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TREINTA

Aster Diosado

De vuelta a la realidad Cailín y yo volvimos al internado.

Un rubio no muy contento nos esperaba en la puerta junto con Zayd y Niko, que al vernos llegar se apresuró a despedirse.

- Buenas tardes - saludé sonriendo como si nada.

- ¿Buenas? - habló Mirk en una risa fingida. - Las llaves - pidió extendiendo la mano hacía mí con una expresión seria en el rostro. Las saqué del bolsillo y se las entregué. Él las cogió y se fue. Sin decir absolutamente nada entró de nuevo al internado dejándonos al resto fuera.

- Se ha cabreado un poco - recalcó Cailín detrás de mí.

- No me digas. Ni me había fijado - contestó Zayd con sarcasmo. - Solo llevo escuchando por más de una hora como se queja porque su amada y querida novia no le coge el teléfono. - terminó mirando en mi dirección. Saqué el teléfono del bolsillo y lo encendí. Todas las llamadas pérdidas y los mensajes entraron de golpe. No respondí nada. Me encogí de hombros y entre perdiéndome en los pasillos del internado.

Después de dar vueltas sin sentido por todo el edificio salí hacia las gradas con la esperanza de encontrarle allí. Puede que le llevará buscando un buen rato y mi búsqueda no estuviera dando resultado, pero no quería enfadarme con Mirk y menos que el se enfadara conmigo.

- Hola - dije sentándome a su lado al verlo ahí.

- Hola - contestó sin siquiera girarse a verme.

- Lo siento - dije apoyando mi cabeza en su hombro. Él ni siquiera se inmuto, no se movió. Su mirada seguía fija en el suelo, la cabeza baja y los brazos apoyados en las rodillas. - Solo quería ir a tomar un helado, hacer las paces con mi amiga y pasar un buen rato fuera de este sitio. - Nada, ni una sola palabra, ni un gesto, ni siquiera una mueca salió de Mirk.

La has cagado...

- La moto. Era de mi madre - habló después de unos segundos, interrumpiendo mi conciencia. Era como si hubiera estado decidiendo si decirlo o no. - Me la regaló por mi cumpleaños antes de irse, nunca nadie que no fuera yo había montado hasta que fuimos al hospital los dos.

Mirk nunca hablaba de su familia, era un tema que prefería evitar. Yo tampoco es que insistiera mucho en saber del tema, si él no quería hablarlo yo no le iba a obligar.

Lo poco que sabía era que no consideraba a Hokins su padre y que su madre dejó de estar presente hace mucho tiempo, supuse que ambas cosas fueron por la misma razón o una llevó a la otra pero nunca le había preguntado directamente.

- ¿Cómo era tu madre? - pregunté acercándome un poco. El silencio reinó unos segundos más antes de que alzara la cabeza dejando ver una sonrisa triste en sus labios.

- Perfecta. Ella fue quien me enseñó este mundo. A Hokins... bueno mi padre...Nunca le pareció buena idea, no le gustaba, siempre dijo que las motos eran peligrosas y que hacían mucho ruido, pero a ella le encantaban. Era la mejor, era aventurera y siempre viajaba mucho a descubrir cosas nuevas, aún así siempre estuvo para mi padre y para mi.

Está claro que no éramos una familia perfecta, pero por mucho que mi padre se quejara de los viajes que ella hacía siempre supe que adoraba verla volver feliz, le encantaba escuchar todos sus relatos incluso algunas veces tuvimos oportunidad de acompañarla. - una risa triste cortó su relato. Yo me mantuve callada a la espera del final de la historia, él volvió su vista al frente de nuevo antes de continuar. - Y un día de repente todo se jodio, ella... Tuvo un accidente, no salió adelante y después de eso mi padre se cerró al mundo, a mi.

Justo cuando más lo necesitaba, me apartó, quería el apoyo de mi padre y me lo negó de la peor manera posible, lo único que conseguí después de semanas ignorándome fueron palabras horribles, porque según él, soy demasiado como mi madre. El desprecio en su voz, el dolor clavado en sus ojos. Ese no era mi padre Aster - su voz se quebró por unos instantes, me acerqué más de lo que ya estaba y pasé mi brazo por encima de sus hombros. Levantó la cabeza, las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos pero no caían.

- No te preocupes, todo está bien eso ya es pasado - le dije volviendo la cabeza cuando él apartó la mirada. Limpié una lágrima rebelde que escurría por su mejilla y continué - Siento haberte cogido la moto, no tenía ni idea de todo esto. - no sabía qué más decir así que me moví colocándome delante de él abrazándolo por el cuello.

Pasamos así un rato, en silencio, él con la cabeza gacha escondiéndose detrás de mis brazos y yo rodeándolo, dando a entender que no estaba solo.

El resto del día lo pasé con Mirk, el prometió enseñarme a conducir la moto si yo no volvía a robársela. Un trato justo.

Antes de la hora de cenar, dejé a Mirk hablando con Zayd en su habitación y encontré a mis hermanos volviendo al internado.

- Es una buena idea - dijo el menor de los dos sonriendo, de una forma en la que sabía que nada bueno podía venir de su cabeza en ese instante.

- No lo es - contestó el otro por detrás frunciendo el ceño.

- ¿El qué es una buena idea? - pregunté acercándome a ambos

- No sale ninguna buena idea de la cabeza de este renacuajo - dijo Axel despeinando el pelo de Eric que le miraba de una forma muy poco cariñosa.

- Dos cosas: Uno siempre tengo buenas ideas, normalmente mucho mejores que las tuyas - dijo el pequeño con aires de superioridad - Y dos vuelve a decirme renacuajo y ya no vas a tener lugar donde echar el tinte. - solté una carcajada sin poder esperar más al ver el rostro de Axel palidecer sabiendo lo ciertas que eran las palabras de Eric.

Amo a este par.

- Te lo ha dejado bien claro - dije sin poder dejar de reir.

- No hace gracia, además el pelo rosa seguro que me queda genial - se quejó Axel antes de irse y desaparecer camino de su habitación.

- Axel se ha llevado los planos que hemos marcado del bosque ¿has encontrado a la chica adecuada? - me preguntó Eric una vez salimos los dos a la entrada del internado.

- ¿Ya tenéis planos del bosque? - pregunté incrédula - qué rapidez.

- Yo soy eficiente, no puedo decir lo mismo de vosotros dos. ¿Dime tienes a la chica? - preguntó al mismo tiempo que un coche negro, igualito al que trajo hace meses a Axel, esperaba en la carretera.

- Sí. Es perfecta. Nos vemos mañana, da recuerdos al abuelo - me despedí. Eric asintió. Nos abrazamos antes de que él se montara en el coche y se fuera de vuelta a casa del abuelo.

Entre golpes y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora