V de Vampiro.

Capítulo 13.

Viaje.

Mi investigación sobre Kirk avanza, mi hermano me hizo olvidarme del asunto de nuestro psicotío, y hacer un viaje a Escocia. Cuando niños, mamá nos llevó unos días allá, a ver los castillos, ruinas y demás. Simplemente es hermoso ese lugar. 

Y ahora, Keiler y yo nos encontramos en el tren, que inicia su camino hacia Escocia. Estamos en ese espacio del tren que son mesas y dos asientos, Keiler enfrente de mi. 

Yo miro por la ventana, y Keiler lee el periódico. —Kei, mira allá. 

—Es un lago creo— dice ante la belleza de paisaje que tenemos enfrente. Consta de un sistema de agua entre dos pendientes, el puente pasa sobre este y con ello, el tren. Gracias a esto, se nos permite ver el brillo del agua. 

4 horas y 30 minutos son las que paso admirando el paisaje. Y aunque sé que está mal, el chisme en la cabeza del vecino de mesa es interesante. 

"Se besó con el hermano de su novio" "Son gemelos, eso pasa a veces"

Ouhh, Gracias a dios, Keiler y yo no nos parecemos, pues sí, el es chico, yo chica. Pero si ambos fuéramos del mismo género, lo único que nos diferencia es el color de ojos, yo los tengo color avellana y el color miel. O también, el tiene un lunar en el pómulo izquierdo. 

Llegamos a Escocia, y directamente vamos a donde nos gusta, las ruinas. Un poco fuera de la ciudad, o incluso dentro de ella. Varios castillos del Siglo pasado, en ruinas. Eso me gusta. Las ruinas de Escocia son hermosos, aunque la palabra sea —Ruinas— sabiendo que aquí vivieron personas importantes y, sus casas están prácticamente destruidas, el lugar tiene una belleza sin igual. 

—¿Te acuerdas cuando fuimos a Stonehenge? 

La pregunta hace que mi hermano levante la cabeza y sonría ante el recuerdo. Teníamos 7 y fue el último viaje que hicimos con mamá. Ese día fue uno de mis favoritos. 

Pasamos unos días en la ciudad, y un día antes de volver, a mi loco hermano se le ocurrió la maravillosa idea de ir al campo y a todo ese espacio en donde no hay construcciones y pasar los últimos días ahí. 

Y como no, acepté. ¿Por qué de repente hacemos viajes y pasamos tiempo juntos? Esto me preocupa, y no solo por la rara actitud de Keiler, no puedo leer sus pensamientos, no puedo manipularlo y eso no me agrada. 

Pero tonta no soy, y el lo sabe. —Kei, ¿Me enseñas a cerrar mi mente? 

El voltea a verme desconcertado. —¿Qué de qué? 

—Ya sabes, cerrar mi mente, digo, como tú. 

El se acomoda y habla; —No es fácil, solo trata de no pensar en nada y luego cierra los ojos, no pienses en nada y ya, supongo. 

Lo intento, y cuando mi hermano me indica, abro los ojos. Trata de leer mi mente, y pienso sobre Kilian para ponerlo a prueba. —No lo leo, creo que ya. 

El campo es hermoso, hay unas rocas un poco grandes que funcionan como re-cargadera y ahí nos quedamos mi hermano y yo, En dos meses, 1901 llega y, con ello nuevos momentos. 

Cuando es más tarde, caminamos hacia una casa que vimos cuando veníamos, al parecer ahí vive una pareja anciana. Dos toques en la puerta para que un señor ya mayor abra. —¿Se les ofrece algo? 

—Sí... bueno venimos de otra ciudad y ya es tarde. ¿Nos dejaría quedarnos por una noche en su casa? 

Antes de que el señor contestara, una anciana llegó hasta nosotros y nos sonrió, dejándonos pasar. Nos invitaron a cenar y como no, aceptamos. En la mesa surgieron distintas preguntas; ¿Son pareja? ¿De donde vienen? ¿Qué edad tienen? entre otras. Asimismo, descubrimos que son pareja desde hace 70 años, tienen dos hijos mayores ya y les gusta el campo. 

Dalilah y Emmet, los ancianos que nos recibieron parecen buenas personas. Nos dejaron una habitación a mi hermano y a mi con una cama matrimonial. Recuerdo la primera impresión de la pareja, pensaron que éramos novios. Al parecer todos piensan eso. 

—Bueno, yo pido la cama, tu duerme en el sillón, Kei. 

Me adelanto a la cama, mi hermano se revuelve y niega. Se tumba a mi lado en la cama y aprovecho para abrazarlo un rato. 

—¿Has descubierto algo sobre el arco?— pregunto con curiosidad. El niega y pasa un brazo por mis hombros. 

—Duérmete. Mañana hablamos de eso. 

Asiento sin replicar, ya sé que si lo hago, no hablará. Es mi hermano gemelo. El último día de otoño lo pasamos en Escocia. Y como no, al siguiente día, por magia la nieve aparece. 

—Dalilah, la nieve llegó. 

Termino de bajar las escaleras con mi hermano atrás, Dalilah está en la mesa de la casa y Emmet está en la ventana. 

—Dalilah, Emmet, buenos días. Gracias por su hospitalidad, nosotros nos retiramos. 

—Cuando quieran, son bienvenidos. 

Sonrío y salgo de la casa seguida por mi hermano, Caminamos hasta un espacio alejado de la casa, y cuando estamos seguros que no hay nadie, usamos nuestra velocidad. Así llegamos a la ciudad, o más bien, a la estación del tren. 

—Escocia será uno de mis lugares favoritos, por siempre. 

—Y el mío, ahora sube al tren que luego nos deja.

[...]

Volvemos a casa, y lo primero que hago es tirarme en un sillón realmente cómodo. Ivy y Thor están en el establo que papá construyó hace tiempo. Pero tengo ganas de hacer algo, por lo que con Ivy, voy al pueblo. Thor y mi hermano me acompañan, será que va a otra cita. Ruedo los ojos y río inconscientemente ante el pensamiento. Gracias a mi vestimenta me permite cabalgar como me gusta y no como a la sociedad le gustaría que una mujer lo haga. ¿Cuándo dejarán esos pensamientos? 

—¿Cuándo es nuestro cumpleaños? 

Giro la cabeza a mi hermano ante la pregunta. —23 de febrero. 

En 4 meses cumplimos 22 años, y no sé que es lo emocionante, si con el tiempo perderemos la cuenta.

Bueno, olvidando eso, cuando llegamos al pueblo, dejo a Ivy en donde siempre, hay un lugar para que los caballos de todos tomen agua y coman. Huele asqueroso por ahí, por eso es que Keiler lleva a ambos. 

—Hola chica vampira. 

Salto de nuevo por el susto. —Dios mío Kilian. ¡Ponte un cascabel o algo! porque juro que si vuelves a hacer eso, me olvidaré que eres el Rey. 

—Ya ya, pues. Perdón. ¿Te invito un café? 

Miro a la cafetería, mi hermano está ahí con su creo que novia. Así que niego y lo arrastro hacia el parque o lo que sea ese lugar. —Mejor invítame un helado.