Capítulo 42: La batalla final, parte I

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La risa que inundó el ambiente tenía un tono grave y desgarrador que rompió el silencio con una cacofonía de maldad. A medida que Vladimir se regocijó en cada nosfertu que destruyó, su carcajada se volvió más intensa y desquiciada, llegando a niveles casi inhumanos. Era un sonido que heló la sangre de los magos y brujas, provocando un miedo primitivo en sus cuerpos.

Solo Razvan y Ileana parecían regocijarse ante aquel son y sus pechos se inflaron de un entusiasmo depredador, pues aquella risa enloquecida era un símbolo de la oscuridad interior del rey de los vampiros, que reveló su naturaleza depravada y su falta de remordimiento.

—Es evidente su falta de humanidad —susurró Dumbledore, horrorizado.

—Por algo Valerie le teme la oscuridad que emana de él —le respondió Abraxas susurrando y sosteniendo su varita con fuerza.

—¿Qué tanta oscuridad realmente debió haber absorbido ella estando a su lado? —se preguntó Dumbledore en voz alta.

Fue entonces, cuando el remolino de fuego comenzó a disiparse, que los presentes contemplaron incrédulos como una figura descendió del cielo.

Unas alas hechas de llamas vivas se desplegaron majestuosamente, bañando el entorno con una intensa luminosidad dorada y naranja, mientras la figura se deslizó con elegancia a través del aire iluminando los cimientos de Stonehege a su paso. Los magos y brujas quedaron hipnotizados por el espectáculo. Observaron como la silueta aterrizó con suavidad, tocando el suelo con una destreza y ligereza que desafiaban las leyes de gravedad.

Llamas danzaron a su alrededor mientras que el fuego que emanaba de sus alas comenzó a desvanecerse gradualmente, revelando los rasgos de Valerie, con su mirada cargada en una determinación cautivadora.

Ileana y Razvan se arrodillaron inmediatamente al contemplarla, maravillados por su majestuosidad y como despertó una mezcla de esperanza y temor en sus corazones. Estaban presenciado la llegada de la gran reina de los vampiros, quien no dudó en abalanzarse contra los nosferatus que quedaban en pie.

***

Riddle observó como Valerie, tras acabar con casi todas las bestias que se cruzaron en su camino, se detuvo para mirar a Vladimir.

El pecho del mago se tensó al notar que los ojos de la vampira se colmaron de adoración hacia el rey de los vampiros.

Era como si el lanzo de sangre que los unía se entrelazara con el éxtasis que sintió al verlo triunfar sobre sus si admirara el poderío y la ferocidad del vampiro, mientras sus carcajadas llenaban el aire con una melodía siniestra y cautivadora.

¿Acaso la risa de Vladimir alimentaba aquel vinculo enraizado en el amor y la oscuridad de su naturaleza inmortal?

***

Valerie tragó en seco cuando su cuerpo experimentó un morboso deleite. Sus venas parecieron latir con un deseo exacerbado y sintió un éxtasis con cada risa que resonó en el aire. Quiso negarlo, pero aquella oscuridad que emanaba de Vladimir parecía encerrarla, acariciarla y esperarla con los brazos abiertos. La aguardaba para que aceptara que era parte de ella, pues el poder del vampiro y su capacidad de aniquilar a sus enemigos hicieron que su cuerpo vibrara en una mezcla de excitación y temor.

Fue entonces que no pudo evitarlo, a medida que Vladimir se deleitó en la carnicería de los caídos, la vampira se unió a su risa desquiciada, poniéndole la piel de gallina a sus amigos. Las carcajadas de ambos retumbaron en sus gargantas en una sinfonía macabra que expresó su unión en la oscuridad y la sangre.

Fue una escena donde ambos se entrelazaron en una danza maldita. Valerie se encontró fascinada en la risa enloquecida de vampiro, en su capacidad de someter al enemigo y acabar con ellos en una ferocidad implacable. El vinculo que los unía se manifestó en ella en una retorcida adoración, donde se encontraba su placer escondido por la destrucción y el dominio.

Corrompiendo tu alma negra: sombras del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora