Capítulo 20 Mía

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Cloe tomó de la mano a su apuesto jefe e ingresaron al ascensor apenas esa pequeña y lujosa caja metálica se cerró Giancarlo aprisionó a Cloe con su gran cuerpo sorprendiéndola y haciéndola vibrar, ella de aferró a su cuello y se fundieron en un delicioso y fogoso beso.

—¡Ah!— Gimió ella de pronto sin poder evitarlo, mientras que Giancarlo sintió una descarga directo en su hombría, sintió desfallecer.

    Sus labios se fundían como si estuvieran hechos el uno para el otro, D Luca con una mano la sujeto de la cintura y con la otra paró el ascensor.

—¿Qué, que haces?—balbuceo Cloe, pero el no le permitió replicar y siguió besándola, ambos estaban en una nebulosa gigante y no querían bajar de allí.

   Finalmente se despegaron, Gian apoyó su frente en la de ella mordiéndose los labios, sus respiraciones eran aceleradas.

—Quiero hacerte mía.—confesó sincero. Cloe entreabrió los labios para poder respirar mejor.

   Se mordisqueó su labio inferior atrapándolo entre sus dientes, ella también quería, sentía morir de necesidad, y no era precisamente por estar con un hombre ya que eso ella nunca necesitó, no, era la necesidad de estar con él, con Giancarlo DLuca.

—Pero quiero sentirte segura, quiero que lo hagas porque quieres no por el momento de calentura.—ambos se miraban fijamente, él perdido en el verde azulado de sus ojos y ella perdida en sus brillantes ojos azules.

—Quiero—confesó finalmente.

—Lo deseo Giancarlo, necesito que me hagas tuya, como quieras. El tragó grueso ante semejante sinceridad. Sonrío travieso.

—Muero por comerte Cloe. Confesó descarado, pero lejos de molestarla solo la excitó más.—Pero te quiero en mi cama, en mi habitación, en mi casa.—su estómago se revolvió, su pulso de aceleró, realmente iba a pasar, algo que tanto se negaba, algo que no quería que pasara, ahora lo estaba anhelando, lo estaba necesitando como el agua para saciar su sed.

—¡Vamos!—pidió ella temblando, Giancarlo no estaba mejor, todo su cuerpo vibraba, era una sensación nueva, extraña, jamás sentida, jamás vivida. Jamás se imaginó que esa loca quien le había rociado un aerosol en sus ojos, le estaría volviendo loco de deseo.

   Puso en marcha de nuevo el ascensor y bajaron hasta el estacionamiento tomados de la mano hasta, a él no le importaba nada, quien los veía, quien murmuraba, solo le importaba ella.

   Le abrió la puerta trasera del auto ya que De Luca traía a chofer.

   Al subir de nuevo le devoró la boca con hambre, Luke no podía creer lo que veía a través del retrovisor, abrió los ojos lo más grande que pudo al ver como su jefe le comía la boca a esa pequeña y frágil mujer.

   Finalmente Luke carraspeó y a duras penas se separaron la pareja que iba en el asiento trasero del auto.

—¿A dónde señor?—preguntó Luke intentando disimular su rostro de satisfacción al ver a su jefe con su secretaria, con esa mujer que tanto él juro  no tendría nada, tachándola de loca.

—A mi casa Luke.— habló sin más con la voz totalmente ronca sin dejar de mirar a Cloe. Ella por su lado agachó la mirada apenada de que el chofer la haya visto en esa situación.

—Eres hermosa nena.—susurró Giancarlo muy cerca de su rostro, acariciándola con sus nudillos.

—Me lo voy a creer señor.— intentó bromear ella mientras que Giancarlo enarcó una ceja sonriendo de lado.

—¿Señor?—Cloe sonrió apenada, entonces el se acercó a su oído.

—Guarda lo de señor para más tarde cuando te tenga debajo de mí gritando una y otra vez mi amor.— susurro mordiendo el lóbulo de su oreja, automáticamente ella apretó las piernas y se miraron fijamente, en los ojos de Cloe había un poco de miedo pero a la vez deseo, y en los ojos de Gian había pasión, deseo y una inmensa ternura, jamás la lastimaría, la trataría como lo que es, una reina.

Dulce CaprichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora