Capítulo LXXX.

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Al volver a casa, mamá me explicó que los vampiros malos tenían una nueva técnica para dañarnos; con grandes bocinas y parlantes, reprodujeron un sonido inquietante durante un par de minutos; dicho sonido afectó hasta a los mismísimos vampiros pero aprovecharon para dañar a algunos humanos más.

Tomó un par de semanas más empezar a reducir la cantidad de ataques; a eso de los dos meses logramos minimizarlo en casi todo el mundo, justo cuando los humanos comenzaron su ataque.

Empezaron a organizarse grupos de caza a "bestias anormales" y el Estado inspecciona casa por cada mensualmente por lo que estamos más alertas que nunca. Muchos seguimos con nuestros mercados en las zonas humanas mientras que la minoría retrocedió.

Por nueva norma, todas las personas sanas y aptas debían donar sangre cada cuatro meses; eso implica más alimento para los vampiros, pero también implica más control.

Ahora mismo me encuentro en isla, escondiéndome de todo. Hace unos momentos estaba en la casa de Víctor con el grupo y ellos fueron raptados mientras dormía. Víctor me mandó un mensaje avísame que está en la isla médica y que les prometieron devolverlos tras un examen. Me siento algo culpable por ello pero no pude hacer nada más que venir a la isla.

Volví a la dieta de una taza tamaño café con sangre al día, logrando controlar mi cuerpo y ocultar mis lados no humanos pero cualquier cosa con sangre me da hambre y despierta ese lado mío.

Mi celular sonó; lo quité de la bolsa protectora y atendí la llamada de Manuela. Al parecer un vampiro malo se infiltró en las instalaciones.

No dudé en colocar mi celular en su funda protectora e ir nadando a toda velocidad a mi casa, tomar las armas de mis amigos, meterlas en una mochila y volar por el agua hasta la isla.

Cambié de forma poco antes de llegar, estando con mi ropa de batalla, incluida la máscara. Con el bolso en mano, bajé apenas la máscara para oler de dónde viene la sangre que se siente en el aire y correr hacia allí.

Se escuchan gritos y golpes desde dentro del laboratorio. Subí mi máscara e ingrese.

Ya no hay sólo un vampiro como esperé; son al menos cuatro, vestidos con ropas de calle y bañados en bloqueador solar. Miré a mis amigos, están con cables en la nuca, suspendidos en el aire, lejos del suelo donde los científicos luchan contra los enemigos.

Encontré un botón titilante y lo presioné. Mis amigos bajaron y sus cables se soltaron; me miraron y les lancé el bolso, dejando que tomen sus armas.

Mordí mi dedo por debajo de la máscara y se los enseñé, llamando la atención de los cuatro malos. Ellos empezaron a correr hacia mi e hice lo mismo.

-¡A la cabeza!- ordené.

Mis amigos comenzaron a disparar mientras entretengo a los movedizos. Parecen super energéticos y claramente su consumo de sangre es mayor al mío, por lo que son más rápidos.

Lograron vencerme, tomándome de mis extremidades, tirando en direcciones contrarias. Cuatro disparos más, caí al suelo y solté un chillido de dolor. Una bala más y se evaporó en una nube de cenizas.

La mayoría de las balas al caer me tocaron en zonas donde tengo cubierto por ropa, por lo que no dolió.

Mi pierna duele muchísimo. Siento como si me estuvieran lanzando lava caliente encima. Bajé la mirada y vi una bala atravesándome, quemando todo a su paso, cayendo lentamente hacia dentro.

-¡Lo siento!- gritaron ellos.

Víctor fue el primero en acercarse, arrodillándose para abrazarme, desesperado.

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