VII

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MATTEO

Los brazos me dolían cuando intentaba ponerme la mochila en las espalda, la resaca era fácil de notar por las grandes ojeras que rodeaban mis ojos.

Baje con cuidado intentando no hacer ruido para no despertar a nadie, no quería que notaran que esa adición que supuestamente deje no es real, pero como siempre en la vida no tuve esa suerte.

-Matteo Dumont-rugió Eric el cual se encontraba en la cocina de mi apartamento compartido con mis hermanos-Elena me ha dicho que ayer no te presentaste al grupo de ayuda para adictos y los de tu nuevo instituto dicen...-

-estaba en la biblioteca estudiando, no pude-respondí relajadamente mintiendo.

-los pinchazos de tus brazos dicen lo contrario-pauso- ni te presentaste para la cena- suspiró- no puedes entender que intentamos ayudarte...-

-no necesito vuestra estupida ayuda, ni la tuya ni la de Elena, ni la de absolutamente nadie-bufe y me dirige hacia la gran puerta.

-¡MATTEO!¡VUELVE AHORA MISMO!- bramo el a mis espaldas.

Le saqué el dedo para demostrarle lo que me importaba y giré el picaporte de la gran puerta para salir por ella.

Deambule por las calles medio vacías de Nueva York debido a lo temprano que era, las 5...aunque a pesar de ser esa hora ya había actividad por las calles.

Pase por las calles llenas de rascacielos, pero cuanto más me alejaba de mi apartamento, más me daba cuenta del cambio social que había lejos de la vida que yo conocía.
Finalmente volví al apartamento y bajé al ridiculo garaje que nos habían comprado mis padres y de los 12 coches, 3 motos,2 helicópteros y un jet opte por la moto que había trabajado yo para comprar con mi propio dinero, día y noche en el restaurante de mamie.

Conduje hasta allí prefería caminar por long island, era más tranquilo.

Y enseguida me di cuenta de quien era la casa de enfrente de donde había aparcado, era de ella.

Me colé al jardín de detrás pero al ver una sombra en el tejado me escondí en un arbusto, una silueta estaba fumando en lo alto, rápidamente distinguí de quien se trataba.

Sus ojos verdes brillaban con el amanecer , estaba jodidamente guapa y desde mi posición tenía una vista privilegiada de su culo ese que tanto me gustaba.

Nada más salir de su patio me metí en uno de los callejones por los que solía ir pero la grave voz de una familiar sujeto me paro en seco.

-Anda, el señor Dumont-soltó Kai.- te dije que nos volveríamos a ver, ¿Dónde esta mi dinero?-

-Kai...- murmure con una mueca de odio.

Detrás suya se hallaban Phillip y Tale como siempre, intentaban torpemente parecer amenazadores pero solo conseguían parecer dos niños pequeños.

-Tus secuaces aún siguen soportando tus estupideces- ironicé.- son tan patéticos y ridículos-

-yo que tú andaría con cuidado y pensaría más en lo que se dice-saco su navaja del bolsillo y la abrió empuñándola de manera violenta.- te avisé que no te metieras con la mafia-

Mi cuerpo se tensó y sentí la adrenalina de antes de una pelea que había heredado de mi padre y tanto me culpaba por tener.Había luchado con tres tíos a la vez antes, incluso con más, podría destrozarlos ya que desde niño mi padre me introdujo en el arte de las armas y peleas callejeras.

-se nota que va a llover sangre, pero esa no será la mía- solté y espere a que Philip se acercara a mi para meterle un fuerte puñetazo que estoy seguro de que le rompió la nariz por lo mucho que esta sangro.

Se limpió la sangre que le salía de la nariz con la manga de su chupa de cuero y sacó la navaja para intentar atacarme, a su vez Tale se me acerco por otro lado con otra navaja. Mientras tanto el idiota de Kai prefirió quedarse al margen.

<<Esto iba a ser muy divertido>>

[...]
Limpie la sangre de mi labio y del corte de la ceja. Acto seguido me aleje de el callejón con aire triunfal y ese sentimiento de adrenalina que incluso antes de la pelea había tenido.
Después de aquella pelea mañanera opte por intentar tener a Eric contento presentándome en clase.

Fue mala idea, matemáticas a primera, estupendo, me senté en la fila de atrás y volqué mi cabeza sobre la mesa para poder dormir tranquilamente.

-señor Dumont, señor Dumont, despierte-me despertó con un alto tono de voz el profesor- vaya al despacho del director-

Levante la cabeza de mis brazos y le mire fijamente durante unos segundos, acto seguido me levante cogiendo la mochila y colgándola en el hombro para ir directo al despacho del director sin la más mínima preocupación con las miradas de las personas de mi clase puestas en mi y esos susurros a los que yo no les daba ni la más mínima importancia.

Mientras andaba de camino al despacho, mire por una ventana de una de las clases, y allí, en la última fila de 5 pude verla, otra vez.
Estaba totalmente distraída, jugaba con su pelo y dibujaba cosas en su cuaderno inalcanzables de ver desde mi punto de visión. Pero de repente, como la vida se dedica a estar constantemente en mi contra, ella se giró hacia el cristal y me miro fijamente con esos ojos verdes que matan, me a pillado mirándola ,mierda.

Eche a andar de nuevo con las miradas de algunas chicas que suspiraban por el pasillo queriendo entender de donde habíamos salido mi hermano y yo. Por fin llegue a la puerta del despacho, la abrí sin ni siquiera llamar y de frente me encontré al señor Melilla, el director.

-de nuevo por aquí y eso que es su segundo día,señor Dumont- me dijo mirándome.- tome asiento-

Me senté en una de las sillas de enfrente de su mesa y le clave la mirada con una expresión de aburrimiento. El saca unos papeles que por lo que deduje debían ser mi expediente académico.

-Sabrá usted que el señor Eric y la señorita Elena están muy preocupados-descanso.-su adición está siendo fuerte durante estos días, pensábamos que lo habías dejado, pero vuelves de nuevo a recaer- hizo otra pausa- se que es difícil pero necesitamos que hagas el favor de intentarlo, son la razón por la que estás cansado, de mal humor y tu piel comienza a coger ese color pálido de muerto... no creo que a tus padres les parezca...-

Mi fibra sensible fue tocada al mencionar a esos seres.

-usted no sabe nada de mis progenitores, los que nos enviaron a este pais por el mero hecho de ser un puto error más en su vida- le espete con fuerza y rabia, irritado, me levante la silla y metí un fuerte portazo a la puerta después de salir.

Y corriendo fui a Astra, mi biblioteca, mi hogar, lo que me hacía escapar de la realidad.

Y en eso momento era justo eso lo que necesitaba.

¿De que están hechas las estrellas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora