Capítulo 30: Heridas del pasado

666 85 70
                                    

Aborreció cada instante en el cual su cuerpo se arrodilló contra su propia voluntad.

Observó el semblante de Valerie Deanoff y la maldijo, ya que sabía que la odiaba con cada poro de su piel.

—¡Alabada sea la reina! —bramo Ileana, apoyó una de sus rodillas en el suelo e inclinó su cabeza—. Vuelvo a jurar mi lealtad, mi espíritu y entrega por toda la eternidad. Será un honor volver a servirle, mi señora.

Crina contuvo el bramido de ira que quiso salir de sus labios. ¿Cómo podía su hermana volver a jurarle lealtad a alguien como ella? ¿Por qué estaba dispuesta a servirle?

La vampira estiró el cuello hacia ambos lados mientras sus heridas terminaban de cerrarse. Observó los rastros de sangre seca que habían arruinado su capa y gruñió molesta.

—¡Alabada sea la reina!

Gritos y vítores explotaron de parte de los vampiros, seguido de fuertes y entusiasmados aplausos.

Crina apretó los puños, furiosa.

"Hipócritas. Ahora alaban a alguien que nunca estuvo".

Sin embargo, su atención se desvió nuevamente a Valerie cuando su cuerpo perdió fuerza y cayó. Antes de que se desplomara contra el suelo, Vladimir la sostuvo y la cargó en sus brazos con delicadeza.

¿Se podía llegar a odiar tanto a otra persona? No lo sabía, pero Valerie parecía romper los limites de su propio desprecio. Ahogada en sus propios pensamientos y con el deseo de causarle daño a la reina no lo pensó dos veces y se lanzó contra el grupo de humanos que parecían distraidos con el repentino desmayo de su amiga.

Su ataque fue frustrado cuando Razvan la detuvo, la tomó del cuello y dejó sus pies colgando en el aire. Magos y brujas observaron la escena estupefactos ya que habían sido tomados por sorpresa.

—Ni siquiera lo vuelvas a intentar.

—Suelta..me —jadeó Crina intentando sacarse la mano que oprimía su cuello.

—¿Para qué? —una sonrisa perversa cruzó la boca de Razvan—. Tengo la excusa perfecta para destruirte y la verdad hace siglos que muero por hacerlo—. La vampira volvió a jadear, desesperada, cuando le apretó aun más su cuello.

—¡Becali!

Ileana apareció frente a él en un parpadeo.

—Dejala ir.

Razvan hizo caso omiso a sus palabras.

—Becali...—la general suspiró y posó una mano en el hombro del vampiro—. Sabes que no vale la pena.

Razvan chasqueó la lengua, disgustado y la soltó. Crina cayó de rodillas al suelo, se llevó las manos al cuello y tosió exasperada.

—Si vuelvo a verte cerca de los invitados de la reina, te mataré —murmuró Razvan con desprecio.

—Crina, deberías retirarte —añadió su hermana.

La vampira carraspeó, se puso de pie y contempló a su hermana con desdén.

—Eres patética. ¿Realmente vas a proteger a estos humanos? ¿Desde cuando dejamos que una especie inferior ingrese a nuestro castillo?

—Son invitados de la reina y no eres nadie para cuestionar su decisión —replicó Ileana sin inmutarse.

—Y así de fácil vuelves a ella, como un perro con la cola entre las piernas. ¿Qué tan bajo puedes caer?

La general alzó el rostro con fastidio.

Corrompiendo tu alma negra: sombras del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora