Capítulo LXXXII.

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-Entonces, ¿qué se supone que es esto?- suspiré, mirando mi alrededor.

-¿Esos son... Zombies?- habló Víctor, alzando su daga.

-Lo que me faltaba- alcé mis brazos al cielo-. ¿Es en serio?

Volví a mirar hacia adelante, en donde un grupo de seres que parecen parcialmente consumidos por la naturaleza, más rígidos que los conejos tras su actividad sexual y que de seguro no tienen olfato porque huelen de muerte.

-Ya, ese no es mi sector- suspiré y agité mis cadenas, pensando si guardarlas o no-. Yo combato con vampiros malvados, no con zombies o lo que sean.

-¿No deberíamos de correr o hacer algo? Se que van despacito, pero vienen hacia nosotros- indicó Emilia, señalando lo obvio.

-Llamaré a papá, por si acaso retrocedamos- hablé.

Desde hace al menos un mes, nos unimos al grupo humano que va en contra de los malos y llevamos dos semanas sin apariciones de vampiros enemigos, pero llevamos tres días con estos seres extraños que encajan en la definición de no-vivos sin consciencia.

-Oigan, no se detengan; deben derribarlos- nos encontramos con otro grupo de, como se hacen llamar ellos, "cazadores de bestias" aunque realmente los vampiros buenos y los licántropos hacemos el trabajo pesado.

-No es mi objetivo- suspiré y presioné mi auricular que llevo en mi oído al lateral de mi cabeza-. Manuela, ¿me escuchas?

No recibí respuesta por el otro lado.

-¿Manuela?- le volvió a llamar Juan, quien también nos acompaña-. ¿Thomas?

Tan solo escuchamos interferencia. Maldije por lo bajo.

-Vamos a ver qué sucede allí- habló con decisión Víctor, sacando su arma especial.

-Esperen, ¿qué dicen?- mencionó una muchacha del otro grupo.

Bajé mi máscara apenas; el olor de putrefacción de esos seres es fuerte pero no tanto como el aroma de la sangre.

-Yo entretendré a la peste, vayan allí. Cualquier cosa, griten- hablé, volviendo a subirme la máscara.

Juan, Emilia y Víctor asintieron, sacando algunas de sus armas para salir corriendo. Acomodé mi capucha y tomé postura de defensa; los zombies empezaron a correr detrás de los humanos y el grupo entero se paralizó.

Suspiré y estiré mi cadena, agitándola como un látigo.

-¡Corran!- indiqué.

Con la cadena, rodee a los tres zombies, alejándolos de los civiles. Ellos gimotearon e intentaron liberarse.

Extrañamente, por más que me acerque, parecen evitarme, como si no les interesara yo, tan solo intentan ir hacia los humanos comunes.

Suspiré y apreté las cadenas muy muy fuerte. Tomé mi daga y les corté la cabeza con algo de fuerza, cerrando mis ojos. Las cabezas en el suelo comenzaron a gritar mientras que los cuerpos cayeron al suelo sin más.

Tomé mi arma y les disparé en medio de entre las cejas, logrando que se detengan. Tanto los cuerpos decapitados como las cabezas comenzaron a llenarse de burbujas negras que crecen. Antes de que me de cuenta, explotaron, dejando manchas rojas y negras por doquier; se que huele a sangre podrida por lo que ni siquiera quiero quitarme la máscara.

Me giré hacia los humanos, quienes me miran sorprendidos.

-Vayan a sus hogares, recupérense mentalmente y pueden volver luego a la acción- hablé.

-Bella, tenemos problemas- habló Víctor por el auricular; siento su angustia desde lejos.

Musité una maldición y sin esperar más, bajé apenas mi máscara, permitiendo a mi mente conectar en dónde están mis amigos, corriendo hacia allí.

La HíbridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora