Capítulo 22.

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Dos semanas han pasado y Erin definitivamente pierde la cabeza cuando de hacer compras se trata. Se nos ha ido la mano comprándole juguetes a Bugs, incluso le hemos comprado un árbol rascador de tres pisos. Bugs apenas y les presta atención a las cosas, creo que no le importan y pasa de todo eso, a veces se entretiene con mis llaves o el cabello de Erin, otras veces solo se queda en su regazo, Bugs es quien decide cuándo quiere que lo acaricien.

A Bugs le gusta pasar más tiempo con Erin y eso lo noto en las noches cuando los tres pasamos tiempo juntos, muy de vez en cuando si recibo de su atención, no hacemos mucho, él solo se sube a mi hombro y se queda allí. Aunque tiene su cama, dos o tres de hecho, le gusta seguir durmiendo conmigo.

—Bien, Bugs. —Erin le dice al que ya es dueño de mi almohada— No regresaremos tarde. Hoy es noche solo de Buster y Babsy. —y sigue con eso, creo que solo lo sigue diciendo porque sabe que me parece muy ridículo y vergonzoso— Es tiempo de retomar aventuras.

—¿De qué aventuras hablas? —le pregunto mientras termino de cambiarme— ¿De ir a la piscina?

—De ir a cenar, Alexander.

Me rio— Ya lo sé. Pero no está mal retomar lo otro.

Ella me mira divertida y se pone la chaqueta antes de salir de la habitación. No vamos a ningún restaurante o centro comercial, iremos a casa de Brent. Erin me ha dicho que creía mi madre era una de las dos personas con las que había consultado lo de si aceptar el trabajo o no, le he dicho que no, que a quienes les pregunté fue al viejo y mi amigo. No sé cómo, pero terminé diciéndole que fuéramos a conocerlos, ellos ya saben de ella, me gustaría que se conozcan.

—Alexander. —ella me llama desde el garaje— ¿Qué es lo que le tienes que arreglar a la moto?

Caminando hasta allí, respondo sin pensar— No necesita ningún arreglo —digo y me arrepiento inmediatamente.

Ella me mira cuando me adentro al garaje— ¿Entonces? —pregunta, tomando un caso— ¿Esta vez podemos ir en moto?

—No, es mejor ir en taxi como ya lo habíamos acordado.

—¿Por qué pagar cuando tú puedes conducir?

—No quiero hacerlo.

—¿Por qué no?

Son demasiados recuerdos que pesan.

Erin mira la moto como si buscase placer y adrenalina. No me da tiempo de seguir hablando, convencerla o explicarle la situación, ella solo toma un casco y me lo pasa mientras me dice que me espera afuera.

No sé por qué no lo pienso bien. Al darme cuenta ya estoy subido sobre la Kawasaki de color negro que mamá creyó sería el regalo que me hiciera volver a casa cuando estuve en las calles, lo cierto es que solo sirvió para tener un medio en el cual alejarme cada vez más.

Estaciono al lado de Erin, ella sonríe, moviéndose de un lado a otros sobre el lugar, luciendo más emocionada que nunca. Yo tengo ganas de morirme al recordar la última vez que la manejé.

—¿No crees que es incómoda para dos personas? —le pregunto, buscando que abandone la idea de que la lleve en moto.

—No, es perfecta. —dice, poniéndose el casco. Antes de subirse me mira— Estaremos bien.

Ruego que si hay un Dios que me escuche, que por favor regresemos los dos a casa con vida.

La ciudad, las luces, el tráfico, el cielo, el clima, absolutamente todo se siente y ve diferente cuando montas una moto. Erin se aferra a mi torso con sus brazos mientras sus muslos aprietan mis caderas. Mi mente sigue tratando de mantenerse en el presente y no en el pasado mientras voy avanzando por las calles. El viento traspasa con fuerza y velocidad por nosotros, no sé si siento calarme hasta los huesos por frío o por el terror que me produce el recordar la última vez en la que decidí tomar la moto, desconociendo que regresar y subirme en esta iba a ser el peor error que cometería esa noche.

Mi vecino del RoyalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora