Capítulo 19.

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Erin Loughty.

Tiene los ojos azules, las canas adornan la coronilla de su cabeza, el bigote bien peinado y las arrugas como recuerdo de cada año vivido. Me pregunto qué ha pasado con él, me pregunto por qué dejó de ser mi nonito lleno de vida a convertirse en un silencioso huésped de una de las habitaciones. Apenas y lo vemos o podemos cruzar palabras con él, lleva mucho tiempo pasando los días con una carga encima que parece agobiarlo noche tras noche. Me pregunto si ha pensando en liberarse de eso porque que duro debe ser complicarse la vida sin saber cuándo la pueda perder.

—Te vez más feliz. —me dice, sentándose diagonal a mí— Y ese es el mejor halago que alguien alguna vez podrá hacerte.

Le sonrío— Estoy feliz de que me acompañes a cenar —y sé que lo ha hecho para no dejarme sola en comedor ya que mis padres aún no llegan y Nick ha tenido que salir.

—No es solo eso, no es solo hoy. Llevo días viéndote, estás diferente, no sé a qué se debe —me mira divertido— o a quien se debe.

—Se debe a ti, se debe a tu presencia.

—Claro, mi niña. —se ríe y apoya el mentón sobre sus manos que se apoyan en el bastón— El chico. —empieza— Alexander. ¿Es un buen chico?

No me detengo a preguntar el por qué cuestiona eso, solo respondo— Lo es.

—Bien. —aquello parece bastarle— Su padre también era bueno, su abuelo no tanto, pero César... él era muy bueno.

—Es una pena no haber hablado con él antes del accidente. —dejo los cubiertos a un lado y me concentro en la conversación— ¿Por qué los Loughty y los Hosk han tenido tantos altibajos en la relación que ha tenido por años? Digo, tú conociste al abuelo de Alex y también a su padre, pero nosotros casi no interactuábamos con ellos, no como lo hicimos con los Page o los De Sousa, después si empezamos a hablar, pero entonces todo volvió a ser lo que era en un principio y no hubo más comunicación. Hasta ahora es que las dos familias vuelven a hablar, ¿a qué se debe eso?

Me mira y se pone de pie— Termina el desayuno, Erin. —me aconseja, pero antes de marcharse vuelve a dirigirse a mí— Todos, de forma directa o indirecta, hemos dañado la vida de alguien, pero fingimos que nada ha pasado. Hay cosas que quizá nunca se puedan perdonar, pero quizá podamos hacer algo para arreglar lo que dañamos.

Él se aleja sin más. Creo que todos sabemos que en cada casa se ocultan varios secretos, unos que involucran a varias familias y otros que son más personales, pero hay algo aquí en el Royal que solo lo conocen nuestros padres, algo ocurrió que terminó involucrando a los Hosk, pasando por los Page, De Sousa y siendo descargado en los Loughty. Tal parece que los hijos tendremos que descubrí eso o fingir que una familia no terminó realmente dañada por ese algo.

Termino mi cena y me dirijo a la cocina. Yaya lava los platos por mí y le digo que ya puede irse a descansar, pero ella me hace saber que hasta que el último de nosotros no cene, ella no se irá.

—No te merecemos —le digo.

Ella se ríe— Ay señorita, Erin. Sí usted escuchará las quejas que dan las empleadas de las otras familias entendería porque yo soy tan afortunada de trabajar para ustedes.

Me acerco y la abrazo— Somos nosotros los que tienen la suerte de tener, Yaya. Aunque no todo es perfecto, nosotros tenemos a Nick.

Ella se ríe, sabiendo que quise darle a entender que no ha sido fácil convivir con el muy enérgico— Incluso tengo suerte de que él sea bueno conmigo.

Me quedo unos minutos más hablando con Yaya y después decido prepararme un café. Pongo dos cucharadas de café, azúcar y cacao en un vaso.

—El agua —caliente dice Yaya, pasándomela.

Mi vecino del RoyalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora