Capítulo LXXVI.

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El aroma de la sangre es potente, pero no reconozco exactamente de quién.

-Reporten estado de salud- hablé, mirando a todos lado.

-Bella, no estas escondiendo colmillos- me indicó Víctor.

-Ariel acaba de saltar del segundo piso de su casa; tan solo se hizo mal el tobillo y está apenas rasguñada, nada más- habló Emilia.

Tomé la mano de Víctor y corrimos hacia allí. Con la máscara colgando es complicado correr pero llegamos más rápido. Ariel está desplomada en el suelo; parece que se clavó algo porque apesta terriblemente a sangre.

La senté, encontrando una botella clavada en su espalda. Le quité los pedazos que pude y con ayuda de Emilia, levantamos la remera para ver la herida. Retiramos los pedazos restantes, encontrando un tatuaje en su espalda. "Tengo trastorno del sueño extremo; aunque parezca despierta estoy dormida. Si no respondo, devuélveme a esta dirección xxx".

-Le daré una gota de sangre- avisé-. No lo recordará.

Mordí mi dedo y le di de mi sangre, apenas una gota. Su espalda comenzó a sanar, "escupiendo" los pedazos de vidrio aún clavados. Ella se desmoronó, cayendo dormida.

Le acomodamos la ropa e ingresamos a su casa; la puerta estaba abierta.

Emilia le limpió la sangre y la acostamos.

-Saldré por la ventana del baño, primero cerraré todo- avisé y asintieron.

La casa es donde vivían los padres de Ariel, no se qué habrá sido de ellos pero no están aquí. Cerré todas las puertas y ventanas, yendo al baño para saltar por la estrecha ventana. Caí al piso de forma elegante y sin problemas.

Víctor y Juan ya habían limpiado la sangre.

-¿Ya está listo?- preguntó Emilia.

-Ya borré todos los rastros en cámaras. Todo está limpio- informó Manuela.

-Hay un ataque a unas cuadras; una mujer mayor sin ritmo cardíaco está persiguiendo a un adolescente- indicó Thomas-. Van a su dirección. Tengan cuidado.

Me coloqué la máscara y tomé una bomba de pintura. El adolescente es veloz, pero la vampiresa también. En cuanto estuvieron en mi rango, lancé la bomba, cayendo sobre ambos seres.

Corrimos hacia ellos, Emilia abrazó al muchacho mientras nosotros nos defendemos.

-¡Tu! ¡Maldita bastarda!- exclamó ella, queriendo atacarme.

Víctor le disparó, logrando que esta se caiga y la até con las cadenas.

-No me lo esperaba de ti- musité, reconociéndole-. Pensé que éramos amigas.

-Que ambas pensemos que los lobos son lindos, no te da derecho a mentirme así- gruñó, algo más débil-. Les contaré a todos tus verdades; están usando armas mágicas.

-¿Éstas?- tomé mi pistola, la cual es una común.

Me disparé a la mano, el olor de la pólvora es molesto pero lo soporto; la bala atravesó mi mano, sin causarme mucho más daño. Rápidamente sanó.

-Son armas normales- reí-. Llamen a protección. Que vengan con los sedantes.

-No creas que me derribarás con eso; ya mordí al chico- rió.

Me alejé de la mujer y Juan tomó mi lugar, presionándola contra el suelo, agarrando la bala real, guardándosela en el bolsillo.

Di unos pasos, acercándome al joven; no debe tener más de 13 años.

-Oye, ¿esa loca te hizo daño?- le pregunté, viendo que está más calmado, aun abrazando a Emilia.

Él me abrazó, restregando su cara contra mi pecho, dejando de lloriquear. Me retiré la máscara; no huele a sangre y no está herido. Levanté su rostro para ver el cuello y le pedí que me muestre los brazos; no hay heridas.

-Esa mujer quiso abusar de mi- lloriqueó, volviendo a abrazarme con fuerza y bajó la voz-. Que lindos pechotes. Son mejores que la otra.

Lo alejé de golpe, indignada.

-Ve a tu casa niñato- exclamé-. Y no abuses de la amabilidad de las mujeres.

-Y tú no te creas que todos los niños somos inocentes; ni siquiera soy un niño. Siempre subestiman a quienes tenemos déficit de hormonas del crecimiento- rió él, alzando el arma que antes portaba yo-. Vi el poder de tus armas, no me vencerás tan fácilmente.

Sin dudarlo, me apuntó y disparó. La bala llegó a mi estómago. Escupí sangre por la boca, limpiándome con mi remera.

-Llamen a papá- pedí, caminando hacia el niñato, enseñando garras-. Y tú, ¿crees en dios?

-¿Acaso tengo cara de creer? Yo soy un dios- me miró con superioridad.

Su cuerpo cambió a la igual que su ropa; ahora parece un hombre adulto, mayor que yo incluso. Volvió a dispararme, esta vez en la pierna.

Reí y me lancé a él, mordiéndole en el cuello, arrancándole un trozo de piel sin beber su sangre. Él soltó un grito de dolor y volvió a dispararme, esta vez en la espalda.

Lo derribé, quedándome encima de él, apretando con fuerza sus brazos para que no los mueva.

-Solo eres un idiota- gruñí.

Víctor le quitó el arma. Protección llegó junto a una ambulancia. Se llevaron a la mujer y sedaron al hombre para llevárselo.

Papá bajó de la ambulancia y me subió en la camilla. Allí mismo, ante la vista de todos, rasgó mi ropa, tomó unas pinzas y retiró las balas que no terminaron de atravesarme.

-¿Cuánta sangre bebiste hoy?- me preguntó.

-Lo de siempre- avisé.

-Mi niña, no puedes engañarme a mí. La herida ya debería de haberse curado si fuera así- mordió su brazo y lo dejó cerca de mi boca, obligándome a que beba su sangre-. ¿Alguno de tus amigos están heridos?

-Nadie, solo Bella; era el objetivo de aquel señor- indicó Juan.

Fueron unos largos momentos en donde tomé sangre; eso ayudó a que sanaran las heridas pero no evitó que se vean mis lados no humanos.

-Listo- se alejó de mí en cuanto terminé de sanar-. Yo me quedaré aquí. Todos ustedes vayan a descansar.

No nos quedó de otra que aceptarlo. Emprendimos camino a la casa de Víctor.

En el camino, nos cruzamos con otros vampiros más; tan solo llamé a los equipos de la zona y ellos llegaron.

Tras tres encuentros, logramos llegar a nuestro destino. Les rogué a todos que se dieran una ducha; el olor a sangre ajena es fuerte.

Luego de bañarnos y guardar los dispositivos, fuimos a la cocina para comer algo, ya tranquilos, como si no hubiera pasado nada.


(Continuará...)

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