Alexander Hosk.
Cierro los ojos por el fastidio que siento al haber clavado mi vista en el farol. En mi mano sostengo un cigarrillo y lo observo antes de ponerlo en medio de mis labios.
Pienso en ella.
No en Erin.
Pienso en una mujer más especial e importante para mí.
Inhalo hondo y me decido a echar una calada. Necesito la nicotina en mí. Cuando logro la gran bocanada, siento lograr mi objetivo. La nicotina siempre termina relajándome y regulando mi estado de ánimo. Observo el humo que lentamente escapa de mis labios y me quedo allí como si quedase bajo un hechizo. No debería estar fumando, pero el tabaco es el único vicio que no he podido dejar hasta el momento. Me resulta demasiado difícil y cuando creo poder mantenerme, mi cuerpo me obliga a encender otro. Echo otra calada y me acomodo sobre la banca, más tranquilo.
Mi mente en calma y cuerpo relajado son interrumpidos por una expresión triste que viene a mí.
Esta vez, si pienso en Erin.
Había estado bien hasta que ella había vuelto a invadir mi espacio. Tiene una extraña forma de ser que tan solo su voz ya me quiere revolcar todo para después dejar un leve cosquilleo que, a decir verdad, me parece demasiado incómodo.
Erin empezó a invadir mi espacio cuando yo tenía once años, ella estaba en sus nueve años. Antes de eso, yo era un chiquillo muy del corriente, me mantenía jugando con papá y disfrutaba la vida como cualquier mocoso sin preocupaciones lo haría, pero eso cambió.
Fue una tarde en la que yo tenía un partido de futbol, le pedí a papá que fuera a verme y cuando él iba de camino dos hombres armados intentaron robarlo, cumplieron con su objetivo después de un forcejeo, forcejeo que hizo uno de esos hombres encañonara su arma contra mi padre. Papá quedó gravemente herido, por más de que los médicos se esforzaron no pudieron hacer mucho pues uno de los cuatro impactos le dio en la cabeza y esto lo envió a caer en un estado vegetativo.
Papá estuvo por casi dos años en ese estado. Pasaba los días en una habitación, siendo cuidado por enfermeras, dependiendo de varias máquinas e incluso siendo alimentado por un tubo. Me parecía horrible, humillante y degradante verlo de esa manera. Mamá lloraba en otra de las habitaciones y yo empecé a guardar silencio, buscando una calma que me alejara del moribundo y la mujer en pena.
A veces pienso en que, si no hubiese invitado a papá a ese partido, él aun estaría con nosotros. Pienso en que papá no debió ser tan cercano a mí, pienso que él debió mantener la distancia como lo hacen la mayoría de padres que he conocido, en especial los del Royal que son padres que se encargan de sus negocios y dejan de lado a sus familias. Es estúpido quejarme de haber tenido un buen padre, pero si él no hubiese sido tan cercano a mí, nunca habría terminado en aquella calle donde lo robaron y le quitaron gran parte de su vida.
Para ese tiempo empecé a hablarme con el hijo de los Loughty, Nick, quien era bastante jovial en comparación a mí. Nick no quería hablarme de mi padre, de cómo me encontraba o qué pensaba de lo sucedido, él solo quería que jugáramos con la consola y eso me hizo demasiado bien. Quería que todos me trataran como Nick, quería que todos dejaran de tratarme con lastima o me miraran como si supiera que perdería a un gran motor de mi vida. Creo que por eso Nick es quien más me agrada del Royal.
Un día Nick no llegó solo a casa, sostenía la mano de una niña que parecía su copia exacta, pero con cabello más largo y con un bonito ondulado.
—Ada ha salido hoy y Erin no quería quedarse con Yaya. —él me explicó— ¿Puede quedarse con nosotros? —preguntó, señalando a la niña a su lado.
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Mi vecino del Royal
Teen FictionUna chica que teme ser abandonada y un chico que siente debe abandonar a todos. Erin cree que su único propósito es mantenerse guapa, ser educada, agraciada y conseguir un esposo. Alexander cree que lo mejor para Erin es mantenerse lejos de él y no...