Castillo de hielo

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Los dos reinos más poderosos de la época se enfrentan en las tierras gélidas de Jotunheim, el reino que goza de bajas temperaturas, donde las flores jamás crecen, en el lugar donde los lagos permanecen congelados todo el tiempo y donde el fuego nunca está presente. Los ciudadanos del mundo de los gigantes de hielo pelean contra las valientes tropas asgardianas comandadas por el Padre de Todo, con un único fin, salvar a los habitantes de Midgar o conducirlos al invierno eterno por causa del presiado cofre que es la fuente principal de poder de los Jotuns. Para los dos planetas solo hay una solución y esta es la guerra, una de las más crueles y largas de los últimos siglos. Los guerreros provenientes de Asgard se ven en desventaja frente al terreno y clima gélido, ambos bandos están debilitados, han dado su mayor esfuerzo en cada enfrentamiento, por fortuna, la contienda está llegando a su fin.

Durante los últimos meses se escuchaban rumores en los nueve reinos acerca de la reina de Jotunheim, quien estaba embarazada y esperaba al próximo rey que gobernaría los siguientes milenios, ella se encontraba débil como consecuencia de que no recibía los cuidados necesarios para llevar su embarazo de una manera saludable porque los estragos de la guerra estaban a punto de acabar con la mitad de Jotunheim. Las mujeres, quienes se quedaron en casa para no librar las batallas en los campos de combate, se refugiaba en el castillo de hielo, algunas se ofrecieron como voluntarias para atender a su soberana como era debido, otras exponían su vida con la posibilidad de ser asesinadas, con el fin de salir a buscar un poco de comida y agua, ya que los suministros se  agotaron pues Odin había ordenado a sus vecinos restantes no vender alimentos y armas a Jotunheim.

Los Jotuns cada día se tronaban los dedos ante la preocupación sobre cuánto más duraría el conflicto, pues sus tierras no eran fértiles para la cosecha y casi todos sus arroyos almacenaban agua congelada, era un mundo maldito, y dependía en su mayoría del comercio exterior. Pero una noche como cualquier otra, la soberana estaba dando a luz, sin embargo, mientras realizaba su labor de parto, envío a un mensajero para que la noticia llegara al rey Laufey cuanto antes, y así fue, aquel gigante recorrió bastos caminos helados, adornados con los cuerpos congelados de muchos soldados de ambos bandos, muertos en batalla o a causa del frío. El recorrido fue difícil y lleno de muchas complicaciones, las indicaciones lo llevaron a un paraje cerca de donde habitaban las bestias más feroces y peligrosas de Jotunheim.

—Rey Laufey. —se arrodilló ante su líder, quien estaba leyendo uno de los mapas y preparaba su siguiente ataque bélico.

—¿Cuál es tu inconveniente? —preguntó Laufey, sin desviar la vista del mapa, mientras recargaba las manos sobre la gran mesa de madera.

—La reina me envía con una noticia, cuando salí del castillo estaba a punto de dar a luz—llevó la cabeza hacia abajo, pero el rey hizo lo contrario—. Necesita su presencia lo antes posible.

—¿Cómo se encuentra ella?

Laufey dejó de leer el mapa y se acercó al mensajero.

—Débil, una de las parteras no cree que sobreviva.

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