III

41 7 0
                                    

TRES

Llevaba más de media hora siguiendo al rubio en silencio por los pasillos y salas de este inmenso sitio. Él hablaba con algunos con lo que nos cruzábamos y luego seguía andando, ignorándome por completo. Pensaba que me iba a acompañar a mi habitación o por lo menos a indicarme como llegar, pero pensé mal, no podía estar más equivocada.

Estaba claro, me había tocado el peor compañero de adaptación de todo el internado. Como él dijo antes no se apuntó por gusto, así que es un poco normal que no le haga gracia, pero tampoco hay que ser así de bordes, yo no tengo la culpa de que le hayan obligado a ayudar.

Ya cansada me paré y él siguió andando como si nada, no sé porque pensé que quizá iba a pararse o decir algo.

Tenía que haber hecho caso a Eric y buscarme un mapa.

Empecé a deambular intentando recordar alguna cosa de cuando la chica de la entrada me ayudó con mis cosas para al menos intuir si iba por buen camino, pero nada. Odio la mierda de orientación que tengo y que el sitio sea tan sumamente enorme.

Hiciste bien en no apostar nada la última vez.

Llegó la hora de la cena, no encontré mi habitación, ni tampoco el comedor donde servían la cena y encima me estaba empezando a quedar sin batería en el móvil. No se escuchaban nada más que mis deportivas chocando con el suelo a cada paso que daba. Seguí dando vueltas un rato más hasta que mis piernas se sintieron realmente cansadas y me senté en el suelo. Por suerte para mi hoy no hacía mucho frío.

No tengo ni idea del tiempo que pase allí sentada, supongo que me quede dormida.


Lo siguiente que recuerdo es un dolor casi insoportable en el cuello.

- Mierda... - me quejé aún medio dormida. Me restregué un poco los ojos para acostumbrarme a la luz que entraba por la ventana. El cuello me dolía por haberme quedado dormida en el pasillo. Recorrí el cuarto con la mirada bastante confundida, ya no estaba en mitad de un pasillo, de hecho estaba en la cama de una habitación que no era mía, de eso estoy segura.

Me levanté un tanto deprisa y salí de la habitación cuanto antes. Al abrir la puerta me encontré con un grupo sentado enfrente.

- ¡Buenos días! - dijo uno de los chicos levantándose del suelo. - espero que mi cama fuera suficientemente cómoda...

- ¿Aster? - lo interrumpió Zayd extrañado levantándose del suelo detrás del chico de pelo rizado. - ¿Qué cojones hacías ahí? ¿por qué no volviste ayer?

- Yo... ammm... me perdí - susurré aún un poco dormida, no tenía ni idea de cómo había llegado allí, ni de quién era el chico con el pelo rizado ni ninguno de los que seguían sentados mirándome sin decir nada.

Zayd se movió un poco hacía mí y sentado con una sonrisa dibujada en el rostro pude volver a ver los mismos ojos helados,  los mismos que ayer me dejaron claro que yo no era de su agrado. Mis sangre se llenó de rabia, que no me acompañe o no me hable, ni me ayude a nada cuando se supone que es lo que tiene que hacer puedo aceptarlo, no es lo mejor, pero puedo aceptarlo, pero que se ría en mi cara cuando sabe perfectamente que es su culpa no.

- ¿De que te ríes inútil? - Le prometí a mi hermano no entrar en más peleas, pero al parecer no iba a ser tan fácil como pensé.

Lo siento Eric, pero ha empezado él.

- ¿Inútil yo? La que se ha perdido y ha terminado durmiendo dios sabe donde has sido tú, mocosa-  Cada palabra que decía hacía que la sonrisa en sus labios se ensanchara.

- Pero me perdí por tu culpa. - espeté molesta - Porque eres un inútil que no sabe manejar sus cabreos y los paga con todos. Además por lo menos yo si sé hablar con alguien sin acorralarlo contra la pared en un estúpido intento por intimidarlos - dije orgullosa al ver de nuevo el cabreo en sus ojos. Él se levantó del suelo y fijó su mirada en la mía. Miré sus preciosos ojos durante segundos eternos, hasta que el moreno de pelo rizado habló y el desvió sus mirada.

Entre golpes y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora