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Vamos allá.

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En los días sucesivos se dedicó, por entero, al intento, cada vez más frustrado por recobrar sus recuerdos. Ese momento tan intenso y precioso en el escenario, unido a los anteriores flashes le dijo que quizás, si le ponía empeño, lograría recordar. Pero la fina línea que separaba la necesidad de la obsesión cada vez se difumina más y Amelia se estaba obsesionando demasiado con aquello. Para ella, recuperar su memoria se había convertido en algo esencial.

Acribillaba a Luisita a preguntas, se pasaba horas delante del ordenador repasando esos videos que la diseñadora tenía grabados. Repasaba cada fotografías mil veces intentando que algo, por mínimo que fuera abriera la puerta hacia su pasado.
Sin embargo y para variar, lo único que conseguía era un dolor de cabeza y un enfado mayor debido a su frustración. Enfado que solo conseguía apaciguar cuando Lucia requería su presencia, haciendo que sonriera al escuchar sus "conversaciones" o al oírla reír por algo que hacían juntas.

Luisita, por su parte, bastante preocupada por su mujer, intentaba calmarla todo lo que podía. Respondía a todas y cada una de sus preguntas y se armaba de paciencia al verla de mal humor.

-Cariño - le dijo entrando de nuevo al salón, donde Amelia, tras salir de trabajar, se había instalado para, una vez más, volver a ver aquellos videos que casi se sabía de memoria - ¿te quedas a cenar? - le preguntó con cautela.

Amelia no contestó, tan metida como estaba en la pantalla del ordenador y rodeada de fotos. La rubia frunció el ceño, empezaba a pensar que aquello no le estaba haciendo ningún bien.

-Mi amor - se acercó a ella, y cerró la computadora ante la mirada desaprobatoria de la morena - anda, cariño, deja eso ¿si?

-Luisita necesito recordar - le dijo mirándola con necesidad - y por más que veo esto no consigo nada.

-Lo sé, cariño - acarició su rostro - pero tienes que darte tiempo, por mucho que te empapes de todo esto, si te agobias será peor.

-¿Y qué hago? ¿Me quedo de brazos cruzados? - preguntó mirándola.

-No lo sé - contestó, pues realmente no sabía qué debería hacer - quizás es que no tienes que hacer nada.

-¿Qué quieres decir? - dijo algo inquisitiva.

-Pues que quizás deberías dejarlo unos días - siguió - los flashes que has tenido te han venido cuando ni siquiera pensabas en ello - continuó explicando - cuando estabas relajada y tranquila - Amelia la miró sin saber qué contestar a eso - pienso que al mirar todo esto te agotas y te agobias. Creo que es peor y que deberías parar.

-Como si fuera tan fácil - murmuró para sí misma - me voy a ir a mi casa- anunció - necesito calmarme y no quiero discutir.

-Claro - dijo bajando al cabeza, por mucho que ella quisiera que se quedara, que no se fuera nunca, había decidido dejar que ella marcara los tiempos, dejar que fuera Amelia la que decidiera las cosas, pese a que deseaba pedirle que nunca más se fuera, que vivieran juntas, que se casaran. Pero no quería agobiarla, la conocía, conocía a su mujer y sabía que ya estaba estresada, no quería añadirle un agobio más. Así que simplemente asintió y dejó que se marchara - buenas noches, mi amor - dijo ya en la puerta dándole un beso de despedida.

-Mañana os recojo, llevamos a la niña a la guardería y nos vamos al teatro - anunció - que descanses... - terminó de decir antes de marcharse.

No dijo nada, simplemente bajó la cabeza y salió de aquella casa con la cabeza gacha y la frustración a flor de piel.

En su apartamento, intentó de nuevo poner en claro su mente. Andaban de un lado a otro sin dejar de darle vueltas a lo mismo.

RenacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora