XXI

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VEINTIUNO

Aster Diosado

Me desperté de golpe al oír a alguien aporrear la puerta.

- ¡Mirk! ¡Abre la maldita puerta!

Me giré mirando hacia el chico a mi lado, seguía dormido, se le veía tan tranquilo e indefenso... Sonreí sin poder apartar la mirada. Más golpes en la puerta me hicieron salir de mi trance y lo moví despacio.

- Mirk - susurre - Mirk hay alguien gritando fuera y quiere verte. - No hubo suerte, lo único que conseguí fue que se moviera y me acercara más a él.

- ¡Se que cogiste las llaves! ¡Abre la puta puerta y da la cara! - siguió insistiendo.

- Hielito...- Él se movió un poco pero no abrió los ojos. - Vamos Mirk despierta - El hombre seguía dando golpes en la puerta.

Pensé en otra forma de despertarlo. Empecé dejando pequeños besos por su torso subiendo por las clavículas para terminar en la comisura de sus labios.

- Buenos días - murmuro el rubio restregando las manos por los ojos para acostumbrarse a la luz - Me podría acostumbrar a esto - dijo sonriendo. 

Siempre funciona

Divertida mordí su cuello dejando una pequeña marca y luego besos alrededor. Un gruñido por su parte me hizo levantar la cabeza.

- No hagas eso - dijo atrayéndome más a su cuerpo.

- Tu lo hiciste ayer - me quejé caprichosa - y yo no te dije nada - le recordé y volví a dejar besos encima de la marca.

- No es porque no me guste - dijo concentrándose en acariciar delicadamente la parte de mi cuerpo que no estaba cubierta por la sábana. - Es que no creo tener tiempo de terminar ahora. - reí bajito

- Mirk - le llamé haciendo que me prestara atención - Había alguien llamando, parecía importante - dije señalando a la puerta.

- No sería tanto si han dejado de llamar - dijo él sonriendo, volviendo a su tarea anterior.

- Hablaba sobre unas llaves - me encogí de hombros. Mirk se detuvo un poco pero enseguida siguió a lo suyo.

- No te preocupes - dijo apoyando su mano en mi mejilla haciendo pequeños círculos con el dedo - Todo está como siempre.

Me vestí con la camiseta de Mirk y mis pantalones, aunque casi ni se veían, agarré mis cosas y los dos salimos de la habitación. Me despedí de él y caminé hasta mi cuarto.

Axel estaba tumbado boca abajo en mi cama, aún durmiendo, no me extrañé al verlo con la ropa del día anterior y con botellas de cristal por el suelo, debía llevarlas escondidas en la maleta. Un suspiro salió de mis labios y me acerqué a taparle con las sábanas.

Recogí las cosas que necesitaba y salí directa hacia el baño.

Una vez dentro de la ducha me permití admirar mi cuerpo, tenía pequeñas marcas por todo el abdomen, pero estoy segura que la mayor parte estaban en el cuello o las clavículas.

Axel seguía sin despertar cuando llegué, así que me vestí y recogí las botellas esparcidas por el suelo de mi habitación dejándolas en una bolsa al lado de la puerta. Envie un mensaje a Cailín pidiéndole que trajera agua y alguna pastilla para el dolor de cabeza cuando viniera porque la enfermería quedaba más cerca de su habitación.

Y así lo hizo, en poco tiempo la pelirroja apareció en la puerta. Su sonrisa se borró al ver a mi hermano en la cama.

- Yo pensaba que no podía empeorar tu gusto - se quejó en un susurro dejando lo que traía en la mesilla.

Entre golpes y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora