Capítulo XXXIII.

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El ruido en la sala era insoportable; mi padre ordenó silencio y se desataron las bestias salvajes gritando que no tenemos derecho a imponer nada si es que no pude solucionar "algo tan simple como una niñería".

-Por favor, señores y señoras, sean educados y escuchen la explicación- pidió mi padre.

-¿Explicación? Queremos una solución, no una excepción- gritó uno de los más viejos.

-El atacado es un viajero; viene del exterior y le tratan así. ¡Qué decepción!- exclamó otra de las señoras que me odian.

Sin levantar mi tono de voz, apoyé mis manos en la mesa, llamando la atención de todos.

-El vampiro en cuestión se enfrentó a dos licántropos adolescentes, ¿sabían eso? El extranjero no se apegó nuestras reglas- hablé y de quedaron en silencio-. Fui a la zona del conflicto; había sangre de licántropo joven en el suelo por lo que hubo un ataque entre ellos. A mi parecer, decir que hay humanos cazando seres tan poderosos como nosotros es meramente una excusa para encubrir el hecho de que perdió en una batalla con dos licántropos, a su vez rompiendo las reglas.

Los murmullos volvieron a aparecer pero se disiparon en cuanto mi padre se levantó de su asiento, enojado.

-No puedo creer que estamos desperdiciando tiempo por una bobada- noto en su voz que está realmente enojado-. Crearon semejante drama por nada. Esto es imperdonable.

-Señor, ya ha habido problemas así antes. No es inédito- mencionó con calma un señor no tan viejo como el resto.

-Mi hija dijo que se haría cargo y así es- aclaró mi padre y me miró.

-Puedo asegurarles que ese grupo de niños ni siquiera sabe dónde está pisando y no son una amenaza- aseguré.

-Doy por terminada la sesión y no vuelvan con tonterías sin antes revisar los hechos completos; y que alguien le haga saber a ese extranjero nuestras políticas de paz.

Nos levantamos y ellos se retiraron, algunos molestos y otros aliviados. Fui la última en salir y volví con rapidez a casa, buscando algo de paz; tuve que estar toda la reunión mostrando colmillos y no es lo que acostumbro a pesar de que es sinónimo de comodidad.

Al llegar a casa, me coloqué un vestido cómodo para disfrutar el resto de la noche hasta que sonó mi celular. Víctor me pidió que vaya a su hogar por lo que tras avisar, crucé la calle. Esperaba tener que ir a la habitación pero me encontré al grupo en el living, sentados en ronda con un cable saliendo de su nuca, junto a un par de adultos vestidos de pantalón negro y bata de laboratorio, con gafas de seguridad puestas. Todos llevan cabellos blancos, como si estuvieran conectados al agua de Mako.

-¿Ella es el individuo con el que han estado socializando?- preguntó uno de ellos, con voz algo robótica.

-Así es, señor- mencionaron todos a coro.

-Tendremos que analizarte- pidió el otro individuo, con voz aterradora, mostrándome una jeringa con una aguja gigante.

-Soy menor de edad, requieren el consentimiento expreso de mis padres- mencioné, retrocediendo cuando avanzaron.

-Es para seguridad de los sujetos- aclaró el primero, tomando una pequeña cierra de huesos en mano-. No podremos colocar anestesia para no afectar la muestra por lo que dolerá pero es para el bien del proyecto.

-Me piro vampiro- solté y corrí escaleras arriba, escondiéndome debajo de la cama de Víctor.

No voy a permitir que me toquen un pelo. Ya mucho tuve con la reunión de hace rato como para seguir pasándola mal.

La HíbridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora