Capitulo 40 Celos y desconfianza.

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Las cosas para Giancarlo no estaban bien, andaba con un humor de perros todos los días, incluso había peleado con Cloe y era lo que más le hacía mal y todo había sido porque Cloe había encontrado una tarjeta con el nombre de esa mujer que había vuelto para poner el mundo de Giancarlo de cabeza.

—Necesito que transcribas esto y me lo pases a mi correo en veinte minutos.— ordenó a su nueva secretaria extendiendo su brazo para ofrecerle unos documentos sin siquiera levantar la mirada hacia ella.

—Si señor, por supuesto.— contestó amable la secretaria tomando los papeles.

—¿Necesita algo más señor?— levantó finalmente la cabeza mirándola fijamente.

—De hecho sí, por favor quiero que pidas un ramo de flores para la señorita Adams y que se lo envien a su oficina.

—¿Alguna tarjeta en especial señor?

Volvió a mirarla fijamente para luego escribir en una pequeña nota una dedicatoria. Sonrió levemente extendiéndole el pedazo de papel a la mujer.

—Permiso señor.— la secretaria salió de la oficina y él solo se recostó en su silla pensando en Cloe, en esa niña que lo cautivó por completo y él estaba siendo un idiota con ella, debía solucionar las cosas cuanto antes.

La secretaria había cumplido con el pedido de Giancarlo sin embargo no había recibido respuesta de Cloe en todo el día, lo estaban esperando pero nada ni un solo mensaje, era seguro que seguía molesta, pero como le había entender que él no pensaba hacer nada con la dichosa tarjeta, su error fue haberlo guardado.

Siguió en lo suyo, ya en la noche hablaría con Cloe sobre el tema, ella debía entender que ella era la única mujer, de pronto sonó su teléfono, suspirando hondo contestó.

—Dime Ángela.

—Señor una mujer solicita verlo.— Giancarlo arrugó el ceño.

—¿Tiene una cita?

—No señor, pero ella insiste en que usted lo va a recibir.— Giancarlo estaba intrigado, nadie iba sin una cita previa.

—¿Quién es?— volvió a preguntar curioso.

—Su nombre es Charline.— Giancarlo brincó de su silla al escuchar su nombre, su pulso comenzó a acelerarse, no entendía porque se ponía de esa manera y mucho menos que hacía esa mujer ahí.

—¿Señor la hago pasar?— volvió a preguntar la secretaria al no obtener respuesta alguna, ya que Giancarlo había quedado mudo observando en un punto fijo, su cabeza era un embrollo en ese momento.

—Hazla pasar.— dijo con voz gruesa, arrugó en ceño bajando el teléfono, para luego suspirar hondo, ésta era su oportunidad de dejarle en claro a esa mujer que ella ya no era nadie en su vida y que no lo volviera a molestar. Ya no era un crío, era un hombre, un hombre con poder y con una novia que lo amaba y ella no era más nadie.

—Hola Gian.— saludó coqueta entrando a la oficina con una sonrisa, con un vestido ajustado y muy corto en color rojo, con su pelo largo y ese porte sexy y elegante que siempre la caracterizó.

—¡Charline!— es todo lo que él dijo mirándola.

—¡Nene!— dijo caminando dentro de la oficina acercándose a él, sin borrar su sonrisa, Giancarlo se mantuvo serio sin mostrar ninguna emoción en el rostro.

—Nunca me llamaste.— dijo ella.

—¿A que viniste Charline?— Bramó serio con la voz gruesa alejándose de ella.

Dulce CaprichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora