Capítulo 21.

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Alexander Hosk.

Mis pasos son apresurados en las oscuras calles. El aire se condensa en mis pulmones casi que volviéndose vaho al salir. Me respiración es apretada, los músculos en mis pantorrillas ya duelen ante el esfuerzo. Paso a paso y sin bajar el ritmo al fin logro llegar a mi destino.

Toco sin descanso a la puerta, una y otra y otra vez hasta que finalmente veo que una luz se enciende. Caleb abre la puerta, frotándose el rostro y haciéndose a un lado.

—Háblalo —es lo primero que me dice

—¿Lo tienes? —le pregunto, lo agitado que me encuentro es posible de notarse en el movimiento de mi pecho y en la forma que sale mis palabras— ¿Lo conseguiste? ¿Te lo han dado o ya no lo tenían?

Él frunce el ceño— ¿Vos en serio me levantaste para esto? No me jodas, Alexander. —me mira— Y viniste corriendo, jodido loco.

—Caleb. —insisto— ¿Lo tienes?

—No entiendo el repentino cambio. Hace unos días vos ni te interesante cuando vimos el cartel y ahora, me escribes durante todo el día y vienes a mi casa cuando ya estoy durmiendo, completamente desesperado por tenerlo. ¿Qué es lo que te está pasando?

Me rasco la nuca, molesto, pero tratando de que mi cuerpo se recupere— Hace nada que salí del trabajo, por ello no pude venir antes. —le explico el motivo por el cual me presento a tan altas horas de la noche en su casa— Así que, ¿tienes lo que te pedí? —le pregunto, más tranquilo.

—Que sí, en la tarde te dije que lo conseguiría, no soy ningún chichipato.

—Perfecto, ¿en dónde está?

—Primero. —se interpone antes de que me adentre más a su casa— ¿Por qué lo quieres? Tengo que pensar en su bienestar.

—Lo iban a botar a la calle, yo le doy un hogar, ¿no es eso suficiente?

—Hay cuidados, cariño, atención. —me mira— Vos no es que estés muy cualificado para eso.

Suspiro— Voy a cuidarlo, lo prometo.

—¿Las primeras intenciones del cambio de pensamiento?

Aprieto los labios, tengo que decirle la verdad— Por molestar a mamá. Ya acepté algo de ella, ahora que ella acepte algo mío.

Caleb tuerce el gesto— Que inmaduro, Alexander. —me encojo de hombros y él señala el camino a su habitación— Allí lo he dejado.

—Gracias. —antes de encaminarme, lo miro— Y también porque sé qué hará feliz a Erin —suelto rápidamente, casi que en un murmullo para después apresurarme a entrar a la habitación.

Escucho la carcajada de Caleb y lo veo seguirme— ¿Por hacer feliz a Erin? —se ríe, más alto— Vos si es que sos la patada, Alexander.

—Lamentable, lo sé. Espero esto no acabe mal.

—Ay papi, te traen cortica la correa.


No le diré a Erin que es el amor de mi vida, tampoco llegaré a decirle que he estado enamorado de ella toda mi vida y que soy demasiado afortunado por tenerla como mi vecina, que siempre me he sentido bien con el hecho de que ella me diera una oportunidad de por lo menos ser amigos. No voy a confesar todo un amor por un par de besos, pero tampoco quiero darle a entender que lo que ha pasado no ha importado porque lo cierto es que, si ha tenido valor y aún, yo con estás ganas de querer correr de todos, he querido solo quedarme y conocer qué más podría llegar a pasar.

Mi vecino del RoyalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora