El huso horario de Chicago marcaba que eran las cuatro de la tarde, mi mamá y yo nos encontrábamos comiendo sin compañía de mi papá pues aún no salía de trabajar.
—¿Mamá, te enteraste de lo que sucedió en Londres? —pregunté mientras observaba la servilleta de papel que estaba en la mesa.
—Por supuesto, Melody, es una pena que haya sucedido de nuevo —contestó como si los ataques alienígenas fueran lo más normal del mundo—. Por eso te llamé en la mañana, quería asegurarme de que estuvieras bien. Tu papá y yo estamos preocupados por tu salud mental. ¿Ocurrió algo? —dejó de prestar atención a sus alimentos y llevó su vista a mí.
—No —negué con la cabeza y observé los vegetales que estaban en mi plato—, mamá...
—Dime, Melody.
—¿Recuerdas por qué tuve que asistir a consulta con la doctora Betty? —llevé la vista a mi madre, ella se levantó de la mesa y caminó hacia el refrigerador.
—¿Quieres un poco de jugo de naranja? —preguntó mientras buscaba el dichoso envase en el refrigerador.
—Se acabó ayer en la noche.
—Que mal —ella se encogió de hombros—, apresúrate a comer porque iremos al supermercado.
—Huum, ¿mamá?
—¿Sí? —caminó hacia la alacena en busca de un vaso.
—Te hice una pregunta...
—Sí te escuché, hija. ¿Tú recuerdas porque fuiste a consulta con la doctora Betty? —tomó un vaso y se sirvió agua del grifo.
—No, si no, no te hubiera preguntado —reí ligeramente y negué con la cabeza, observé el otro vaso de agua de mi mamá que estaba reposando la mesa—. ¿Y?
—Pues... Fue hace mucho tiempo, tú tenías cuatro años cuando comenzaste a tener pesadillas frecuentes. —ella se sentó en la silla y dejó su vaso en la mesa, ahora tenía dos vasos de agua.
—¿Pesadillas? ¿Qué clase de pesadillas? —fruncí el ceño.
—Todos los días despertabas a mitad de la noche, gritabas y llorabas de una manera tan desesperada. Cuando tu padre y yo íbamos a tu habitación para revisar qué te sucedía, siempre respondías «él está aquí, él va a matarme», y con tu dedo señalabas la puerta. —bebió toda el agua de sus dos vasos.
—¿Cómo, cuándo? ¿Realmente yo hacía eso? —abrí los ojos y alcé las cejas.
—Por supuesto que sí. Cuando eras un bebé me dejaste dormir, pero creciste, hija, y me diste las peores desveladas de mi vida. Una vez que te despertabas ya no podías volver a cerrar los ojos. De hecho, durante semanas dormiste con nosotros en nuestra habitación. —asintió varias veces con la cabeza y sonrió.
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ᎷᎬΝͲᏆᎡϴՏϴ
FanfictionLas cosas pasan por algo, eso me consta, el conocer a una persona en un lugar y fecha cualquiera no es coincidencia, se le llama destino. El mundo dice que eres responsable de tu vida y tus decisiones, pero ¿esto es cierto? ¿Por qué cuando planeamos...