Capítulo XXXVIII.

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El karma empezó a hacer acto de presencia en mi vida; tras tanto tiempo de calma, siendo el inicio de una nueva era tras que mis medicinas sean aprobadas y estudiadas para un público general, vinieron algunos vampiros investigadores de otras zonas para perfeccionar la fórmula a base de lo que yo proporcioné. Con la venida de los extranjeros, éstos no se adaptaron a las reglas de paz con rapidez por lo que los momentos de crisis entre vampiros y licántropos son cada vez mayores: quienes no sigan la normativa van presos por cinco noches sin posibilidad de recibir las medicinas.

Entre que debo asistir a clases, debo detener peleas de licántropos contra vampiros y evitar peleas en las noches de "caza" con el grupo del laboratorio, aprovecho para reforzar la seguridad y las normativas pero ni siquiera puedo juntarme con mis amigos; tengo que usar mi don de alfa para espantar a los idiotas de posibles peleas. Es bastante pesado el trabajo y ni siquiera mis padres da a basto.

Llevo tres días sin dormir absolutamente nada por lo que estoy alimentándome con sangre en bolsas cada vez que puedo y grandes cantidades de comida para mantener la energía. No veo a mis amigos más allá del colegio donde trato de dormir en el recreo.

Pronto será luna amarilla y según me enteré altera el doble que una luna llena normal; tuve que hacer una medicina más potente para resistir junto a mi madre y así prepararnos para proteger la zona. Con el mismo fenómeno, los vampiros tienen mayor poder y menor control por lo que será más peligroso; el gobierno tampoco ayuda mucho, están promocionando los campos y regiones no tan visitadas como buenos lugares para ver la luna.

Esto se está haciendo insoportable para mi.

-Mami, te abandono. Quiero ir a la isla- hablé.

-Ya es de noche, hay un toque de queda- recordó y suspiró-. Daré una orden de alfa, eso debe bastar pero pondré control en las casas de adolescentes- me avisó y asentí-. Ve con cuidado.

Asentí y corrí a mi antigua casa para nadar directo a la isla. El sol terminó de caer y escuché el aullido de mi madre dando la gran orden; nadie de nuestro grupo debería de ser capaz de contradecir el pedido de quedarnos en las casas e ir a descansar como en cualquier otra luna llena.

Suspiré algo más tranquila y subí a la superficie del pozo para apoyar mi cabeza en el borde, sintiendo la piedra más suave y cómoda. Levanté la vista, notando a Víctor sentado ahí mismo, tan solo mojándose las piernas. No hay nadie más que nosotros dos.

-¿Bella?- él me miró y la confusión creció en mi.

-¿Desde cuándo estás aquí?- pregunté con una pequeña sonrisa divertida.

-Llevo al menos cinco minutos aquí, ¿no te percataste de mi presencia?- habló él, acariciando mi cabello-. ¿Qué te preocupa tanto?

-La luna amarilla, los licántropos que desobedecen, los vampiros nuevos, las fórmulas, tus amigos y todo eso- murmuré, relajando mi cuerpo, hundiéndome apenas, quedando sentada en la piedra dentro del agua-. ¿Y a ti?

-¿Tantas cosas están pasado?- acarició mi cabello-. Tan solo vine para relajarme un rato. Damián pasó de estar tranquilo a volver a querer ser el hermano apegado que era antes de que iniciara el proyecto y se volvió insoportable por lo que vine en busca de paz- sonrió tranquilo-. ¿Hace cuánto no duermes? Tienes unas ojeras espantosas; ya no se si eres una linda lobita con colmillos o un pandita- rió y me contagió la risa.

-¿Me prestas tus piernas de almohada? No creo que demore más de tres minutos- avisé y asintió.

No terminé de relajarme que escuché a mi padre gritar molesto.

-Mierda- me levanté, molesta-. ¿En serio tengo que ir?

-¿Por qué deberías ir?- él me sacó del agua, retrocediendo para quedar contra la pared, abrazándome contra su cuerpo.

La HíbridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora