Giancarlo había quedado perplejo ante la pregunta de Cloe, no estaba preparado para responderlo y tampoco quería recordar el pasado, no quería recordar momentos tan desagradables y dolorosos para él.
Esos recuerdos y esa persona, él los había enterrado en lo más profundo de su ser, y no quería remover ninguna fibra dolorosa. Por que eso es pasado y se debe quedar como lo que es "pasado".
—Solo lo practiqué y me gustó un día. — contestó él acariciando el rostro de Cloe. Sin embargo esa chiquilla no era tonta y sabía que algo había pasado por la reacción tan repentina de Giancarlo por su rostro tenso. Había entrado a un terreno peligroso y al parecer no muy agradable para él.
En ese momento en que ninguno de los dos volvió a hablar solo mirándose a los ojos, llegó Leonardo junto con Isabela al club.
—Pensé que ya no vendrían. — bromeó Giancarlo sonríendo al igual que Cloe, mientras Leonardo saludó a Cloe y tomó asiento en el sofá frente a ellos con Isabela a su lado.
— ¿Has venido alguna vez a un lugar como este Isabela?— Preguntó Giancarlo con una sonrisa pícara llevando su bebida a sus labios sosteniendo a Cloe sobre sus piernas.
Isabela negó moviendo la cabeza.
—No nunca Giancarlo, esto es algo nuevo para mí. — confesó la rubia un poco tímida.
— ¿Van a jugar?— Giancarlo posó su vista en su amigo, quién negó moviendo la cabeza.
—No, solo vamos a observar un poco.
Diciendo eso apareció Orlando, el dueño del club quien saludó a Giancarlo y Cloe a quien ya conocía.
Y luego posó su vista en Leonardo y en su acompañante, entablando una conversación un poco subido de tono que molestó bastante a Leonardo.
Mientras tanto Leonardo seguía hablando con Orlando, Giancarlo sujetó a Cloe del rostro para devorarla de un solo bocado como tanto le gustaba, esa noche estaba demasiado hermosa para su desgracia y solo quería hacerle mil cosas sucias.
Cloe alucinaba cuando Giancarlo se comportaba de esa manera, en todo el tiempo que llevaba con él se había dado cuenta que le excitaba el sexo duro, lo tosco y bruto que era Giancarlo con ella en la intimidad, pero sin dejar de hacerle el amor. La posesividad con la que la tomaba la volvía loca de placer.
Cuando se despegaron ya no había rastros de Leonardo ni de nadie, solo estaban ellos dos en el salón vip.
—Nunca te pregunté esto mi amor pero...— Giancarlo sonrío travieso pasando su dedo índice por el escote de Cloe tocando parte de sus pechos, esos pechos que lo volvían loco, erizándola completa.
— ¿Sabes orar?
Cloe enarcó una ceja, porque no entendía a que se estaba refiriendo.
Giancarlo sin borrar la sonrisa tomó la mano de Cloe para levantarla de sus piernas. Ella aún seguía sin entender a qué se estaba refiriendo Giancarlo.
—Contesta mi amor, ¿Sabes orar?
— ¿En un club me preguntas eso?— contestó ella enarcando una ceja.
—Es el lugar indicado, practiquemos a ver qué tanto sabes hacerlo. — dijo señalando con su dedo el suelo y fue ahí donde cayó en cuenta a que se estaba refiriendo, ella sonrió negando.
—Sé una buena chica y arrodíllate. — ordenó Giancarlo excitado, su miembro latía debajo de su pantalón, duro, tieso, caliente.
Ella sin dudarlo fue doblando las rodillas hasta quedar frente a él entre sus piernas, esas piernas largas y gruesas que poseía Giancarlo por su increíble altura, y su verga le hacía honor.
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Dulce Capricho
Roman d'amourPara Giancarlo D Luca todo lo que se trate de una mujer significa un juego, ¿entregar el corazón? No está en sus planes, incluso cuando la mujer más noble y hermosa aparece ante él y le ofrece lo mejor de ella, su amor. ¿Pero sería capaz de do...