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Buenas tardes, vámonos.

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Llegó a Zaragoza sin avisar a sus padres. Ni siquiera fue a su casa. Paró en un hotel y reservó una habitación. Necesitaba estar a solas por un día, pensar en todo lo que había pasado en todo ese tiempo y poner en claro algunas cosas.

Durante horas intentó poner en orden su vida y su mente. Se relajó al fin cuando se dio cuenta que por primera vez en días no se obligaba a sí misma a recordar. Al contrario, tenía tiempo para no pensar en nada y pensar en todo a la vez.

Se estremeció al darse cuenta que, al día siguiente, iba a enfrentar a su padre. No tenía muy claro qué iba a decirle pero sí sabía que no iba a achantarse.

Era extraño. Si semanas antes alguien le decía que se iba a encarar al Capitán Tomás Ledesma se habría reído. Hoy, por el contrario, se sentía con una fortaleza que no había sentido antes, al menos que ella recordara. Sonrió, tenía muy claro de dónde venía toda esa fuerza con la que ahora caminaba orgullosa.

Tomó el teléfono entre sus manos y abrió la galería. Lo primero que le devolvió la pantalla fue una foto selfie de ella y Lucía. Sonrió ampliamente, acariciando la pantalla como si acariciara esa carita sonriente que mostraba la foto. Suspiró hondamente y pasó a la siguiente, en este caso Luisita haciéndole gracias a la pequeña le hizo sonreír con tristeza. Si aquella situación era difícil para ella, para Luisita debía ser terrible. Estar delante de la persona que amas y saber que no te recuerda, que no siente lo mismo que sentía antes debía ser extremadamente duro.

Fue pasando fotos, recordando momentos de los últimos días y su sonrisa se borró cuando apareció una fotografía de Hugo en la pantalla. Hugo, ni siquiera se había acordado de él en todo ese tiempo. Ni siquiera había pensado en su relación. Hugo había estado a su lado en un momento muy difícil pero también era verdad que la había engañado como lo hizo su padre.

Bloqueó el teléfono, lo dejó a un lado y se preguntó qué era realmente lo que sentía. La maraña de sentimientos se hizo presente sin darle respuestas. Suspiró y cerró los ojos con fuerza. Se preguntó cómo se veía en unos años y su mente solo le devolvió la sonrisa de la rubia. Sintió de pronto el frío que dejaba la ausencia y se dio cuenta que, si bien de Hugo ni siquiera se había acordado, a Luisita y Lucía las echaba terriblemente de menos.

Luisita era dulzura, ternura, temperamento y carácter a partes iguales. Era ardiente, tierna, pasional, inteligente, preciosa, perseverante, maravillosa. Pero sobre todas las cosas era la fortaleza hecha persona, una mujer que no pensaba que podía existir. Luisita era todo lo que quería alguna vez había soñado.

Luisita era, simplemente, la mujer y el amor de su vida.

Abrió los ojos con lágrimas en ellos. Reconociendo algo que su alma llevaba gritándole demasiado tiempo y que ella, estúpidamente, había ignorado. Se había enamorado de ella de ella y de esa pequeña princesa que llamándola “ma” trastocaba su alma haciendo temblar todos sus cimientos.

Su teléfono comenzó a sonar sacándola de sus pensamientos y al mirar la pantalla suspiró con desgana. Rechazó la llamada e intentó relajarse de nuevo.

***

Mientras tanto, en Madrid, Luisita hablaba por teléfono con Marina mientras le daba de cenar a la pequeña.

- ¿Y no has sabido nada de ella? – preguntó.

- Nada en todo el día – dijo dándole una cucharadita a la pequeña.

- ¿La has llamado? – insistió – ¿has intentado mandarle un mensaje?

- No – negó rotunda – ella necesita tiempo y no voy a ser yo quien se lo niegue. Por  mucho que yo necesite saber que está bien, por mucho que necesite oírla, Amelia necesita esto y no seré yo quien la agobie con llamadas.

- ¿Y entonces? – preguntó sin entender nada de aquello.

- Pues nada. Esperar que vuelva - dijo encogiéndose de hombros – y rezando  para que cuando lo haga, sea para decirme que me quiere – terminó de decir con cristalinos – te viy a dejar, Marina que voy a terminar de darle de cenar a Lucía – dijo cortando la conversación porque si seguía hablando, acabaría llorando.

Amelia rechazó por tercera vez la llamada de Hugo. Se rió de la casualidad. Llevaba sin saber de él el mismo tiempo que llevaba sin tan siquiera acordarse de su presencia y ahora que pensaba en ellos era cuando decidía llamarla. Justo en el momento, además, en que menos quería hablar con él.

Con quien realmente quería hablar, a quien ella quería llamar no era a Hugo sino a Luisita, porque reconociéndose enamorada se había dado cuenta que no quería esperar más. A tientas cogió el teléfono y tras buscar en la agenda marcó el número de la diseñadora.

- ¿Sí? – contestó al otro lado con voz adormilada, Amelia supo que la había despertado.

- Siento despertarte…- y Luisita dio un bote en el sofá, donde se había quedado algo dormida viendo una película – necesitaba escucharte - dijo hablando con necesidad.

- Amelia, cariño, ¿Estás bien? – se incorporó preocupada.

- Cariño - repitió el término utilizado por la rubia en un tono que a Luisita le pareció ausente.

- Bueno… yo… - se lamentó creyendo no haber estado acertada.

- No pasa nada – sonrió a este lado de la línea – solo que, suena diferente en tus labios ¿sabes? – sonrió levemente.

- ¿Estás bien Amelia? – preguntó de nuevo.

- Sí, es solo que te echo de menos – El corazón de la rubia latía desbocado - ¿Es extraño, no? – preguntó retóricamente – no llevo fuera de Madrid ningún día y ya me haces mucha falta – afirmó, la rubia no sabía ni que decir.

- Amelia….

- De Hugo ni siquiera me he acordado – continuó – es que no me importa nada su vida. No me importa que esté de viaje y no verlo en días, en meses o en años – continuó – pero si a ti no te veo o no hablo contigo en un solo día, siento que no me merece la pena levantarme – pronunció y Luisita quedó sin respiración – Eso debe significar algo, ¿no?

- Amelia… yo no quiero confundirte – pronunció aún sin creer lo que oía, creía estar soñando con aquellas palabras – no quiero que te sientas obligada a…

- No me siento obligada – cortó – y no me has confundido – afirmó – he sido yo, sola y contra todo pronóstico la que se ha enamorado de ti cómo una loca, Luisita – afirmó y a la rubia emitió un quejido evidenciando la emoción por esas palabras – sé que no quieres a tu mujer a medias – le dijo – pero es que no te quiero a medias, Luisita. Te quiero con toda mi alma.

- …

- Dime algo – pidió ante el silencio de la rubia.

- Vuelve a casa, Amelia – contestó sollozando emocionada – vuelve a casa.

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😍😍

Que no lo digo mucho porque soy así de idiota, pero que mil gracias por leer mis locuras y tomaros el tiempo de comentar y todo eso 🤣😜

RenacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora