Capítulo 4.

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Es domingo, lo que quiere decir que papá y mamá están en casa. Ellos realmente invierten muchas horas en trabajo, a veces no lo entiendo, son inversionistas, tienen varios negocios, podrían estar perfectamente en casa, pero ellos insisten en estar al frente de todo. Papá sobre todo al pendiente que Valeurs y mamá de su inmobiliaria.

Hace un par de días que no voy a casa de Silvana porque ella ha estado sacando tiempo para su esposo, lo que significa que llevo los mismos días sin ver a Alexander. Nick se ha reído de que en serio me haya esperado, pero igual le agradeció. El muy prudente de mi hermano le dejó mi cuidado al otro solo para poder ir a una fiesta. Que bonito.

Bajo las escaleras y saludo a mamá para después sentarme al lado de Nick quien parece ya está por salir.

—¿A dónde vas? ¿Qué vas a hacer?

Perdón a mi hermano que siempre ha tenido que soportarme.

—Iré a ayudarle a Alexander.

Apenas el nombre es mencionado desisto de querer saber más.

—¿Qué Alexander? —pregunta mamá.

—Hosk.

—Oh, claro. Están haciendo algunos cambios en esa casa. —mamá empieza su desayuno con trozos de piña— Erin, deberías ir —propone.

—¿Por qué debería ayudar a Alexander?

Me sorprende mi actitud a la defensiva. Mamá entrecierra los ojos sin entender el porqué de mi pregunta.

—Me refiero a ir a la casa. Ir a ver lo que hay allá. —toma otro trozo de piña y se debate en si continuar o no con la conversación— He escuchado que guardarán ciertas cosas y sabes que lo que va a cajas generalmente termina en la basura o almacenándose por años hasta que el mismo tiempo los destruye.

—¿Qué insinúas?

—Bueno, hace varios años que te escuché hablar de cierta cajita musical y sé que Viviane no tiene pensado conservarla.

—¡No me digas que la va a botar!

—No he dicho eso, Erin.

—Es lo que me has dado a entender.

Mamá y Viviane son realmente muy buenas amigas y muy de vez en cuando se reúnen solo las dos para beber y hablar, por ello la una sabe tanta información de la otra. Así mantienen a las familias informadas.

—Ella recuerda esa cajita musical que tanto te gusta y me habló de ello. Tal vez, solo tal vez y por decisión propia tú deberías ir si la quieres. —antes de que yo empiece a hablar, mamá vuelve a tomar la palabra— Y por favor se prudente, Erin. No llegues allá a decir que yo te he enviado.

Miré a Nick— ¿Puedo acompañarte?

—Cómo quieras.

La verdad es que me hace ilusión el pensar que podría conseguir ese objeto después de tantos años. Es una mini cajita musical de madera que cuando empiezas a mover una palanquita, se escucha la melodía de un piano. También es especial porque Viviane dibujó allí la silueta de Alexander, Nick y de paso, la mía.

Recuerdo aquel día. Viviane estaba muy triste, más que cualquier otro día. Le dolía ver a su esposo postrado en una camilla en estado vegetativo y observar como su hijo iba perdiendo el ánimo de todo por ya no poder compartir con su padre. Estábamos en su cuarto de pintura, siempre he sabido que a Viviane le gusta pintar. Ella dijo algo como: «De alguna manera, Alexander es un poco mejor cuando ustedes vienen a casa» y yo le seguí con un: «Es solo que le gusta jugar mucho con Nick» y aquello era cierto, Nick y Alexander se llevan dos años, pero cuando de vídeo juegos se trataba parecía que los dos fueran unos completos veteranos con muchísima experiencia. Viviane me sonrió y tomó la caja músical, sabía que me gustaba cuando la melodía empezaba a sonar. «Tu presencia aquí también es buena, Erin» dijo y empezó a dibujar las siluetas, yo en medio de ellos dos como nunca lo he estado. Yo siempre he estado a un costado, pero en aquella cajita, yo estoy siendo abrazada por los dos.

Mi vecino del RoyalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora