Capítulo LIV.

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A pocos metros de la orilla de la isla, sentí un aura bastante oscura y pesada. Es una fuerza que parecía empujarme hacia atrás pero le atravesé. Yendo por la parte submarina de la cueva, revisando de que no hay nadie, salí por allí. Me sequé y corrí hacia donde escucho varias voces.

Thomas está recostado y brillando, levitando de a momentos. Emilia llora sin más abrazando a Manuela parece estar dormida. Juan está peleando con Víctor de forma bastante bruta. Los tres japoneses parecen estar meditando, sentados en el suelo mientras murmuran cosas que no entiendo. Todos tienen cables enganchados en sus nucas y parece como si la luna los estuviera atacando mientras hay dos científicos dormidos en el suelo con heridas feas.

Me acerqué a los dos que están peleando y los separé, logrando que yo sea el objetivo al que buscan atacar. Acerqué el agua a mi y cree dos barreras protectoras para defenderme de ambos ataques.

Juan suelta gruñidos animales, es bruto pero lento por lo que no fue complicado noquearle con un pequeño engaño lanzándole arena a la cara. Víctor es más delicado, tiene más precisión y es más rápido por lo que tuve que actuar más rápido; él entendió como esquivar las barreras y se lanzó hacia mi. No quería lastimarle por lo que tan solo dejé que esté arriba mío para girar quedando sobre él y darlo vuelta, cruzando sus brazos detrás de la espalda, inmovilizándole.

Intenté usar mi poder de alpha para calmarlos pero no sirvió, tan solo hizo llorar más fuerte a Emilia y enloqueció a Víctor, quien me gruñó y usó todas sus fuerzas para salir de allí.

Me está costando mantenerlo quieto por lo que usé el poder del agua para crear un agujero de arena debajo nuestro, hundiendo su cuerpo y luego colocando la arena encima, dejando que tan solo su cuello y cabeza estén fuera. De esa manera, lo inmovilizo aunque no parece que la está pasando bien por lo que acaricié su cabello mientras espero a que todo se solucione.

(...)

Ya pasaron tres horas pero los científicos no se despiertan y todos ellos siguen en sus mismas posiciones, con las mismas actitudes de antes. Quise quitarle el cable a Víctor y al resto pero me dolió mucho: incluso intenté quitarlo con agua pero eso parece lastimarles; empiezan a lloriquear y soltar quejidos lastimeros por lo que mejor les dejo en paz.

Falta una hora para que salga el sol y no se qué hacer. Desenterré un poco a Víctor, sosteniendo su cabeza a la fuerza para evitar que me muerda. Limpié su cuello y le mordí con suavidad, notando un sabor raro en su sangre. No supe entenderlo al segundo; él pareció algo más tranquilo pero por unos momentos nomás, volviendo a su locura normal.

En todos ellos noté cierto dolor; Emilia cayó desmayada al lado de Manuela. Creo que se quedó sin agua en el cuerpo tras llorar tanto.

Suspiré. Debo encontrar una solución. Me acosté boca arriba, mirando el cielo. 

-El agua de esta isla es lo que les "sana"; si les doy agua, ¿mejorarán?- murmuré y miré a los ocho seres de actitudes anormales-. No pierdo nada por intentarlo.

Me levanté, busqué una botella vacía y fui a la cueva para agarrar un poco del agua de allí. Volví al punto anterior, viendo a mi pareja casi fuera de la arena por lo que reforcé la fuerza y le di el agua a Víctor; está negándose a la botella y quiere morder mi mano, por lo que sostuve su cabeza, tomé agua y se la di directamente en su boca.

Repetí la misma acción varias veces, logrando calmarle de a poco. Saqué sus manos de debajo de la arena y metí su dedo índice dentro de la botella de agua, dejando que absorba todo por si mismo; eso logró que vuelva a la completa normalidad aunque terminó desmayado.

Busqué más agua en baldes y coloqué una mano de cada uno de mis amigos en el agua. Thomas dejó de levitar, Juan perdió su expresión amargada y ambas chicas parecieron tranquilizarse. En cuanto se acabaron todo el agua, ya tenían aspectos normales.

Aún así, no supe qué hacer con los extranjeros. ¿El mismo agua servirá? ¿Trajeron sus propias aguas mágicas? ¿Tendrán dedos-manguera o dónde les coloco el agua? No lo se.

Suspiré cansada y me acerqué a los médicos; parecen simplemente estar durmiendo. Controlé sus pulsaciones y confirmé mi teoría; tan solo están dormidos aunque en posturas anormales, pero ¿quién soy yo para criticar la normalidad de otros? Sonreí divertida.

Me acerqué a una mesa en donde hay cinco enormes conservadoras térmicas. Las abrí y revisé; encontré pan, leche en polvo, café instantáneo, té de tres tipos distintos, azúcar y otras más. Tomé una botella de agua mineral cerrada, calenté el agua del interior a la suficiente temperatura para que se mantenga caliente hasta que todos se despierten pero sin derretir las botellas.

Me preparé un té común con azúcar aunque lo enfrié con un pequeño hielo que formé en el mismo vaso descartable con té.

-¡Estoy viva!- gritó Manuela, despertándose.

Eso pareció despertar a Emilia, quien la abrazó con fuerza.

-¿Alguien me dice por qué estoy enterrado hasta el cuello pero con las manos fuera?- escuché la voz ronca de Víctor recién despertado.

-Me duele todo el cuerpo- Juan se levantó de a poco, estirándose completo.

-Y yo no sabía que dormir sobre arena era tan incómodo- se quejó Thomas.

Con ayuda del agua, liberé a Víctor y le di un suave baño para quitarle gran parte de la arena.

-Gracias- se estiró.

-¿Me acompañan a desayunar?- pregunté y se acercaron-. Calenté agua.

Hicimos nuestros desayunos y nos sentamos en la arena, mirando el amanecer.

-¿Alguno recuerda qué pasó ayer?- preguntó Juan-. Solo se que nos dieron el agua mágica de la isla china y de ahí todo es borroso para mi pero estoy mentalmente agotado.

-Creo que fui la última en verme afectada gracias a que tomé el agua última. Fue un descontrol total; Víctor se puso super agresivo pero intentaba controlarse, Juan fue super arrogante como si se las supiera todas, discutió con los médicos quienes intentaron sedarlos pero ambos brutos les clavaron las inyecciones a los mayores. Le pedí a Bella que venga y vi a Manu comenzar a retorcerse del dolor, le abracé, empecé a llorar y ya de ahí no se nada- mencionó Emilia.

-Solo se que cuando vine, Thomas parecía levitar recostado, Manu estaba dormida mientras Emilia lloró hasta desmayarse. A Juan lo noquee y a Víctor lo tuve que encerrar en arena- mencioné-. Y los japoneses siguen así desde hace rato.

-Cierto que estaban los asiáticos- Juan se acordó y les miramos-. Parecen meditar.

-A ustedes los desperté con agua de aquí, ¿tienen agua de allá?- pregunté.

Thomas se levantó y tomó tres botellas de agua de las conservadoras térmicas, destapándolas y dejándolas a los pies del trío, metiendo el dedo pulgar del pie dentro del agua. De sus dedos salió un tubito raro y empezó a absorber el agua, el chico inclinó las botellas y regresó con nosotros para seguir desayunando.

-Conclusión; no tomar aguas mágicas de otros lugares- sonrió divertido Thomas.

-Aún sigo pensando que concentrar y hacer polvo el agua es una buena idea para llevarla lejos- mencioné.

-Es una grandiosa idea que ya estamos probando- habló un médico robot levantándose del suelo-. Nuestros colegas orientales trajeron una máquina perfecta para el trabajo. Desayunen sus proteínas y les retiraremos los enlaces.

Los asiáticos cayeron desmayados y los médicos locos se despertaron.

-Estarán bien en un rato- avisé pero los médicos me ignoraron y fueron a atenderles-. Tan solo están dormidos, estarán mejor pronto.

-¿Tu has dormido?- Víctor me miró-. Estás a media taza de café de parecer un perezoso con los ojos achinados.

-Dormiré en cuanto llegue a casa, estuve de niñera.

-Lo sentimos- Emilia se mostró arrepentida.

-No solo por ustedes- reí-. Luego les cuento todo el drama.

-Yo creo que si le vendes tu vida a alguna industria de cine; tienen para hacer diez películas con una serie de al menos dos temporadas- mencionó Juan y reí.

-No es para tanto.


(Continuará...)

La HíbridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora