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UNO

Los árboles pasan rápido, no soy capaz de determinar su forma exacta. Podría decir que era una cálida mañana de un gran día, pero no lo era, no era una buena mañana ni un gran día. Íbamos en el coche, acabamos de salir hacia el hospital, mis padres, mi hermano Eric, y yo. Todos en silencio, un silencio que a muchos les resultaría incómodo pero que en  mi familia era demasiado común.

Mi padre aparcó el coche y todos nos bajamos, caminamos en silencio hasta la entrada de urgencias. Mi madre se adelantó a la ventana de recepción a preguntar hacia donde teníamos que dirigirnos.

Ambos eran personas sensatas, prudentes, bastante severas. Importantes figuras en nuestra no tan pequeña sociedad. Mi padre era un gran empresario con una compañía bastante popular casado con una de las mejores, por no decir la mejor, abogada de la última década. Un matrimonio feliz, que vivía con sus hijos. Nada extraño en eso ¿cierto?

- La has cagado, ¿lo sabes? - dijo mi hermano cerca de mí, de manera que nadie más pudiera escucharnos. Eric y yo siempre nos hemos llevado bien, quizá por poca diferencia de edad entre ambos, pero somos los clásicos hermanos. Con sus peleas y tonterías, pero siempre vamos juntos contra el mundo... o nuestros padres la mayoría de veces, se puede decir que nos cubrimos las espaldas.

- Hmh - respondí con desgana. No quería saber nada más del tema, ni una sola palabra más. Había tenido suficiente con la bronca de antes de salir de casa y los gritos de antes de levantarme.

Ya sé que tengo la culpa de lo ocurrido, lo tengo asumido desde el momento en el que terminé de hacerlo, no hace falta que me lo repitan, se reconocer mis errores.

Mi madre se volvió hacia nosotros y nos indicó por dónde ir. Llegamos a una sala de espera. Allí mi mirada se cruzó con la de un chico sentado a la derecha, en una esquina, al final. Pero rápidamente la desvié, no podía distraerme, en mi mente estaba repasando el discurso de disculpas que iba a decirles a los padres de Tiago en cuanto los volviera a ver.

Porque sí, después de tantos años se habían vuelto a reunir, no me extrañó volverles a ver juntos. No era ninguna sorpresa para mí, ver fingir tristeza a Matías Silva. Ya lo había hecho otras veces.

Al final de la sala, cerca de donde se encontraba sentado el chico, se abrió una puerta por la que salieron los padres de Tiago. Mi hermano me dio un codazo para que me adelantara, mire a mis padres quienes me observaban fríamente y sin expresión alguna, de esta no me voy a salvar.

Estoy nerviosa, muy nerviosa.

Me acerqué a los padres de mi amigo, pero antes de ni siquiera soltar una palabra, una mano impactó fuertemente contra mi mejilla.

Esa no me la esperaba.

Miré hacia el lugar de donde vino el golpe y la ví. Ella también estaba aquí. Una rabia inexplicable me recorrió el cuerpo haciéndome cerrar con fuerza los puños, pero no podía volver a  perder el control, menos aquí, por lo menos no ahora. Ignoré el golpe, a ella, al chico de la esquina que no pinta nada en esta situación, y me centre en terminar lo que habíahabía venido ha hacer, pedirles disculpas, aunque no se las merezcan.

Pero tus padres te obligan a ser una chica con modales

Lo que es injusto porque ellos nunca se disculpan con nadie. Ni siquiera con nosotros.

Cambié mi ceño fruncido por una expresión de arrepentimiento que había estado ensayando con Eric antes de venir y comencé mi discurso, escrito en mayor parte por mamá.

- Buenas tardes señor y señora Silva, siento mucho encontrarnos en estas circunstancias,  solo quiero que sepan que siento muchísimo lo que le paso a Tiago, si puedo hacer algo para ayudar sólo tienen que decirlo y ... - Muchas palabras de afecto después que se resumen en mentiras, terminé de hablar y les dí la mejor sonrisa que tenía. No sabría cómo explicar cuáles fueron sus reacciones, pero me atrevería a decir que no fueron exactamente buenas.

Entre golpes y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora