Capítulo 22 Un poco de felicidad

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   Cloe parpadeaba asustada, temblando, ni siquiera el dolor de la quemadura provocada por el café que se había derramado le importaba, solo no dejaba de mirar a su jefe con quién la noche anterior tuvo sexo desenfrenado, de pronto sintió dolor en las mano, D Luca arrugó en ceño y vio que las delicadas manos que estaba sujetando estaban muy rojas.

—¿Estás bien Cloe? Te quemaste.

—¡Auch!— exclamó ella.

—Ven vamos a mi oficina ahí tengo pomada para el dolor.— ella no dijo nada solo se dejó guiar por su jefe y cuando escucho la palabra pomada lo único que se le vino a la mente fue algo perverso, imaginando se el semen de su jefe derramándose en ella, sacudió su cabeza e ingresaron en la oficina.

—Siéntate aquí.— indicó D Luca para que Cloe tomará asiento en la salita.

   Ella lo miraba parpadeando, como se movía por la oficina ingresando en un pequeño cuartito que ella ni sabía que existía para salir nuevamente con algo en su mano, y efectivamente era una pomada.

   Se hincó a sus pies.—A ver déjame ver eso.— tomó la mano de Cloe y comenzó a pasarle la pomada con leves círculos en su mano y dedos.

—Gracias.— exclamó ella mirándolo fijamente.

—No tienes nada que agradecer.— Giancarlo elevó una de sus manos para acariciar la mejilla de Cloe.

—Todavía no me has dicho nada.

—¿Sobre qué?— preguntó ella.

   El solo sonrío moviendo la cabeza de un lado a otro.

—Sobre lo que te dije, quiero que seamos más que jefe y secretaria.

—Giancarlo yo…—Escucha Cloe, sé que he sido un imbécil, sé que la que cagado muchas veces contigo, y que tú piensas que lo que pasó anoche fue pura calentura y era para sacarme las ganas que te tenía, pero ¿Adivina qué?

   Ella solo lo miró fijamente sin decir nada.— No me he saciado las ganas y ¿Sabes porque?

—¿Por porque?— pregunto Cloe quedándose muda por primera vez no sabía que decir.

—Por que no quiero solo una noche, no quiero solo sexo, quiero más, mucho más Cloe, quiero que seamos…— se calló por un momento.

  Cloe tragó grueso.— Quiero que seas mía, que seas mi mujer, que seas mi novia.— ya está, ya lo había dicho, esa palabra que nunca pronunció en su vida cuando de una mujer se trataba ahora lo dijo.

   Cloe se relamió los labios, mordiéndolos ligeramente.

—¿Podría pensarlo?— inquirió ella haciendo una mueca. El sonrió negando, levantándose nuevamente.

   Cloe de pronto sintió ese vacío, que estaba pasando, tenían miedo, ¿miedo de que? ¿De enamorarte de él? No seas estúpida si ya estás irrevocablemente enamorada.— reclamó su conciencia.

—Te daré todo el tiempo que quieras Cloe, no soy un psicópata acosador.— si como no.— ahora era Giancarlo el que hablaba solo.— si la sigues a todos lados.

—¿O es que acaso tienes algo con Darius y lo de anoche solo fue un desliz para ti?

—¿Qué?— Cloe salto como un resorte del sofá.

—Entre Darius y yo no hay nada, somos buenos amigos nada más, y lo que pasó anoche significa mucho para mí, no es que ando saltando de cama en cama.

   Giancarlo volvió a acercarse a ella como un maldito depredador.

—Te deseo Cloe, te necesito nena.—acarició su mejilla, no te das cuenta que parezco un idiota detrás de ti.

Dulce CaprichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora