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CUARENTA

Mirk Hokins

Me desperté tarde. Ayer no fui al hospital. Tuve una pequeña discusión con el director y no me permitieron salir del internado.

Me duché lo más rápido que pude, tenía algo de prisa. Antes de ir a ver a Aster quería comprar un par de cosas en la floristería.

Salí disparado hasta el despacho de Hokins para recoger las llaves de mi moto, rogando que él no se encontrara allí.

Para mi mala suerte si estaba, sentado en su butaca, justo como siempre, detrás de la gran mesa de madera.

- Ayer llegaron unas cartas para algunos alumnos - me informó sosteniendo unos sobres entre las manos.

- Muy bien, y que quieres que haga, ¿repartirlas? mejor búscate a otro, tengo prisa - solté buscando mis llaves por encima de la mesa.

- Tu estas entre ellos, y muchos de tus amigos, por no decir todos - añadió captando mi atención. Deje de centrarme en las llaves y estiré la mano para coger los sobres.

- ¿De parte de quién? - pregunté al no ver el remitente escrito. Todos los sobres eran iguales, debieron de haberlos mandado desde el mismo sitio.

- Del hospital. - contestó señalando el selló que traía uno de ellos.

Cada sobre traía escrito un nombre, Cailín, Zayd, Niko, Yvonne...y el mío.

Volví a mi habitación con todos los sobres, escribí un mensaje a Aster diciéndole que llegaría un poco más tarde a verla y otro a Zayd pidiéndole que viniera junto con Cailín.

NIko se estaba vistiendo y para mi suerte, su novia pasó por delante de la puerta, les entregué el sobre a cada uno y esperé al resto.

Una vez estuvimos todos dentro de mi habitación, les expliqué lo que me había dicho mi padre de los sobres y les di a cada uno el suyo quedándome únicamente con el que tenía mi nombre escrito.

La caligrafía no era de las mejores, estaba escrito rápido y casi ni se entendía.

Al abrirlo varias hojas se encontraban dentro.

Me acerqué para sentarme en la cama antes de leer, lo que sea que hubieran escrito.

Todos estaban igual de sorprendidos que yo, sumidos en lo que fuera que estaba escrito en sus cartas.

Empecé a leer, no me hizo falta nada más que leer la primera línea para saber quién las había enviado.

Hola Hielito,

Supongo que no esperabas esto de mi parte, yo tampoco lo haría. Todo ha sido muy rápido. Desde que me desperté mi vida ha sido un pequeño caos, pero no te preocupes no es nada con lo que no pueda.

Mi padre entró esta mañana diciendo que nos volvíamos a Alemania. Mamá, él, Eric, Axel y yo. Todos. Te escribo desde la cama del hospital, aunque aún no me puedo mantener de pie, ya no me duele estar sentada y los médicos han dicho que mejoró deprisa, por eso nos marchamos ya, esta misma tarde.

Probablemente cuando leas esto yo ya estaré lejos, por eso quería aprovechar para decirte todas las cosas que nunca pude, dejarte un recuerdo, algo de mi que se quedara contigo, y así, no sentirme tan culpable por haberme llevado algo de ti conmigo.

No está claro el tiempo que voy a tardar en recuperarme, tampoco el que nos vamos a quedar allí. Por eso, no te voy a pedir que me esperes, sería muy injusto de mi parte privarte de ser feliz solo porque no entraba en mis planes perderte.

No voy a prometer cosas que no sé si podré cumplir, por eso dejo esto, quiero que sepas que mi casa, no es Alemania, ni Londres, mi hogar es donde estás tú. Donde me siento más segura y donde tengo los mejores recuerdos, pero a pesar de eso, de que irme significa no verte, no estar en casa, quiero que tú, sí seas feliz sin mi, no quiero ser un obstáculo en tu camino, por eso te pido que no me eches de menos, que mires hacia el futuro y persigas lo que te gusta.

Lo que sí te voy a pedir es que no me olvides, no quiero ser una conquista más en tu lista, una de esas que no recuerdas ni el nombre. Quiero que me recuerdes con ese amor y ese cariño que me transmitían tus ojos al mirarme. Prométeme que vas a ser optimista, que vas a enseñarle a todos esa maldita sonrisa que se ha colado en mis pensamientos más veces de las que soy capaz de contar. Quiero que sigas siendo fuerte, que no te rindas por nada.

Y que si alguna vez nos volvemos a encontrar, vas a seguir siendo el inútil egocéntrico que consiguió enamorarme . Sí. Hace ya tiempo que me di cuenta de esto. Te quiero Mirk.

Más de lo que te puedes imaginar.

Siempre con cariño,

Aster.

Levanté la cabeza del papel y miré a mi alrededor. Niko estaba mirando hacia la ventana, ocultándose del resto. Zayd, retenía las lágrimas y Cailín... bueno, ella había dejado de intentar parecer fuerte hacía rato.

Las lágrimas recorrían sus mejillas con total libertad mientras intentaba terminar de leer.

- Se ha ido - susurré llamando la atención de los demás.

- Y no ha sido capaz de venir a despedirse - se quejó Cailín entre sollozos.

- Creo que esta es la despedida - agregó Niko levantando su carta. Zayd asintió sonriendo con tristeza.

Se había ido. De verdad ya no estaba. Y no iba a volver. Salí de mi habitación dejando a los tres presentes aún sorprendidos por la repentina despedida y corrí hasta el despacho de mi padre.

Encontré las llaves de la moto en uno de los cajones del escritorio y sin perder más tiempo conduje hasta el hospital.

No podía irse, no quería que se fuera. Aún nos quedaba historia, este no podía ser nuestro final

Entré en la habitación que había pertenecido a Aster mientras estaba dormida con una única esperanza.

La cama estaba vacía, no había más magdalenas en la mesilla. Ella ya no estaba. Una lágrima rebelde recorrió mi mejilla tomándome completamente por sorpresa.

Cerca de la entrada, encima de una de las máquinas que se encontraban en la habitación había otro sobre. Idéntico al anterior. Mi nombre destacaba en el papel blanco. No era la misma caligrafía de antes, pero aún así tardé unos segundo en cogerlo. No quería más malas noticias.

Al abrirlo dos papeles se dejaron ver dentro.

<<Ricitos de oro este es el nuevo número de Aster, úsalo solo si es importante o piensas que te vas a morir >>

Sonreí al ver el número escrito por detrás del mensaje. Me guardé el papel en el bolsillo y saqué el otro papel.

<<Sabía que ibas a venir, eres muy predecible príncipe azul. Más te vale venir a vernos. >>

Una dirección estaba escrita debajo de la simple frase. Podía imaginarme la sonrisa de superioridad de Eric al darse cuenta de que estaba en lo cierto, vine sin pensarlo.

Guardé el papel en mi bolsillo, junto con el otro y conduje de nuevo hasta el internado.

Ellos querían que fuera. Ella no había querido irse. Ella quería quedarse. Y yo... yo no me iba a conformar solo con recordarla.

Entre golpes y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora