XII

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DOCE

Mirk Hokins

¿Me estaba besando? ¿Ella me estaba besando? Creo que estoy alucinando. Nos separamos para coger aire y esa preciosa sonrisa se instauró en su rostro. No pude ocultar la confusión en mi rostro pero la sonreí de vuelta solo para después verla salir corriendo hacia la puerta.

Ni siquiera me moví, no intenté detenerla. Me quedé tal estatua asimilando lo que acababa de pasar. Aster, la misma Aster que había estampado un plato de puré en mi cabeza, me había besado. Esto es increíble. Saqué las llaves del bolsillo de la sudadera y cerré la clase, más tarde se las devolvería a Hokins.

En mi habitación Niko y Zayd hablaban sentados en la cama del rizado.

- ¿A qué viene esa sonrisa de bobo? - pregunto Zayd sin poder esconder la sonrisa. Niko estalló en risas al mirarme. Solo negué con la cabeza mientras reía también.

- Eres subnormal - me quejé aún sonriendo Me saqué la sudadera tirándome en mi cama.

- A ver si adivino... - empezó Niko llamando de nuevo mi atención. - porque está claro que esa sonrisa solo puede significar 2 cosas...- dijo mirándome levantando una ceja en signo de interrogación.

- O has hecho algo y nos vamos a enterar dentro de poco ...

- O te has tirado a alguien - concluyó Zayd poniéndose las deportivas. Los tres reímos.

- No he hecho nada - aclaré - simplemente estoy confundido. - cerré los ojos y Zayd se levantó.

Y tan confundido. ¿Qué se supone que tengo que hacer yo?

- Mañana nos cuentas tu confusión "hielito"- dijo haciendo énfasis en la última palabra logrando interrumpir mis pensamientos. Rodé los ojos y me tapé la cara con la almohada. Zayd salió de la habitación sin poder contener la risa y Niko me quitó la almohada mirándome confundido, nunca ha sido muy rápido.

- ¿Así no es como te dice Aster cuando discutís? - preguntó el rizado.

- Mhm - asentí - de hecho lo hace todo el tiempo - dije volviendo a taparme la cara. Niko no contestó, no le di mucha importancia e intenté dormir un rato.



Miré el reloj de la mesilla, era tarde, pero aún así no conseguí dormir ni un mísero rato. La sonrisa que me dio Aster después del beso se repetía una y otra vez en mi cabeza. Quiero ver esa sonrisa más veces, todas las que pueda conseguir. Cómo es posible que la misma persona pueda hacerme enfadar de una forma incontrolable, pero a la vez quiera mantenerla junto a mi y no dejar que nada le dañe. Ni siquiera tiene sentido. Me estoy volviendo loco y lo peor es que creo que no me importa.

Niko aún seguía durmiendo así que me levanté de la cama sin hacer ningún ruido y salí al pasillo encaminándome hacia su habitación.

Para mi sorpresa, al llegar ella estaba saliendo, su melena castaña caía por su espalda cubierta por una camiseta bastantes tallas más grande, no hacía ruido al andar y sus pies descalzos se deslizaban por el suelo hábilmente. Aceleré el paso para poder alcanzarla y cuando estuve lo suficientemente cerca me atreví a pararla.

- Hola mocosa - susurré a la vez que un puño aterrizaba en mi mejilla.

No me esperaba este recibimiento tan... pacifico.

- ¿Qué coño? ¿Mirk? ¿Qué haces? - preguntó ella confundida mirándome con el ceño fruncido.

- Menuda forma de saludar tienes - reí pasando la mano por mi mejilla.- ¿Podemos hablar? - pregunté de vuelta sin dar más rodeos. Ella asintió sin más siguiéndome.

Caminamos uno al lado del otro hasta llegar a la entrada, nos sentamos en las escaleras y yo apoyé la espalda en la pared.

- ¿Qué querías decirme? - preguntó ella algo inquieta después de unos segundos en los que nos mantuvimos en silencio.

- Aster...yo...- Me callé. ¿No tenía nada que decir? He sido yo el que la ha pedido que hablemos pero no tenía ni idea de que iba a decir exactamente, en mi cabeza solo se repetía una y otra vez el beso, su sonrisa, sus ojos, como frunce el ceño cuando está confundida...

- Si es por lo de antes... Está bien .... quiero decir se puede dejar pasar - dijo ella claramente incómoda.

- ¿Dejar pasar? ¿quieres dejarlo pasar? ¿hacer como si nada y seguir como al principio? - pregunté confuso y a la vez molesto, yo no quería dejarlo pasar. Yo quería más de eso, más sonrisas de esas. ¿Dejarlo pasar? eso sería lo peor que podría hacer.

- No, no es que yo lo quiera...- respondió ella. Puedo jurar que sus mejillas se encendieron.

- ¿Entonces? - pregunté sin saber cuál era el punto.

. ¿Por qué tengo que explicarlo yo cuando has sido tú el que ha dicho que quería hablar conmigo? - preguntó frustrada apuntándome acusatoriamente con el dedo. Una pequeña sonrisa se escapó de mis labios sin poder evitarlo.

- Porque fuiste tú quien me dejó ahí plantado en mitad de la clase después de besarme. - respondí encogiendo los hombros como si nada. Sus mejillas volvieron a colorearse furiosamente, obligándome a no apartar la mirada.

- Si no te hubiera besado yo, lo hubieras hecho tú - dijo ella segura de si misma pasando las manos por sus ojos quitando cualquier rastro de sueño que hubiera en ellos.

- Si - asentí de acuerdo - Pero si lo hubiera hecho yo seguramente no hubieras salido corriendo - dije. Ella giró su cabeza y clavó su mirada en mí, yo seguía con la mía en ella, sin saber exactamente que decir ahora.

Pasamos segundos que me parecieron infinitos en silencio, en los que ella volvió su mirada al suelo y yo seguía empeñado en no sacar mis ojos de ella. No es como si pudiera de todas formas, era encantadoramente atrapante la forma en la que sus mejillas parecían encenderse más con cada palabra que decía.

- No es mi culpa que te pongas celoso si hablo con otros - dijo burlándose. - Además ni que estuviéramos saliendo - añadió, justo después una pequeña risa dejó sus labios. Sacudí la cabeza y la miré, saliendo de mi ensoñación.

- No estaba celoso - respondí frunciendo el ceño. Aunque no duró mucho, poco después sonreí contagiándome por la suya - además estaba claro que soy mejor que William - añadí triunfante.

- Más egocéntrico sin duda - soltó Aster encontrando mi mirada con la suya. No respondí, solo me quedé mirándola.

Al parecer ahora ese era mi pasatiempo favorito, no podía dejar de hacerlo.

- Me gusta cuando sonríes - dijo ella repentinamente seguido de un bostezo.

No supe qué responder y después de eso ninguno de los dos soltó una palabra más, me giré para mirar el cielo, iluminado por las farolas encendidas y decorado con un millón de estrellas. Noté a Aster apoyarse en mi hombro y poco después se quedó dormida.

Me levanté y la cargué hasta mi habitación, tal y como hice la primera noche que ella durmió aquí.

Es increíble la capacidad que tiene para quedarse dormida en cualquier lugar, da igual donde sea, o lo incómodo que parezca.

- Podría decirte tantas cosas...pero si te fijas bien -dije en un susurro mientras la acostaba en mi cama sin hacer ningún ruido- ya deberías saberlo todo.

Agarré un par de mantas al final de la cama, un cojín y me acosté en el suelo. Sí, definitivamente, me había enloquecido. Caí rendido ante el sueño, mucho más tranquilo al saber que ella estaba cerca y que estaba bien.

Entre golpes y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora