Capítulo 38: La primera batalla, parte III

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El maleficio asesino voló por los aires, con su característico resplandor verdoso, y el cuerpo de Lucius Malfoy se derrumbó sin vida en el suelo.

Detrás de Abraxas y Albus, entremedio del caos y el humo, emergió la imponente figura de Tom Marvolo Riddle con su varita alzada y su mirada cargada en determinación.

—Nos salvaste... —murmuró Abraxas anonadado cuando el mago estuvo frente a ellos.

—No pueden morir.

Albus abrió la boca.

—¡He dicho que no pueden morir! —bramó Riddle antes de que pudiera hablar. Apretó el agarre sobre su varita hasta que sus nudillos se tornaron blancos—. Ella ya perdió a Walburga, no dejaré que pierda a nadie más.

La seguridad en sus palabras y el aura de poder que su cuerpo desprendió no dieron espacio a replicas, después de todo, Abraxas y Albus sabían que tenían ante si mismos a uno de los magos más prodigiosos y poderosos de los últimos tiempos.

***

Su acelerada respiración hizo que su mente se nublara por la ansiedad. Su entorno era un caos y el enemigo era tan impredecible como poderoso, aun que eso ya le había quedado claro. Si bien ahora contaban con la presencia de Ileana como apoyo, la cual dejó en claro por qué había sido nombrada general, enfrentar a un ejercito de nosferatus no era una tarea nada sencilla.

Hermione se humedeció sus resecos labios y trató de calmar su mente para pensar con claridad. Su mirada vagó por el lugar y recayó sobre el ataúd de Walburga. ¿Cómo era posible que se encontrara intacto?

El encantamiento de protección, recordó, aquel que Dumbledore había realizado antes de iniciar la ceremonia. Al menos, dentro del caos, el cuerpo de Walburga estaría a salvo, pensó aliviada.

Repentinamente, una risa maliciosa resonó tras ella.

—Miren lo que tenemos aquí... La sangre sucia...

La bruja se giró sorprendida, encontrandose con el ex mortifago y ahora vampiro Macnair, el cual le dedicó una despiadada sonrisa.

—¿Algunas últimas palabras? —se burló.

Hermione tensó la mandíbula y se abstuvo de responder, sopesando su siguiente acción con cuidado, pero en un movimiento veloz Macnair se acercó a ella, la sujetó del cuello y la lanzó contra un grueso árbol.

El cuerpo de la bruja se quedó sin aire ante el fuerte impacto y se desplomó contra el suelo. Intentó mantener los ojos abiertos, pese al dolor que invadió cada una de sus extremidades.

—Haré de tu muerte algo lento y tortuoso ¿te parece? —se burló el ex mortifago.

Hermione tragó en seco, asustada, sin tener la capacidad de poder defenderse.

Macnair caminó lentamente, como lo haria un depredador rodeando su presa, a sabiendas que ella no tenía cómo escapar, cuando inesperadamente una lluvia de cuchillos cruzó el cielo y cayó sobre el vampiro.

El ex mortifago aulló de dolor.

—¡Ptichka!

Dolohov corrió hacia Hermione con su varita en alto y el semblante crispado por la preocupación.

—Antonin... —susurró ella aliviada, todavía tirada en el piso.

Nunca pensó que verla en ese estado provocaría que su cuerpo hirviera en rabia. Antonin sintió como su magia se retorció dentro de él, dispuesta a arrasar contra lo que fuera.

—¡DOLOHOV! —bramó furioso el vampiro. Se arrancó algunos cuchillos del pecho y se abalanzó contra él.

La magia del mago explotó, una fuerte ráfaga de viento los rodeó y cuerdas se enroscaron en las extremidades del vampiro, inmovilizándolo.

Corrompiendo tu alma negra: sombras del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora