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Vamos????

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-Ma! – soltó la niña al verla, consiguiendo concentrar toda la atención en ella. Luisita miró a Amelia quien no apartaba la vista de la pequeña, quien, contenta de verla, estiraba los bracitos hacia ella.


Lo último que esperaba cuando había subido a aquel piso, era que aquella adorable princesita la recibiera con un “ma” al que no era capaz de responder. Ella que desde que despertó no había sentido esas ganas por ser madre, la menos, no hasta que conoció a Lucía. Ella que hablaba de tener hijos como algo muy a largo plazo se encontraba con una cría que la miraba a la espera de que contestara, que la besara o que le ofreciera cualquier muestra de cariño que siempre espera recibir un hijo de su madre. Pero Amelia, por mucho que se lo dijeran, por mucho que se lo repitieran, en esos momentos, no era capaz de corresponder como se suponía que debería hacerlo. Aunque en el fondo, algo le hacía sentir hacia esa niña un “cariño especial”.

- ¿Qué haces aquí? – intervino Luisita, ante el mutismo de la morena.

- Quiero hablar contigo – dijo dubitativa, sin apartar la mirada de la princesita - ¿puedo pasar? – preguntó, ahora sí, mirando a la rubia.

- Claro – contestó abriéndole paso – siéntate – dijo cuando ya habían llegado al salón – dame un segundo, voy a acostar a Lucía.

- Maaa – gimoteó la pequeña al ver que se alejaban de Amelia.

- Espera – pidió frenando los movimientos de Luisita y, sin ser dueña de sus actos, se acercó a ellas ante la mirada triste de Lucía por su falta de respuestas a sus reclamos – buenas noches, princesa – le dijo a la niña con voz dulce, una voz que no sabía que tenia hasta ese instante y casi temblando, dejó un leve beso en la mejilla de la pequeña.

Cuando desparecieron de allí y Amelia se vio sola y “segura”, echó un vistazo a su alrededor encontrándose con varias fotografías. En muchas se veía a sí misma junto a Luisita y se desesperaba al no ser capaz de reconocer esos momentos. Cerró los ojos concentrándose en una de las instantáneas en las que aparecían ambas tumbadas en una playa, intentó recordar aquel momento, intentó con todas sus fuerzas recordar algo,:un olor, un color, un sentimiento  y no conseguía absolutamente nada.

Algo llamó su atención al fondo del pasillo por el que habían desaparecido Luisita y la pequeña y miró hacia allí al escuchar una tranquila melodía a guitarra.

“Y si tú te vas dónde llevarás
Aquellos besos tan nuestros
Y si tú te vas quién escuchará
Los versos de tus anhelos”


Reconocía su voz pero no era capaz de recordarse tocando la guitarra y mucho menos cantado algo como aquello. Pero ese gesto, el de escucharse a sí misma cantar le pareció hermoso y tranquilizador.


Aunque la canción había terminado hacía unos segundos, Luisita se demoró un poco más antes de salir. Necesitó de esos minutos para esconderse, respirar y tomar fuerzas para lo que venía.

Mientras tanto, Amelia, había tomado entre sus manos una de las fotografías, en esa en concreto, ella no aparecía pero sí lo hacía una Luisita que aún con un fondo de tristeza en los ojos, no dejaba de sonreír a una Lucía algo más pequeña en sus brazos.

- Esa es de cuando venimos a vivir a esta casa – escuchó que decía a su espalda, Amelia dejó la foto por temor a que se le cayera de sus sudorosas manos – fue la primera noche que pasamos aquí.

La morena no dijo nada, se dio la vuelta y la miró. Esa mujer, esa mujer la amaba y debía amarla mucho. Tanto como para esperarla como muchas veces le había dicho, ¿Cómo podría ella enfrentarse a esos sentimientos?

- ¿De qué querías hablar? – preguntó sin poder soportar tanto silencio que no decía nada.

- Bue… ejem – carraspeó sintiendo la necesidad de aclararse la garganta – yo… quería pedirte disculpas por lo que pasó aquel día.

- No tienes que disculparte, Amelia – la cortó, ella no tenía la culpa – tú no tienes la culpa – dijo haciendo de sus pensamientos, palabras.

- Fui injusta contigo – continuó – no te dejé explicarte.

- Estabas confusa - la entendía y Amelia peor se sentía al ver que no la juzgaba, que no le reprochaba nada ¿Cómo una persona podía ser así de buena, de dulce? – Necesitabas tu tiempo, supongo.

- Aún así, lo siento – dijo bajando la cabeza.

- Está bien – sonrió, había cosas que no cambiaban y su mujer siempre había sido  cabezota, así que, si se le había metido en la cabeza que tenía que disculparse, no pararía.

- ¿De qué te ríes? – preguntó extrañada al escucharla reír.

- Sigues siendo igual de testaruda – contestó.

- Ya – no supo qué decir. Era tan extraño que alguien a quien no recordaba, la conociera tanto – bueno, yo quería pedirte un favor. No sé si tengo derecho o si es lo más adecuado, pero supongo que si tú y yo éramos… éramos…

- Pareja – dijo disimulando su decepción al ver que no era capaz de utilizar el término.

- Sí, eso – contestó sin mirarla – El caso es que, supongo que a la última persona a quien le interesa mentirme en estos momentos es a ti – siguió y Luisita no supo como tomarse eso – así que, quería ver si tú pudieras contarme cosas de mi vida – terminó de decir mirándola con súplica en los ojos.

Luisita se sentó en la mesa. Había imaginado mil veces esa situación, solo que en su mente, Amelia también sería participe de ellos.

- ¿Qué quieres saber? – dijo invitándola a sentarse, dispuesta a contestar a todas sus preguntas.

- Pues, no sé por donde deberíamos empezar – continuó – Necesito saber todo lo que mi padre me ha estado ocultando y necesito que me lo cuentes todo – volvió a mirarla con necesidad - ya sabes que no recuerdo nada, o bueno – negó con la cabeza agobiada - el otro día me vino un flash – Luisita levantó la mirada para verla emocionándose con aquella nueva información – una obra de teatro y una tal Sara – Dijo arrepintiéndose al instante de haberlo dicho, pues estaba delante de la que se suponía que era su mujer, hablándole de un recuerdo en el que ella hacía el amor con otra chica.

- ¿Sara? – flipó - ¿te has acordado de Sara? - dio un golpe en la mesa y se levantó.

Y quizás había sido demasiado absurdo ponerse así por haber recordado a la pelirroja, si lo pensaba, era todo un logro que hubiese recordado algo, pero ¿tenía que ser precisamente a Sara en lugar de ella?

- joder – protestó sin poder evitarlo, por muy irracional que fuera, aquello le había molestado – manda narices que recuerdes a Sara – susurró pero no lo suficientemente bajo como para que Amelia no lo escuchara.

- ¿Y qué quieres? – se dio la vuelta para mirarla sin levantarse – no controlo lo qué viene a mi mente en forma. No soy capaz de decir, venga Amelia, vamos a recordar esto y hacerlo – se defendió.

- Tienes razón – dijo volviendo a calmarse, realmente, ella no tenía culpa – perdona.

- Tranquila – contestó sin querer decir nada más.

- Creo que voy a hacer café – dijo levantándose de nuevo – me da que esto va para largo.

La excusa del café, simplemente era eso, una excusa para intentar serenarse y ser capaz de aguantar todo lo que suponía que venía ahora: contarle a Amelia su vida juntas, como si ella jamás hubiera tenido nada que ver, relatarle los acontecimientos más felices de su vida y que su mujer no la sintiera suya. Iba a ser duro, pero tampoco iba a quedarse callada.

- Bueno - dijo ya saliendo de la cocina, una vez había recuperado las fuerzas – Supongo que querrás saber quién es Sara – continuó aguantándose el nudo en la garganta. Amelia asintió débilmente sin ser capaz de mirarla – Pues, Sara fue tu primera novia – continuó – estuviste con ella un año, creo – siguió – cuando tú y yo nos conocimos aún estabas con ella, aunque lo dejasteis al poco tiempo.

- ¿Por qué lo dejamos? – preguntó.

- Te enamoraste de otra – dijo mirándola a los ojos.

- Ya… - bajó la cabeza – de ti.

- Sí – sonrió levemente – aunque ya veníais arrastrando problemas de antes. Digamos que a Sara no le iba mucho la monogamia.

- Entiendo – hizo una pausa, como sopesando todo aquello - ¿Cómo fue lo nuestro? – quiso saber - ¿Cómo empezamos? – especificó.

- Pues, nos presentó un amigo tuyo de la escuela de arte dramático que era primo de una amiga mía – se Sonrió ante tanto trabalenguas – yo le estaba ayudando con el vestuario y la escenografía de un corto que quería hacer - relató – tú viniste al rodaje y  congeniamos desde el primer día – sonrió, Amelia le devolvió la sonrisa – por aquella época tu relación con Sara, como te he dicho, hacía aguas por todos lados y a decir verdad estabas súper borde – explicó – aún así nos hicimos amigas. Yo escuchaba todos tus problemas, tú escuchabas los míos. Cada vez quedábamos más y pasábamos más tiempo juntas. Un día viniste diciéndome que lo habías dejado con Sata – continuó – y bueno yo… yo no puedo decir que me diera pena – sonrió melancólica – ya estaba colada por ti. – instintivamente Amelia amplió su sonrisa – la cosa es que a partir de ahí sí que no nos separamos para nada, estábamos todo el día juntas y un día…

Habíamos ido al cine. Tú te habías encargado de comprar las entradas para una película de miedo, sabiendo que yo las odiaba y que me pegaría a ti como una lapa. Me invitaste a cenar y luego fuimos a tomar una copa a un pub.

- Que sepas que no me ha gustado nada la peli – te dije regañándote – no me gusta ir al cine para pasar un mal rato.

- Venga ya, Luisi – sonreíste – si estabas muy cómoda cortándole la circulación del brazo – te burlaste y Agg aómo odiaba que te burlaras así.

- Hombre, no te fastidia – a mi ya me habían afectado algo las copas y hablaba sin inhibiciones – me he pasado la peli abrazadita a ti, como para no estar cómoda.

- Vaya – dijiste sorprendida – entonces me alegro de haber elegido el terror antes que la comedia – te hubiera besado allí mismo, pero yo aún creía que seguías pillada de Sara.

Nos quedamos mirando sin dejar de sonreír y te juro que lo único que deseaba era que me dieras una señal, pero no lo hiciste y yo no llevaba tantas copas encima como para ser capaz de lanzarme.

- Hay algo que no te conté cuando rompí con Sara – me soltaste, un rato después, dejando tu mano muy cerca de mi pierna. Yo temblé y tú sonreíste – sí que había una tercera persona.

- ¿Había?

- Hay – corregiste - hay una tercera persona, Luisi – no dejabas de mirarme y yo no podía dejar de temblar – me gustas mucho – susurraste muy cerca de mi boca – me gustas muchísimo, Luisi.

Yo me quedé sin palabras. Sinceramente no esperaba que me dijeras eso, porque yo podía sentir mil cosas por ti, pero de ahí a que tú te hubieras fijado en mi, y mucho más que hubieses dejado a Sara por mi, es que eso no pasaba ni en mis mejores sueños. No supe qué decir, estaba tan eufórica que no me salían las palabras.

- Si no me dices nada me voy a morir – susurraste tan cerca de mi que sentí un escalofrío recorrerme de pies a cabeza.

No te respondí con palabras, pero sí te besé y correspondiste al beso al instante. Yo te besaba con miedo y tú con ansias. Fue perfecto, simplemente perfecto. Quizás no lo más romántico del mundo, ni nada que se parezca a algo que salga en las película, pero para mí fue lo más perfecto del mundo aquella noche.

- Parece que fue bonito – dijo Amelia que no había abierto la boca en todo ese tiempo.

- Bueno… ya te he dicho que para mi lo fue – contestó bajando la mirada.

- Entonces fue a partir de ahí que nosotras.

- Sí. A partir de ahí – contestó.

- Una vez dijiste que la relación con tu ex… es decir, conmigo – rectificó – duró ocho años.

- Ujum. Los tres primeros los pasamos aquí en España y luego el resto en NY, por la beca que te dieron – contestó – y hasta el accidente.

- Ya… - bajó de nuevo la cabeza - ¿Qué pasó con mi padre? – preguntó queriendo saber la verdad, queriendo saber como era realmente la relación con su padre.

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Pues ahí vamos.

RenacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora