Capítulo 20: El arribo del rey

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— Vladimir — susurró Valerie y no pudo evitar pronunciar su nombre con inmenso alivio.

Estudió el rostro del rey de los vampiros con atención, agradecida y sorprendida de su llegada, cuando de pronto él clavó sus orbes rojas sobre sus facciones.

Fue entonces que la vampira recordó por qué tenerlo a su lado podía significar protección como destrucción. Ya que, sin importar quien fuera el enemigo, él mataría a cualquiera en nombre suyo. Y, aun cuando sus manos podían llegar a estar marcadas por el asesinato y bañadas en sangre, ella confiaba plenamente en ellas.

— ¿Dónde mierda está Razvan? — gruñió de Vladimir, iracundo.

Valerie tragó en seco, incomoda y cansada. Estaba por responder cuando las facciones del vampiro se relajaron súbitamente, se arrodilló y con suavidad acarició su rostro estudiándolo con intensidad.

— ¿Estás bien, mi pequeña?

La vampira, nerviosa, solo pudo asentir levemente ante la penetrante mirada con la que Vladimir la examinó y la ternura de su tacto contra su piel.

Riddle observó la escena con los puños apretados, mientras que en su interior sus sentimientos y su lógica batallaban entre si. Tenía más que claro que Vladimir poseía un poder diferente al suyo y conocía mejor como hacerle frente a las criaturas con las que había peleado hace pocos minutos, por lo que su llegada era un hecho beneficioso para enfrentar al enemigo. Sin embargo, no podía reprimir el desagrado que burbujeaba en su pecho cada vez que el vampiro estaba cerca de Valerie. No confiaba en sus acciones, pero sabía, muy a su pesar, que él no dañaría a la vampira.

Si bien Valerie siempre parecía reacia a estar cerca del vampiro, lo cual le alegraba, no soportaba ver el cariño, la preocupación y la devoción con que Vladimir la trataba, como si fuera lo único que le importara en el mundo. Y con cada interacción que ambos tenían se había percatado que algo emergía entre ellos, una especie de lazo que los unía y se fortalecía cada vez más del cual emanaba un aura de gloriso poder.

No pudo evitar cuestionarse: ¿habían tenido ellos una conexión semejante? ¿Valerie había sentido algo tan profundo por él como lo hacía Vladimir? Tal vez ya era muy tarde para averiguarlo...

— ¡Mira cuantos perros falderos tiene esa mujer! — bramó de pronto Lucius Malfoy con una fuerte carcajada.

Vladimir despegó su vista sobre la vampira y se puso de pie con lentitud. Sus facciones cambiaron abruptamente y estudió con desprecio a las criaturas restantes, para luego posar su mirada en el grupo de ex mortifagos, ahora vampiros, y los dos licántropos. El aura de supremacía que brotó de él hizo que Lucius dejara de sonreír.

— Magos convertidos en vampiros y perros liderando nosferatus... Asumo que vuestro ejercito fue creado a partir de los humanos y magos desaparecidos — no esperó que alguien contestara su pregunta y chasqueó la lengua con disgusto. — Azriel debe estar más desesperado de lo que creí...

— ¿Y este quién se supone que es? — siseó Avery con fastidio.

— Otro perro con correa ¿no lo ves? — se burló Lucius intentando esconder el temor que lo invadió ante la presencia del rey de los vampiros.

Donovan les lanzó una mirada asesina en un vano intento para que cerraran la boca, pero los dos vampiros no se percataron de ello.

Vladimir mantuvo el semblante serio y se limitó a decir — Han cometido un gran error...

— ¡Tu eres el que no debió haber venido! — se mofó Avery interrumpiéndolo.

— Nunca debieron haber tocado a mi mujer — continuó Vladimir haciendo como si no lo hubiera escuchado.

Corrompiendo tu alma negra: sombras del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora