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Suspiro mezclando la masa con desesperación, y aún así no queda. Mierda. Cada año mi abuela y yo hacemos la rosca de reyes, y este año no será la excepción, además Esteph ama está receta y le prometí que lo haría y que estaría para la cena, además invite a Dimitri.

- ¿Qué falta? - suspiro. Mirando la mesa llena de harina, hago la masa mal hecha a un lado. Tomo de nuevo los ingredientes tratando de hacer otra. - Ralladura de naranja. - susurro rallando la cáscara de la naranja.

Sollozo sintiendo las lágrimas caer por mis mejillas, después de 4 intentos, no queda. Mi celular suena recibiendo una llamada y contesto.

- ¿Bueno? - hablo en un hilo de voz.

- Ángel... ¿Estás bien? - niego llorando como Magdalena. Ni siquiera puede verme. - Tranquilízate...

- No me sale la receta de la abuela. - sollozo. - le prometí a Esteph que haría la rosca y no puedo hacerla. - chillo. - Se me ha terminado la harina. - sorbo mi nariz.

- Ángel, tranquila... está bien, yo lo arreglaré. - niego.

- No es lo mismo, la receta de mi abuela es especial y la más rica. - me niego.

- Nadie se dará cuenta, ¿Ok?

- Ok. - susurro. - No tardes, llegarán pronto.

- No tardaré. - nos despedimos.

Limpio la mesa tirando todo a la basura con decepción, me quitó el mandil y tomo una ducha caliente tratando de relajarme, apenas salgo me arreglo y escucho el timbre sonar. Me apresuro a abrir la puerta, Dimitri lleva dos roscas en mano, lo hago pasar.

- Huele delicioso. - digo pues parece que están recién hechas. - ¿Dónde las compraste?

- En una cafetería. - alza los hombros. - la favorita de Giorgio en realidad, es como todo hecho en casa y eso. - asiento oliendo la deliciosa rosca, la saco de su caja y la coloco en un plato grande.

- Perfecto, pasará desapercibido. - sonrío y este ríe de mí. - Ojalá hubiera podido hacer la rosca para que la probaras, es exquisita Dimi.

- Dimi. - sonríe dándose cuenta de cómo lo he vuelto a llamar.

- Como sea. - me siento sonrojar, él se acerca a mi y me da un beso en los labios tomándome desprevenida. Tocan el timbre de la puerta y me separo avergonzada, Esteph entra a casa con Giorgio detrás.

- Hola... ¡Ay huele riquísimo! - se acerca a la rosca. - Giorgio, Eva hace la mejor rosca que he probado en el mundo. - lo llama, Dimi me guiña haciéndome sonreír, pues ha cumplido el objetivo.

- Huele familiar. - dice Giorgio y Dimi carraspea.

- Es hora de comer. - anuncio evitando los comentarios de Giorgio, voy por los platos y siento que detrás de mí habla Gio.

- Eres una tramposa. - ríe.

- Calla. - susurro empujándolo suavemente haciéndolo reír más.

- Si no conocen la tradición, especialmente tú. - Esteph señala al ruso. - Si te sale una figurita quiere decir que harás tamales. - río acercándome a ellos colocando los platos.

Todos partimos un trozo de rosca y la única que sacó la figurita fui yo y Gio. Esteph y yo nos dirigimos al sofá mientras tomamos vino que nos obsequio Gio.

- ¿Cómo estás? - pregunta confundiéndome. ¿Cómo que cómo estoy? - Ya sabes... Regresaremos a México en una semana más, no hemos empacado nada y...

- Estoy bien. - asiento y ella me imita. Me fijo en Giorgio y Dimitri quienes están en la cocina. - Ya quiero ver a mi familia.

- No te merecen. - murmura dejándome escucharla. - No entiendo...

PHOENIXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora