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De madrugada y con insomnio aquí nos dejo uno más

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Respiró profundo frente a aquella puerta. Necesitaba llenarse de todas las fuerzas que pusiera. Con sigilo metió la llave en la cerradura y en silencio abrió u cerró tras ella. Anduvo por el recibidor sin hacer ningún solo ruido. No quería que su padre la descubriera aún, pues todavía no tenía muy claro como iba a encarar la conversación.

Pasó por la puerta del gran salón y se fijó en que estaba vacío. Cómo suponía, su padre debía estar en el despacho y su madre… probablemente su madre estaría en la cocina preparándole el caprichito de turno.

Conforme fue acercándose al despacho, destellos de la conversaciones que se mantenía dentro llegaron hasta ella. No le sorprendió que su padre tuviera una de sus reuniones militares en casa pero sí que se quedó de piedra al reconocer la otra voz.

- Tenías que haberte inventado cualquier otra cosa, no que ahora me dejas mal a mi – escuchó decir a su padre.

Dio un paso más y en el mismo silencio en el que había llegado se acercó a la puerta y quedó parada escuchando la conversación del interior.

- ¿Y qué querías que hiciera? – se defendió – querías que siguiera conmigo ¿no? Pues ésta era la forma – continuó – decirle que la culpa había sido tuya ¿o querías que le dijera que todo fue un invento y que jamás antes del accidente me dio bola? – la rabia de Amelia crecía cada vez más en su interior.

- Me has dejado mal a mí – repitió con rudeza – has hecho que el malo sea yo.

- A ver, Tomás, que todo este teatro lo montaste tú porque no querías que tú hija recordara que es una puta bollera – dijo despectivo – no vengas ahora de santo.

- No te oí negarte – rebatió.

- Porque tonto no soy, el dinero me viene bien, soy hombre y su hija está muy buena.

- No te consiento que…

- La que no lo consiente soy yo – afirmó entrando como una exhalación y con los ojos llenos de ira.

- Amelia hija.

- Ni se te ocurra – corto.

- Cari…

- Ni te atrevas – le dijo ahora a Hugo.

- Hija deja que…

- ¡No me importa! – elevó la voz y cerró los ojos un segundo buscando algo de calma, no iba a darles esa satisfacción – no me importa. Y por lo que sé, hace muchísimo que dejó de importarme. Y para que lo sepas, sí, voy a casarme – dijo rotunda – pero no con este hijo de puta – lo miró con odio – sino con Lu..

- NO VOY A PERMITIR QUE DESTRUYAS EL HONOR DE ESTA FAMILIA DE ESA FORMA – soltó Tomás enfurecido al escucharla.

- Deja las órdenes para tus soldados, capitán, porque conmigo ya no sirven – contestó con una templanza que hasta a ella le sorprendía. – el honor de esta familia ya te has encargado tu de destrozarlo – siguió – solo hay que ver cómo tienes a mamá o todo lo que has hecho conmigo.

- Como hagas eso, Amelia te aseguro que voy a…. – no terminó la amenaza.

- ¿A qué? ¿Qué vas a hacer? – le encaró como nunca pensó que podría hacerlo – Tenga cuidado con lo que dice y hace, capitán, o todos sus chanchullos saldrán a la luz y ahí sí va a tener un problema – dijo ensombreciendo el tono.

- Amelia…. – Hugo la intento agarrar.

- Ni se te ocurra tocarme – se zafó del intento. – no vuelvas a acercarte a mí. Y que sepas que esto no va a quedar así – contestó a modo de amenaza.

RenacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora