Capítulo 24. Solo un capricho

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   Cinco meses ha pasado desde la muerte de la madre de Cloe, aunque todavía había veces que se deprimía Giancarlo hacía todo por verla sonreír.

   Cloe pasó una semana entera sin querer ver a nadie, solo lloraba sin consuelo, no quería salir del cuarto de su madre, se sentía sola y vacía, pero poco a poco fue dándose cuenta que la vida debía continuar y que estaba siendo egoísta con Giancarlo ya que él hacía todo por ella, cada día le llevaba un ramo de rosas distinta y una caja de bombones de esos que a ellas le gustaban tanto. Se quedaba a dormir con ella consolándola, acariciando su piel, su pelo, su delicado cuerpo, queriendo sentirla más, pero no era el momento para  eso.

   En cuanto a María, Giancarlo le había dado trabajo en su empresa en el departamento de limpieza, estaba más que feliz pues tras la muerte de la madre de Cloe había quedado sin trabajo.

 —Cloe puedes venir un momento.— pidió D Luca a través del teléfono, sacandola de sus pensamientos, ella suspiró hondo pues cada vez que él la llamaba pidiendo que vaya junto a él, su pulso se aceleraba, su corazón y algo más abajo le palpitaba, ese hombre la afectaba demasiado con solo mirarla, hablarle o siquiera rozarle la hacia vibrar como nadie jamás. Se mordió ligeramente el labio inferior, alisó su ajustada falda y ese día solo traía unas ligas en color negro, y no traiga bragas.

    Entró lentamente a la oficina de su jefe, y él levantó la mirada, repasándola de pies a cabeza, sonriendo de lado.

 —Me llamo señor.— preguntó ella bajito.

 —Ven aquí.— Giancarlo estiro su silla hacia atrás y palmeó su pierna para que Cloe se sentará ahí, caminó nerviosa y temblando, ese hombre la ponía mal.

 —¿Qué te sucede?— preguntó él con la voz ronca, sabía lo que provocaba en ella, como la hacía temblar, porque él también se sentía así por ella.

 —Nada.— contestó ella bajito mientras él le acariciaba  el cuello con la punta de su nariz.

 —Eres tan receptiva a mí pequeña.— susurró ronco y sensual.

 —¡Gian!— gimió ella clavando sus uñas en la palma de su mano.

   Giancarlo giró el rostro de Cloe con una mano para comerla en un apasionado beso.

    Hacía más de una semana que no tenían un encuentro sexual porque Cloe había estado con su periodo mensual y Giancarlo se estaba muriendo, sin embargo Cloe ya había finalizado su periodo y estaba más caliente y deseosa que nunca es por eso que ni rompa interior quiso ponerse ese día.

 —¡Te deseo mi amor!— susurró Giancarlo sin dejar de besarla.

 —Yo también.— contestó ella sin ningún pudor.

   El comenzó a tocarla sobre la ropa, ella no se quedó atrás e hizo lo mismo desprendiendo con las manos temblorosas los botones de la impecable camisa de su jefe, sin dudarlo llevó sus labios al cuello de su él y comenzó a dejar besos y mordiscos ahí.

 —Nena.— gruñó él, al sentir los mojados y carnosos labios de su secretaria recorrer su cuello.

   Giancarlo introdujo sus dedos entre el cabello de Cloe y jaló de ella para ahora ser el quien atacaba su cuello con hambre y deseo.

   Cloe estaba completamente mojada, Gian sin dudarlo comenzó a meter la mano por debajo de su falda, y ella comenzó a temblar, pues se daría cuenta de que no traía bragas, llegó hasta las ligas y se miraron fijamente.

 —¿Qué es lo que traes puesto pequeña traviesa?— él sonrió de lado y ella se mordió los labios.

   Siguió metiendo más la mano hasta llegar a su depilado y suave coño, Gian apretó los dientes y gruñó ronco al descubrir que no traía nada.

Dulce CaprichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora