Una semana ha pasado desde que Cloe ha cambiado de puesto, de auxiliar en informática paso a ser la secretaria del hombre más importante de D Luca Company, el mismo dueño.
Cloe aunque no muy entusiasmada ya le estaba agarrando al toro por los cuernos, como lo había dicho Giancarlo ella era muy inteligente y bastó solo un día para aprender todo lo que hacía una secretaria.
Lo único que le motivaba a seguir ahí era que su salario aumentaría en un cuarenta por ciento, y estaba más que feliz por ello, ya que era una grandísima oportunidad para poder mantener a su madre, incluso había pensado en la posibilidad de dejar de trabajar en el club ya que esto la estaba matando, y su simpático jefe ya le había dicho que debía acompañarlo a viajes y asuntos que requieran su presencia, Cloe sabía que era una excusa barata para tenerla las 24 horas con ella pero que podía hacer necesitaba ese trabajo más que nunca, y además ya sabía domar muy bien a su encantador jefe, nótese el sarcasmo.
Pero tener que verlo cada día, más veces de las que ve a su madre en todo el día era la muerte para ella, por dos motivos, la primera quería ahorcarlo y tirarlo por la ventana por idiota y la segunda y la peor era que quería montarse sobre él al verlo así cada día con su traje a medida, con su pelo tan bien peinado y de cuándo en cuando un pelito rebelde le caía sobre su frente, con esos hermosos ojos tan penetrantes cuando la miraba y muchas veces ya le había pillado observándolo embobada.
Su jefe era demasiado puntual, algunas veces llegaban al mismo tiempo, otras veces llegaban apenas unos minutos después de ella.
Como hoy que acababa de llegar diez minutos antes de las siete de la mañana. Cloe ya le tenía su café listo en la mesa como aprendió a él le gustaba, fuerte con una pizca de azúcar, fuerte como el, pensaba la descarada.
Al llegar solo paró frente a su mesa le sonrió como solo él lo sabe hacer y saludó a Cloe.
—Buenos días señorita Adams. Su voz era ronca, su sonrisa brillante.
—Buenos días señor D Luca, ¿como amaneció el día de hoy? La ironía en la voz de Cloe lo notaba cualquiera.
Respiro hondo sin borrar esa mueca divertida, pero es que Giancarlo disfrutaba ir a la empresa desde que ella se convirtió en su nueva secretaria.
—Exageradamente bien, ¿Y usted señorita? Ella negó levantando ambas cejas. —Mmmm a ver, apoyó su dedo índice sobre sus labios simulando que pensaba...Hace aproximadamente una semana odio venir al trabajo, solo lo hago porque mi jefe me aumentó el salario y lo necesito.
— ¿El dinero o a su jefe? Bromeó Giancarlo...—Ya quisiera que lo necesitará a usted ¿verdad?
D Luca movió ambas cejas divertido. Cloe negó... —Para su información señor yo tengo quien se ocupe de mí muy bien hasta dejarme bien satisfecha. Contestó altiva.
Giancarlo cambió su semblante a uno serio...—Necesito saber que tengo pendiente para hoy. Exclamó de pronto y se dirigió hacia su oficina. Cloe soltó una risita.
Cloe dos, idiota cero. Susurró...— ¡Ahora! Grito Giancarlo. Cloe brincó de su silla para sujetar su iPad y caminar detrás de él con sus tacones de aguja, y su falda tubo en color gris. Camino regia, Giancarlo abrió la puerta dejo que ella pasara primero. Ella se embriagó con su aroma tan varonil, el quedó extasiado con su delicioso aroma a fresas.
—Bien señor tiene una vídeo conferencia con su hermano a las 9 de la mañana. Giancarlo tomó asiento, observando su tasa humeante de café y sonrío feliz, Cloe siempre ya lo esperaba con su café, ¿Esta mujer tendrá algo de imperfecto? Pensó.
ESTÁS LEYENDO
Dulce Capricho
RomansPara Giancarlo D Luca todo lo que se trate de una mujer significa un juego, ¿entregar el corazón? No está en sus planes, incluso cuando la mujer más noble y hermosa aparece ante él y le ofrece lo mejor de ella, su amor. ¿Pero sería capaz de do...