Luisita. Pero tampoco tuvo tiempo de analizarlo demasiado. El gran estreno cada día se acercaba más y los preparativos de su boda la mantenían abstraída se todo lo que no fueran aquellas dos cosas. Tal era su ensimismamiento que parecía haber vuelto a su vida "anterior" a la llegada de la rubia. A su "vida pseudo en pareja" con Hugo, a los preparativos de un enlace que, extrañamente, antes le ilusionaba más.

Aquel día, pese a ser el día que era, estaba todo muy tranquilo. Nadie corría de un lado a otro, nadie gritaba, nadie parecía de los nervios ante el inminente estreno de la obra esa misma noche.

El día estaba pasando más lento de lo que a Luisita le gustaría. Tanto, que hasta se permitió el lujo de ir a cafetería tranquilamente. Por contra, toda su tranquilidad se perdió en el instante en que, de frente, Amelia aparecía ante ella. Estaba guapa, realmente guapa.

- Hola - saludó tímida.

- Hola - contestó - ¿qué tal el día? ¿Nerviosa? - preguntó, aplacando ella misma sus nervios.

- No, la verdad es que no estoy nada nerviosa - contestó - ¿tú?

- Pues hasta hace dos minutos estaba bastante tranquila - contestó - pero Benigna me ha sacado una lista de todas las cosas que pueden salir mal está noche - continuó - y estoy perdiendo la calma.

- Bah, seguro que no es nada - le restó importancia - ¿quieres que te ayude con algo?

- No, tranquila - contestó - está Marina revisando algunas cosas y Lourdes que también me está ayudando - la miró - pero podemos tomarnos luego un café - propuso ante la sorpresa de Luisita.

- Claro - sonrió ampliamente.

- Amelia, hija - dijo un señor tras ellas. Amelia se dio la vuelta al escucharlo al mismo tiempo que lo hacía la rubia.

- Papá ¿qué haces aquí? - dijo acercándose para darle dos besos y abrazarlo - pensé que llegabais más tarde.

- Al final cogimos el primer tren de la mañana - sonrió - tenía ganas de verte - la volvió a besar - tu madre está en el hotel, que le dolía la cabeza. Ya sabes cómo se pone con los viajes.

- ¿En el hotel? Pensé que os quedaríais en casa, sabes que hay sitio se sobra - continuó.

- Lo sé - Le sonrió afable - pero no queremos molestar.

- Pero si no molestias - continuó - y me podríais haber avisado, habría ido a recogeros a la estación.

- Sabemos que estás liada hoy con el estreno y no queríamos incomodarte - continuó Tomás - además, ha venido mi yerno por nosotros y nos ha llevado al hotel antes de irse a trabajar - finalizó.

- ¿Él sabía que veníais y no me ha dicho nada?

- Queríamos que fuera una sorpresa - excusó su padre - No te enfades con él, es un buen chico - afirmó - bueno, y ¿estás libre o tienes trabajo?

- Pues ahora mismo iba a revisar un par de cosas - contestó - si me das... diez minutos estoy contigo.

- Te espero entonces, claro - contestó sereno.

- Vale... espera - se dio la vuelta mirando hacia la diseñadora que en esos instantes parecía muy distraída leyendo algo en el móvil con el gesto fruncido - ¿Luisita? - llamó su atención - ¿puedes quedarte con mi padre un momento mientras reviso unas cosas?

- Eh.. tendría que ir a vestuarios a... - intento excusarse.

- Por mí no hay problema - pronunció Tomás sin dejarla terminar.

- Está bien - contestó sin poder negarse.

- Genial, pues os presento - miró a su padre - ella es Luisita, la nueva ayudante de Marina y una diseñadora fantástica - volvió la vista hacia la rubia - él es Tomás Ledesma, mi padre.

- Encantado - dijo desde la lejanía.

- Igualmente - contestó sin moverse.

- Bien, os dejo que así termino antes.

- Vale, hija - acarició su mejilla antes de que la actriz se alejarse de ellos - ¿Vamos? - preguntó a Luisita.

- Sí - contestó andando ya hacía el departamento de vestuario, con Tomás tras ella y sin cruzar ni media palabra en todo el trayecto - es aquí - pronunció al llegar. Abrió la puerta y le cedió el paso.

Tomás entró. Luisita lo hizo tras él y cerró la puerta. El capitán dejo la chaqueta de manera ordenada sobre una de las sillas y miró todo a su alrededor, casi juzgando lo que veía. Luisita tomó aire de espadas a él para luego darse la vuelta de forma altiva y encararlo. Sus miradas se cruzaron y todo estalló.

- Así que al final decidiste volver a meterte en su vida - dijo en un tono muy ofensivo, incluso amenazador.

- No creería de verdad que iba a permitir que me separaran de mi mujer - contestó sintiendo como toda esa rabia contenida estaba a punto de explotar.


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Mañana más.

RenacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora