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Buenas tardes! Hoy se me ha hecho un pelín tarde, pero bueno, aquí vamos.

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Sentada en el coche esperaba que María al fin bajara. Estacionada en doble fila, se dedicaba a contestar a un mensaje que Marina acababa de mandarle. Aún no sabía como había dicho que sí a esa cena, aun no sabía porque no cogía el coche y volvía a casa con su hija. Lo que sí sabía, era que tenía que armarse de valor e intentar aguantar a la “parejita” gran parte de la noche.

Tan solo habían pasado cuatro días después de aquel beso y en ese tiempo no habían cruzado ni una sola palabra. Amelia se había alejado de ella totalmente, había creado entre las dos un muro enorme. Habia evitado cualquier tipo de acercamiento o encuentro, buscando llegar o irse antes que ella. Enviando a otras personas cuando necesitaba algo del departamento de vestuarios e incluso, cuando se cruzaban de frente, se daba la vuelta y se marchaba evitando la confrontación. Aquel beso, lejos de acercarlas, parecía haberlas separado mucho más. Ni siquiera habían hablado para “aclarar” o para que la actriz buscara la peor excusa del mundo para darle una razón a ese beso.

- Perdona la tardanza – dijo María entrando en el coche – he salido tarde del trabajo y no me ha dado tiempo a estar lista antes.

- Tranquila – dijo sonriéndole – acaban de avisarme, aún no han llegado todos.

- Ya, pues cuando quieras nos vamos – contestó – tengo muchas ganas de verla.

- María, que Amelia no...

- Ya, ya – cortó – ya me lo has avisado, tranquila. Y gracias por invitarme.

- Bueno – se encogió de hombros – creo que esta noche voy a necesitar todo el apoyo que pueda tener, así que...

- Pues vamos – dijo con energía – a por ella, campeona – bromeó.

- Vamos – arrancó tras inspirar profundamente y se incorporó a la vía.

Llegaron al restaurante no sin esfuerzo por encontrar aparcamiento y cuando lo hicieron ya vieron a algunos compañeros esperando: Marina junto a Lourdes y un siempre ganso Jesús en un lado y algunos compañeros más por otro. Nada más verlas, Marina se acercó a ellas.

- Tú debes ser María – se presentó – soy Marina.

- Encantada – le dio dos besos.

- ¿No han llegado? – preguntó mirando sobre su hombro.

- No, pero están a punto – comunicó – Lourdes ya la ha llamado.

- Vale, veremos como va. - decía moviendo las manos nerviosa.

En ese momento, Amelia junto a Hugo llegaban saludando a todos los que allí se encontraban. Con sendas sonrisas en el rostro y las manos entrelazadas andaban charlando con unos y con otros hasta que al final llegaron a su encuentro.

- Buenas noches – saludó – Luisita, hacía tiempo que no te veía, ¿qué tal todo?

- Bien, muy bien – contestó seca – hola – le dijo a Amelia quien se había quedado mirando a María.

- Hola – contestó volviendo la vista a ella - ¿Cómo estás?

- Bien – Amelia volvió a mirar a María – perdonad, os presento – dijo hablando a su amiga – Ella es María y bueno ellos son Hugo y Amelia.

- Encantada – saludó sin atreverse a acercarse demasiado.

- Lo mismo digo – dijo con algo de recelo – perdona… - dijo al darse cuenta que la miraba de más – es que me suena tu cara - automáticamente, tanto Luisita como Marina y algo mas disimuladamente María, miraron a Amelia con gesto de sorpresa.

- Eh… bueno… tengo una cara muy común – sonrió – y he estado alguna vez por el teatro recogiendo a Amelia, así que…

- Será eso sí – contestó despreocupándose del tema.

- Creo que nos están esperando – dijo mirando al resto de compañeros.

Entraron en el restaurante donde una enorme mesa ya preparada las esperaba. María se sentó junto a Luisita y al lado de ésta lo hizo Marina. Algo alejados pero manteniendo el contacto visual se sentaron Hugo y Amelia junto a Lourdes.

El buen rollo entre todos los compañeros de la compañía se hizo notar en seguida. Las conversaciones y las risas se sucedían entre ellos sin orden ni importancia.

El vino corría por la mesa vaciando una botella tras otra, lo que hacía que las conversaciones cada vez fueran mucho más distendidas y bromistas.
Luisita se limitaba a hablar con Marina o María intentando que su vista no se desviara a la parejita que parecían estar de lo más cómodos allí. Hugo se había internado en una conversación con alguien sobre la boda, al tiempo que Lourdes miraba a Amelia de vez en cuando intentando descifrar su rostro y la actriz, bueno, la actriz no podía evitar que los ojos se le fueran al “trío lalala” como había decidido bautizarlas esa noche.

- Si sigues así vas a terminar doblando el tenedor – dijo Lourdes en su oído viendo como tenía cogido con fuerza el cubierto.

- Es que mírala – contestó la morena con desdén – ya no es solo con una sino que ahora son dos – susurró molesta.

- Bueno, ¿y a ti qué más te da? – preguntó haciendo que la mirara con sorpresa.

- A mi me da igual – se defendió.

- Ya, claro, te da igual – murmuró dando un nuevo sorbo a su copa.

Por su parte, María se acercó al oído de Luisita, había algo que desde que había llegado la actriz no dejaba de pensar.

- Luisi, ¿de verdad Amelia no recuerda nada de nada? – preguntó.

- No, María – contestó con un deje de dolor – absolutamente nada.

- Pues no sé, pero a mí me mira como cuando os conocisteis – contestó.

- ¿A qué te refieres? – preguntó con más curiosidad.

- Pues, ¿ya no te acuerdas la de veces que pensé que me iba a tirar algo a al cabeza porque se ponía celosa de vernos juntas? – preguntó – pues me mira igual, te lo aseguro.

Luisita miró a la actriz, ¿sería cierto?. Amelia desvió la mirada a Hugo quién se acercó para darle un beso. La diseñadora se levantó con la necesidad de alejarse por un instante de la mesa.

En los lavabos, tras lavarse las manos, se miraba al espejo esperando que su reflejo le diera las fuerzas necesarias para volver a la mesa cuando sintió la presencia de Amelia allí. Ni siquiera la había escuchado entrar y pegó un bote por el susto.

- Perdona… no quería asustarte – se disculpó.

- No pasa nada. Yo ya me iba – dijo intentando esquivarla.

- ¿Lo estás pasando bien? – preguntó antes de que saliera.

- Lo intento – contestó parando y dándose la vuelta para mirarla.

- Se nota – dijo molesta - ¿ella es tu ex? – preguntó directa.

- No, no lo es – se armó de paciencia.

- Vaya, entonces otra más que agregar a tu lista – afirmó hiriente sin poder evitarlo, le hervía la sangre al verla con otras - que por lo que parece es extensita.

- Si quieres dímelo y te apunto en ella – contestó cansada.

- No gracias… creo que ya estás servida – contestó de nuevo.

- Mira, Amelia no pienso tener contigo, otra vez, este tipo de discusiones que sé muy bien donde nos van a llevar – dijo sin darse cuenta de lo que decía – hoy no me apetece un numerito de celos de los tuyos – y salió de allí dejando a la actriz algo extrañada.

- ¿Numerito de celos? – se preguntó – esta mujer está loca y va a volverme loca a mí.

Salió del baño con una extraña sensación en el cuerpo. Algo que no había sentido nunca, como si todo lo que pasaba a su alrededor lo hiciera de una forma lenta. Se  sentó en la silla, bebió un poco de agua intentando calmarse, no sabía que le pasaba.

- … Pues la actriz principal que no llegaba y la obra a punto de empezar – escuchó que alguien decía en la lejanía – que se había quedado atrapada en un ascensor, así que tuvimos que improvisar y…

Y todo se volvió negro un instante. Todo pareció desvanecerse ante sus ojos para dar paso a una luz blanca que la cegaba. Miró sus manos, llevaba unos guantes de seda y estaba vestida con una ropa que jamás se pondría. Elevó la vista y escuchó el estruendo que dejaban los aplausos. ¿estaba en un teatro?

Se contagió de la emoción de aquel momento, giro la cabeza y un hombre bajito y de rostro amable llegó a ella, le entregó un ramo de flores y la abrazó con fuerza.

- You are incredible, I’ve rarely seen you shine this much. You have a huge future on Broadway and I am proud to be your director.

- Thank you, I am very excited and very nervous. This is incredible.

- Amelia – Hugo la llamó algo preocupado – Amelia ¿estás bien? – preguntó, pero la actriz parecía no responder – Amelia, ¿Amelia? – Luisita miró y su primera intención fue levantarse y correr hacia ella. Sin embargo, con Hugo allí, no se movió. – Amelia.

- ¿Eh? – volvió en sí - ¿qué…? – preguntó algo desorientada.

- ¿Estás bien? – preguntó de nuevo – te has puesto pálida, cariño.

- S… sí… creo… creo que sí – contesto intentando poner en orden su mente.

- ¿Seguro? – insistió.

- Sí – forzó una sonrisa – de verdad que sí, no te preocupes – y le acarició el rostro para que se despreocupara.

A partir de ahí, Amelia pareció ausente durante toda la cena, intentando volver a ese recuerdo sin conseguirlo. Evadiéndose de todos pese a los intentos de Hugo por hacerle partícipe en alguna conversación, obviando las miradas extrañadas de Lourdes y la mirada intensamente preocupada de Luisita.  Pero no logró su cometido, no logró volver a recordar nada más y sentía como poco a poco un ligero dolor de cabeza se instalaba en ella. estuvo tentada a decirle a Hugo que se marcharan pero no supo porqué, no lo hizo y continuó en aquella mesa.

Tras la cena decidieron ir a un pub cercano, algunos prefirieron marcharse y tan solo quedaron unos cuantos. “El Trio Lalala” andaban frente a una Amelia que caminaba de manera automática, dejándose llevar por Hugo pero casi sin ser consciente de sus propios pasos. Estaba lejos, muy lejos de allí.

La música a penas les dejaba hablar, cosa que Amelia agradeció pues desde el mismo momento en que aquella imagen había cruzado su mente no podía dejar de pensar en ello. Se sentó en una mesita mientras Hugo decidía ir por algo de beber. La morena miraba todo intentando que algo, por nimio que fuera lograra llevarla a un nuevo recuerdo oculto en su memoria.

Luisita bailaba al son de la música junto con Marina y María. La actriz, desde su posición no les quitaba los ojos de encima.

- Yo pienso que deberías acercarte – dijo María al sentir de nuevo la mirada de Amelia sobre ella.

- No, no voy a acercarme, bastante he tenido con el encuentro del baño – contestó, estaba realmente enfadada por lo que había pasado.

- Pues yo creo que este sería un buen momento – intervino Marina – está sola y...

- Y no quiero volver a discutir, así que no, chicas, voy a ir a hablar con ella ahora mismo – finalizó la conversación – vamos a bailar.

Luisita comenzó a bailar sin querer darle más vueltas al asunto. María, por su parte miro un segundo a Amelia que no apartaba los ojos de ellas y entonces fue cuando se le ocurrió. Sonriendo para sus adentros y mandándole una mirada algo chulesca a la actriz, se acercó lo más que pudo a Luisita para acoplarse a sus caderas y seguir el ritmo de la música.

Amelia las miraba desde su posición y la seriedad en su rostro cada vez se hacía más patente. Hugo, que llegó con las bebidas llamó su atención sin conseguirlo.

La morena se removió en su asiento cuando María, sugerente, recorrió levemente el cuerpo de Luisita mientras la rubia, llevada por la música, cerraba los ojos ante el contacto y movía las caderas en sincronía.

En un momentos dado, la amiga de Luisita se movió quedando a su espalda. Rodeó con sus brazos la cintura y la rubia se echó hacia atrás. María levantó la vista y se encontró con la mirada fija de una Amelia que cada vez sentía más rabia.

De nuevo la misma sensación que en el restaurante, de nuevo el mundo se le venía encima. Otra vez todo negro. Otra vez aquella luz.

Bailaban sensuales, comiéndose con la mirada, sin poder retener las manos que querían explorar otros lugares. Sintió un beso en el cuello que le cortó la respiración. Sintió los nervios a flor de piel, el miedo y la expectación, las ganas de conocer lo desconocido.

- Vamos a tu casa Amelia – escuchó que le decía sintiendo la excitación, las ganas de sentirla.

Se vio en su coche, conduciendo con ganas de llegar a su casa, intentando centrarse en  la carretera y no en aquellas manos que intentaban sobrepasar la barrera de la ropa.
Minutos después, estaba en un ascensor comiéndosela a besos, desabrochando su camisa.

- Ahh… Amelia – escuchó que gemía en su oído, ya en su cama, completamente desnudas y sintiendo las caricias por cada fibra de su ser.

- Sara… uhmmn Sara… – se oyó a sí misma decir.

Todo volvió a la realidad. Ella, sudorosa y confusa, se levantó de la silla sintiendo que su cuerpo quedaba más blando de lo normal, tuvo que sentarse de nuevo, una punzada fuerte recorrió su cabeza.

- Amelia… ¿Amelia? – llamó su atención Hugo.

- Sácame de aquí, Hugo – suplicó con voz queda y la boca seca.

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Pues eso...

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