Capítulo LXII.

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Para cuando desperté, me dolía hasta el alma. Noté que todos seguían dormidos; levantándome con cuidado, caminé a la heladera.

Mi estómago gruñe a más no poder. Abrí la heladera, mirando los vasos; no dudé en tomarlo todo de golpe, aún tenía hambre pero me siento mejor.

No siento mi cuerpo entumecido pero me duele por dentro. Mis tripas aún suenan. Abrí el congelador, buscando carne o algo proteico; luego lo repongo.

Tan solo encontré un filete de carne congelado; tan solo una unidad. Suspiré, eso no será suficiente.

Subí de nuevo, buscando mi celular y el resto de mis cosas. Le di un pequeño beso en la frente a Víctor, haciendo que se despierte un poco.

-Iré a casa a comer, muero del hambre- sonreí apenas, hablando bajito.

Él estiró sus brazos, enganchándolos por detrás de mi cuello. Me bajó a su altura, tirando de mi hacia él, pegándome a su cuerpo. La tentación es mucha.

-Oye, tengo hambre. Déjame ir, por favor. Regresaré pronto- pedí.

Él estiró su mano, acariciando mi mejilla, dejando su muñeca en frente de mi boca. Joder, esto es doloroso.

-Oye, ten más respeto- murmuré y sonrió, quedándose dormido.

Le moví la mano para poder librarme de esto, tan solo logré que gire y se suba encima mío, abrazándome.

-No seas malo- le empujé para liberarme, haciendo que caiga al suelo, despertando a todo el resto, quienes tomaron postura de defensa-. Lo siento.

Ellos volvieron a acostarse y siguieron durmiendo. Víctor sigue en el suelo, durmiendo con tranquilidad.

Lo subí a la cama, tapándole.

Salí de la casa en silencio y fui a la mía, apenas cruzando la puerta. No hay ruido en casa, me dirigí a la cocina para abrir el congelador, encontrándolo vacío con una pequeña nota.

"Recuérdame ir a la carnicería; necesité todo para darle mi sangre a Bella - mamá".

Suspiré y miré el calendario, aún falta para víspera de luna llena. Me acomodé mejor las zapatillas y fui corriendo a mi verdadera casa.

Escuché a mi madre discutiendo con alguien en el living por lo que entré por la puerta trasera, abriendo el enorme congelador.

Tomé un par de pollos y media vaca; ambos sin cocinar. Busqué varias bolsas de sangre en la heladera y subí a mi habitación.

Allí está la otra mitad de la medicina; me la tomé y comí todo. Mi estómago se siente lleno pero sigo insatisfecha. ¿Qué podría comer ahora?

Escuché que tocaron mi puerta y me levanté de la cama para atender. Ahí noté que mi cuerpo ya se siente normal, sin dolor.

-¿Pasó algo?- mi madre sonrió al verme-. Estás un poquito manchada.

Sonreí avergonzada y rió.

-¿Aún tienes hambre?- preguntó y dudé que contestar-. Ven, te prepararé algo rico.

-¿Con quién hablabas hace rato?- pregunté, mientras salimos de la habitación.

-Problemas de adultos- rió-. En la manada están los más viejos asustados por posibles guerras.

-Sabes que eso no sucederá- hablé.

-Yo lo se, pero los mayores temen porque ya lo vivieron en un pasado.

-¿Y por qué discutirlo a esta hora?

-En realidad llevábamos toda la noche; recién terminó la llamada.

La HíbridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora