Capitulo 35 Secretos

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Giancarlo tomó el pote de chocolate y comenzó a untarlo y a extender por toda la vagina de Cloe mientras ella permanecía recostada sobre la mesa de vidrio y la bata dejaba al descubierto su hermoso cuerpo, Giancarlo la admiraba desde su posición, era una verdadera obra de arte con las piernas abiertas, los talones apoyados en la mesa dejando bien abierta sus piernas.

Su vagina estaba completamente cubierta por ese delicioso postre, dulce y amargo y D Luca no dudó en pasar su dedo por sus pliegues recogiendo un poco ese delicioso chocolate para llevarlos a la boca que chupo su dedo con vehemencia.

Cerró sus ojos disfrutando de la mezcla de los fluidos de Cloe con el amargo del chocolate.

— ¡Deliciosamente adictiva!— dijo sonriendo mientras Cloe se mordía los labios observándolo desde su posición recostada en la mesa.

—Giancarlo, estás jugando con mi cordura. — gimió presa de la calentura que sentía.

—No solo jugaré con tu cordura nena, jugaré con todo lo que me pertenece por derecho. — gruñó hundiendo su rostro entre las piernas de Cloe y lamió toda su vagina de arriba abajo deleitándose con tanta delicia de coño.

Mientras ella se retorcía de placer al sentir semejante lengua y labios que hacían estragos en su interior con una maestría única y salvaje.

Movió su pelvis contra el rostro de ese hombre que la estaba volviendo loca, al chuparle y mordisquearle su parte más sensible, hasta que ya no soportó tanta excitación y se corrió con ganas en la boca de Giancarlo quien no le daba tregua chupando y comiendo todo de ella. Deleitándose de su increíble sabor que lo prendía mucho.

Giancarlo se levantó lamiéndose los labios con una sonrisa lobina en su rostro viendo cómo Cloe aun se recuperaba de tremendo orgasmo.

Ella levantó medio cuerpo apoyando las palmas de sus manos sobre la mesa para mirar con descaro y coquetería a Giancarlo quien Lucía exageradamente apetitoso.

—Mi turno de comer mi postre. — canturreó la traviesa Cloe levantando sus cejas y aunque Giancarlo estaba muy empalmado no pudo evitar echar una carcajada ante semejante descaro.

— ¿Que me harás pequeña golosa?— preguntó él repasándola sin vergüenza alguna.

Saltó de la mesa caminando hasta él, Giancarlo sonrió de lado al ver a Cloe tan pequeña ante su gran tamaño y le excitó aún más saber que cuando la romaba la podía partir en dos si se lo proponía pero ella aún siendo tan pequeña, podía adaptarte a él y soportar su tamaño y su brutalidad.

Ella se pegó al cuerpo de Giancarlo para besarlo y toquetearlo como tanto quería hacerlo ayudándolo a despojarse de su remera para dejar al descubierto su majestuoso abdomen, ese abdomen duro y trabajando que la había delirar, y más cuando había días en la que ella lo observaba o más bien espiaba al entrenar a muy tempranas horas antes de la mañana antes de ir a la oficina, una hora de entrenamiento al día era su rutina casi diaria y ella alucinaba al verlo sudar y ejercitarse de esa manera.

Llevó una de sus pequeñas y traviesas manos al tronco duro de Giancarlo masajeándolo de arriba abajo, deleitándose con su tamaño, un tamaño majestuoso que la hacía delirar cuando estaba dentro de ella.

Tomó el pote de chocolate en su mano para introducir su dedo en él y llevarlo hasta el pecho desnudo y suave de Giancarlo y pasearlo por él bajando a su abdomen, el sonrió de lado al verla a ella jugando traviesa. Y ella sin esperar más deslizó su dedo hasta llegar a la cinturilla de su chándal.

—Quiero que te lo comas todo nena y no quiero ser suave. — exclamó Giancarlo, ronco y con ganas de joderla muy duro.

—No quiero que lo seas. — contestó ella poniéndose de rodillas ante él bajando su chándal hasta su rodilla y dejando ver su duro y gran miembro apuntando hacia ella.

Dulce CaprichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora