Las cosas pasan por algo, eso me consta, el conocer a una persona en un lugar y fecha cualquiera no es coincidencia, se le llama destino. El mundo dice que eres responsable de tu vida y tus decisiones, pero ¿esto es cierto? ¿Por qué cuando planeamos...
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A los pocos minutos Loki se marchó de vuelta a Asgard, pero Jaz hizo acto de presencia en mi casa para averiguar qué sucedía, pues ella había leído el mensaje que le envié hace unas horas.
—Hola, Melody, recibí tu mensaje. ¿Qué fue lo que sucedió? —preguntó con inquietud.
—Hola, no pasó nada, solo... Entra. —extendí mi mano.
Jaz entró a la casa con cautela al mismo tiempo que movió su cabeza de un lado a otro esperando encontrar a alguien.
—¿Dime que sí corriste a ese esperpento? —Jaz preguntó con un toque de esperanza en su tono de voz.
—Jazmine, no quiero que te vuelvas a referir a Loki de esa manera. —comencé a caminar hacia la sala.
—¿No lo hiciste? ¿Por qué me enviaste un mensaje diciendo que yo tenía razón? —ella me siguió unos pasos atrás.
—Te envié ese mensaje porque Loki y yo discutimos, bueno no fue como tal una discusión, pero sí hubo algunas revelaciones.
Me senté en el sillón y Jaz se sentó a mi lado.
—Melody, en serio que no puedo contigo. ¿Qué más pasó? —respondió Jaz ansiosa por conocer los detalles.
—Pues... Pues, hum, él me dijo lo que siente por mí y yo le revelé mis sentimientos.
—¡¿Cómo pudiste creerle?! Es el Dios del engaño, qué no te ha quedado claro, su trabajo es engañar a las personas.
—No sé si sea el dios del engaño o no...
—Que Dios te perdone, Melody. ¿No tienes miedo de que esté planeando algo?
—Nou. —negué con la cabeza y me senté en posición de flor de loto.
—Estás perdiendo la razón, amiga; contactaré a los vengadores y les diré lo que está sucediendo aquí... —Jaz se levantó del sillón y comenzó a caminar hacia la salida.
—No. —me levanté rápidamente del sillón y corrí hacia Jaz— No puedes.
Me coloqué frente a Jaz y extendí mis brazos a los lados para evitar que ella continuara con su camino.
—¿Por qué no puedo hacerlo? —preguntó con exasperación y se cruzó de brazos.
—Porque hiciste una promesa, ¿ya lo olvidaste?
Alcé mi dedo menique con la intención de recordarle a Jaz lo que significaba esa promesa.
—Una promesa del menique jamás, jamás, se rompe. No quiero que seas parte de esto, si algo llega a ocurrir, yo me haré cargo y lo resolveré por mi cuenta. —contesté, mostrando mi dedo.
Jaz se detuvo y me observó en silencio, dudando de mis palabras y decisiones, sus ojos me gritaban que estaba cometiendo una locura, pero su boca respetó lo que yo pedía.