IX

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NUEVE

Aster Diosado

Lo primero que escuche al despertar fueron pasos, no abrí los ojos, no quería levantarme de la cama. Me pasé las manos por la cara para despejarme un poco. Con la vista aún borrosa y los ojos entreabiertos, me levanté de la cama no muy contenta.

La luz ya entraba por la ventana pero no llegaba a ser molesta, miré el reloj en la mesilla de Zayd, aún era pronto, él seguía durmiendo en su cama roncando como si de un oso se tratara.

Abrí la puerta con cuidado de no hacer ningún ruido y caminé hacia el baño.

Todo estaba en silencio, solo se escuchaban mis pies descalzos deslizarse por el suelo del pasillo. El frío se hacía notar en las plantas de mis pies. Entré en los baños y rápidamente me metí en una de las duchas. Abrí el grifo. El agua fría recorriendo cada parte de mi cuerpo, volví a cerrar los ojos y por primera vez desde que llegué aquí, no escuche nada. Ni pasos, ni gente hablando, solo el sonido de las gotas caer y chocar contra el suelo, tranquilidad. Me tomó más tiempo del necesario, pero de verdad necesitaba estar un rato completamente a solas. Me vestí, enrollé la toalla en la cabeza y salí rezando para que Zayd estuviera despierto, caminé rápido hacia la habitación sintiendo todo volver a su sitio, ya se veía gente por los pasillos, se escuchaban risas, murmullos.

Al llegar Zayd no estaba en su cama, un suspiro de alivio rápido salió de mis labios, me vestí lo más deprisa que pude. Antes de empezar el día necesitaba aclarar un par de cosas con el rubio entrometido. No podía dejar ningún cabo suelto y Tiago ya me estaba dando demasiados dolores de cabeza como para sumarle los del rubio.

Que solo alegre la vista, no ayuda a resolver mis problemas.

Dispuesta a dejarle las cosas claras caminé por los pasillos de este laberinto, sabiendo muy bien a dónde iba. Esta era la habitación que mejor marcada estaba en el mapa improvisado que había estado usando estos días. Me paré frente a su puerta y llamé. Hubo unos segundos de silencio ¿Pensaba ignorarme? volví a llamar y otra y otra vez hasta que se escuchó movimiento dentro, después unos murmullos que supuse no serían agradecimientos y finalmente se abrió la puerta, dejando a la vista a un Mirk claramente recién levantado.

Ojos hinchados y entrecerrados, molestos por la luz de fuera, su pelo rubio pelo alborotado haciéndole lucir más atractivo, si es que eso era posible. Iba sin vestir, o bueno llevaba unos pantalones cortos de chándal, supuse que el pijama, asentí para mí misma afirmando mi propia aclaración.

- ¿A qué has venido ahora mocosa? - dijo con voz ronca y profunda, confirmando mi conclusión anterior. No se le veía muy espabilado aunque no estaba mal, quiero decir, es normal, se acaba de levantar pero no se le ve tan mal como me lo esperaba recién despierto.

- Tenemos que hablar - solté sin rodeos. Lo miré a los ojos terminando con mi repaso y una pequeña sonrisa se escapó de sus labios.

- Ni que me fueras a dejar - respondió con burla volviendo a pasar su mano por su cabeza despeinándose más si era posible.

- ¿Está Niko ? - pregunté un poco intranquila.

Quizás esto no era lo más civilizado, pero queríamos una solución rápida, y sinceramente, es la primera idea decente que se me ocurrió.

- ¿Por qué? ¿le vas a pegar a él también? - Suspiré rodando los ojos . Eché una mirada al interior de su habitación comprobando si estaba o no. Al no verle en la cama, empujé a Mirk hacia dentro y cerré la puerta detrás de mí, él dió unos pasos hacia atrás y cayó sobre su espalda apoyándose en la cama.

- Uo Uo Uo, no sabía que fueras de las que tienen la iniciativa - soltó con una sonrisa burlona que apareció de a poco en sus labios. Mis ojos se clavaron en los suyos no muy conforme con sus bromas. Me giré y abrí un armario, busqué un poco hasta encontrar lo que quería.

Entre golpes y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora