Capítulo 2 - Mudanza y bienvenida.

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*Luego de que Bella cumple los catorce años (en vacaciones)*

*Narra Bella*

La vida en la manada es cada vez más alocada al casi no salir del pequeño pueblo, todos ellos portan gran cantidad de vellos en sus cuerpos por lo que casi no van a la ciudad por discriminación. Tanto allí como en el reino sospechan de mi; de a dónde voy a descansar, por qué tengo cantidad de vello distintos o porqué me alimento de forma distinta. Mis amigos humanos nunca vinieron a mi casa por seguridad y con el tiempo solo Perla quiso seguir juntándose conmigo, ya que a los demás se les hacía extraño que nunca les invitase, sintiendo que les rechazo.

A pesar de que mi hogar es seguro, mamá tomó la decisión de conseguir una casa en la ciudad y nos mudamos allí, para similar ser más "normal" frente a los humanos y los demás; esto es también un plan suyo para incrustar a los licántropos con los humanos, para generar relaciones comerciales y expandir el territorio lentamente. Casualmente, la casa está al lado de donde vive mi mejor amiga Perla; son casas casi iguales de un barrio seguro dentro de la ciudad, cerca del centro y un punto medio entre ambos territorios.

Para celebrar que ahora puedo invitar a otros a mi casa, llamé a Perla, mi mejor amiga. Tan solo tuvo que cruzar de casa para que podamos vernos. Fue emocionante; hicimos comidas y contamos chismes toda la noche.

-¿Sabes quién más vive en este barrio?- habló, mientras pinta mis uñas con un color turquesa precioso.

-¿Quién?- pregunté, curiosa.

-¿Te acuerdas de Alex, nuestro compañero de curso?

-Hay dos Alex- recordé.

-El que siempre jugaba en deportes brutos a pesar de no tener tanta musculatura.

-Sigues describiendo a los dos- reí bajito y sonrió-. ¿Te refieres al rubio de ojos verdes o morocho?

-Al rubio- indicó.

-¿El que te gustó hace dos años?

-Ese mismo- sonrió embobada por unos segundos, negando con la cabeza luego, tomando mi otra mano para seguir pintando mis uñas.

-¿Qué pasa con ese Alex?

-Es nuestro vecino; vive frente a mi casa- señaló con la cabeza la ventana.

-¿En serio?- dudé-. Nunca lo vi antes.

-Se mudó el año pasado, siempre deja la ventana abierta y prácticamente le veo cada vez que corro una cortina.

-¿Te dejó de gustar ahí?

-Más bien diría que me gusta más que antes- suspiró y sonreí emocionada.

-¡Lo sabía! Sabía que te hacías la tonta cada vez que hablábamos de él, es casi obvio que se gustan.

-Calla- rió por lo bajo-. Apenas tenemos 14 años, tampoco que fuera el amor de mi vida.

-Eso no pensabas hace dos años- bromee y sonrió a medias.

-Ya están tus uñas; no te muevas- se recostó hacia atrás, apoyándose contra el borde de mi cama-. ¿Y tú qué? ¿No te gusta nadie?

-Aunque me gustase alguien sabes bien que mis padres me prohíben tener pareja- sonreí a medias; mamé me explicó que el paso del tiempo es distinto en mi cuerpo por lo que no me conviene enamorarme de mortales para no salir lastimada.

Miré mis uñas; están preciosas, pintadas de turquesa con un pequeño corazón negro que ni recuerdo cuándo pintó.

-Quedaron hermosas- es maravilloso lo que hace-. Gracias.

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