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Venga, vamos a seguir con esto.

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Había estado dando tumbos por la cuidad intentando comprender el por qué de todo aquello, sin lograr encontrar una respuesta clara. Estaba tan confusa, tenía tal caos en la cabeza, que no era capaz de encontrar la claridad que le faltaba para al menos buscar razones coherentes que explicaran aquella situación.

Entró en el aquella escuela caminando con lentitud, mirando a su alrededor, intentando reconocer aunque fuera algo de aquel lugar y nada, absolutamente nada le resultaba familiar. Se quedó parada al ver el movimiento, esperando algo que le dijera que en el pasado, paseó por aquellos pasillos durante mucho tiempo, quizás con la esperanza de que alguien la reconociera.

Mientras tanto, Luisita, armándose de toda la fuerza y el valor que tenía, había puesto su mejor sonrisa y había estado jugando con Lucía intentando que las ganas de llorar no le sobrepasaran delante de la niña. 

Tras dejar a Lucía en la guardería, Luisita fue directa al teatro, llegaba tarde y aunque ella hubiera deseado quedarse en casa, meterse en la cama y no salir de ella en años, tenía que trabajar y además, mantenía la esperanza de verla y poder hablar.

- Hola, Benigna – dijo con voz apagada - ¿sabes si Amelia ha llegado?

- No, hija, aún no, pero no debe tardar – contestó mirándola - ¿estás bien? – se preocupó.

- Sí, claro – mintió – de maravilla… - terminó de decir cuando ya se encaminaba a lo vestuario.

- Luisita – se acercó a ella – necesito que modifiques este diseño. El actor ha subido una talla ¿puedes?

- Si, ahora me pongo con ello – contestó y Marina se dio cuenta de su estado de ánimo nada más escuchar su voz.

- ¿Qué ha pasado? – preguntó directa.

- ¿Tienes diez minutos? – preguntó necesitando hablar con alguien, su compañera asintió – vale, pues déjame que deje las cosas y hablamos.

***

Amelia acortó las distancias hasta el mostrador donde una señora ya mayor, que parecía bastante harta de estar allí, guardaba algo en un archivador. La actriz quedó frente a ella y carraspeó para hacerse notar.

- Ho… hola – habló al ver que aquella señora la miraba expectante – verá posiblemente le resulte extraño esto pero… ¿me conoce? – preguntó sintiéndose algo absurda por preguntar aquello.

- ¿Qué si la conozco? – preguntó bastante extrañada - ¿se encuentra bien?

- Sí, sí, estoy bien – contestó – pero por favor, dígame – insistió en la pregunta –¿usted me conoce?

- Pues no - le dijo tras una pausa en la que intentó reconocer sus rasgos – no la conozco.

- Ya - bajó la cabeza – bien pues, creo que trabaja aquí un profesor que se llama... - recordó el nombre – Miguel, se llama Miguel – la señora la miró como si le diera que el agua corría por el río – me gustaría hablar con él – dijo algo avergonzada.

- Aquí trabaja más de un Miguel, si no me da más datos – estaba claro que esa señora no estaba muy por la labor de ayudarla.

- Es que no tengo muchos más datos – contestó sintiendo que ir allí había sido una soberana tontería – es igual, déjelo.

Decidió que era mejor salir de aquella escuela, pues era obvio que no sacaría nada en claro. No supo porqué se volvió de nuevo, encontrándose con la misma mujer de recepción que en esos momentos hablaba con otra mujer y ambas la miraban. Se sintió incómoda y volvió a darse la vuelta.

- Espere, espera – escuchó que le decía – espere - la tomó del brazo y quedó mirándola - ¿Eres Amelia, no?

- ¡Sí! – contestó con más ímpetu del que creía - ¿Me conoce? – preguntó de nuevo.

- Claro… claro que te conozco – sonrió ampliamente al reconocerla – soy Natalia, fui profesora tuya ¿no me recuerdas?

- La verdad es que no – contestó haciendo amago de una sonrisa – por eso he  venido - dijo mirándola más detenidamente, y como siempre, su mente se negaba a recordar ni un solo gesto de aquella mujer. De nadie, realmente, así que ahí estaba, frente a una “desconocida” que parecía no serlo, queriendo descubrir algo de su pasado.

***

Marina se llevaba las manos a la cabeza mientras Luisita intentaba mantener la calma y le relataba todo lo acontecido hasta ese momento. Su amiga escuchaba intentando buscar la forma de ayudarla.

- Y se fue – terminó de contar con tristeza – pensé que estaría por aquí.

- No, no va a venir – le comentó – llamó a Lourdes, creo, dijo que tenía cosas que hacer fuera de aquí.

- Si, evitarme – contestó realmente jodida por aquella situación.

- No creo que sea eso, Luisita – corrió a decir para calmarla – necesitara pensar - la miró, tenía que ayudarla, de algún modo tenía que ayudarla – déjame que hable con ella – pidió creyendo que sería una buena idea.

- No, Marina – contestó.

- Sí, Luisita, déjame que hable con ella, quizás yo pueda aclararle algo. No sé, contarle lo que pasó con su padre y contigo aquí - decía algo nerviosa por aquella idea.

- No – tomó sus manos para frenarla – gracias, pero no. Eso solo empeoraría las cosas - Marina la miró sin entender – aunque ella no lo recuerde, no deja de ser mi mujer y la conozco, sé como es – sonrió sin alegría – ahora mismo necesita su tiempo, pensar y no voy a ser yo quien vaya a agobiarla ni a forzar las cosas – continuó – aprecio mucho y te agradezco mucho que quieras ayudarme, pero créeme, ella misma irá a buscar respuestas donde tenga que buscarlas y luego actuará en consecuencia - dijo esperando que realmente fuera así pues tampoco estaba muy segura de nada en esos momentos.

- Como tú quieras – contestó muy poco convencida.

***

En una cafetería frente a la escuela de arte dramático, Natalia y Amelia se habían sentado frente a dos tazas de humeante café. La morena había comenzado a relatarle a la que fuera su profesora lo que pasaba y por qué estaba allí ese día.

- ¿Entonces no recuerdas nada de nada? – preguntó.

- Nada, bueno – lo pensó mejor – poco, muy, muy poco. He tenido algunos flashes y recuerdo algo de teatro, pero nada más.

- Entiendo – afirmó con la cabeza – mi marido, Carlos, es médico y quizás podría…

- No – la cortó – no, Natalia, no quiero más médicos, ya pasé por eso y todos llegaron a la misma conclusión: nadie sabe si recuperaré la memoria algún día - Decía bajando la cabeza – puede que no la recupere nunca o que de un día para otro me vuelvan todos los recuerdos, pero no quiero más estudios, ni más pruebas que solo servirán para decirme lo que ya sé – dijo categórica – lo que necesito es que me cuentes algo de cuando estudiaba aquí. Necesito alguien neutral.

- Vale, a ver – dijo pensando por donde empezar – fuiste alumna mía en tu ultimo año, yo acababa de llegar y estaba, digamos que en prácticas, por decirlo de alguna manera – comenzó – eras una apasionada de la actuación y eras muy, muy buena – alabó – te comías el escenario y disfrutabas mucho estando encima de uno – relataba – fui yo la que te recomendé para la beca en Nueva York y te la concedieron. Era la primera vez que concedían una beca tan importante a una alumna nuestra – dijo con orgullo - la miró – te fuiste y a partir de ahí te perdí el rastro.

- Entiendo - contestó bajando la mirada – bueno y... ¿Sabes algo de mi vida personal?

- Pues no es que yo me metiera mucho en la vida personal de mis alumnos – apuntó – pero si mal no recuerdo cuando yo llegue ya llevabas un par de años con una chica – hizo memoria – Luisi - recordó el nombre - Luisa Gómez – puntualizó – creo estudiaba en la escuela de diseño de aquí al lado – Amelia la miraba expectante y Natalia sonrió – alguna vez os vi juntas y la verdad es que hacíais una pareja estupenda. Se veía a distancia lo mucho que os queríais.

- Ya – bajó la cabeza no recordaba nada, pareciera que le estaban contando la vida de otro - ¿No puedes contarme nada más?

- Es que no sé qué decirte, Amelia, lo siento – continuó – ya te digo que os perdí la pista – explicó - ¿por qué no le preguntas a Luisi? Ella podría decirte más que yo.

- Ya, es que – negó con la cabeza – es que no sé muy bien qué creer, según mi padre ella se marchó cuando me pasó todo esto y me dejó tirada, no sé qué creer.

- Bueno, no sé, me sorprende que actuara así, estabais muy enamoradas – continuó – pero ya te digo que no supe más de vosotras. Quizás no fue todo tan idílico – negó con la cabeza – aunque a decir verdad, es que no me cuadra el recuerdo que tengo de Luisi con lo que dice tu padre – continuó – y hasta donde yo tenía entendido tu relación con tu familia no era para nada color de rosa.

- ¿Cómo es eso? – se interesó.

- Creo que teníais problemas – le dijo con cautela – pero de verdad, perdóname, porque no sé si estoy hablando de cosas que no sé.

- Ya, yo tampoco – una vez más bajó la mirada a sus manos – de todos modos en algo sí tiene razón mi padre: en todo este tiempo Luisita no ha aparecido. Es extraño.

- Ya y me sorprende que Luisi no esté contigo, me sorprende que no se haya quedado contigo – continuó – quizás le pasó algo – sugirió – o quizás tenga razón tu padre, no lo sé, pero es que dudo tanto que aquella Luisi te dejaro sola por su propia voluntad - lendijoby aquellas palabras confundían más a Amelia - te quería muchísimo, incluso dejó toda su vida aquí por ir contigo a Nueva York y te aseguro que no todo el mundo es capaz de hacer eso.

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😜😐😇

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