11. Jude

412 24 10
                                    

Lily suspiró con cansancio. A pesar de que ese día habían tenido poca clientela, lo que acababa de pasar la había dejado agotada. Sólo quería comer algo, darse una buena ducha e irse a dormir.

No, no lo quería solamente. Lo necesitaba.

Su abuela apareció en el umbral de la puerta trasera y le obsequió una sonrisa. Pero cuando vio la expresión de su nieta, la sonrisa se esfumó.

—¿Sucede algo, querida? —le preguntó con preocupación—. ¿Ha pasado algo grave?

Lily suspiró.

—No te imaginas cuánto, abue. Tengo mucho que contarte.

—Tú dirás —invitó su abuela con curiosidad.

Lily abrió la boca, pero no pudo decir nada. De repente el local fue sacudido violentamente. La puerta y las ventanas delanteras estallaron. Todos los objetos de la habitación explotaron en mil pedazos. Trozos de vidrio volaron por todas partes.

—¡Escóndete! —gritó la abuela, empujando a Lily contra el mostrador. La chica se agachó tras él, con un ataque de pánico. Cerró los ojos con fuerza, intentando no permitir que el miedo la dominara. Pero le fue imposible.

Cuando abrió los ojos, su abuela yacía a poca distancia de ella, con los ojos completamente abiertos y el pecho inmóvil.

—¿Abuela?

Su abuela no le contestó. Los fragmentos de vidrios seguían cayendo de todas partes. Había frascos, cajas, paquetes, todo roto y dispersado por el suelo. Y eso que era lo poco que alcanzaba a ver, oculta como estaba tras el mostrador.

Quiso levantar la cabeza y ver quién había causado tanto revuelo, pero no se atrevió. Lily era tímida, era cobarde.

Se arrastró hacia su abuela, intentando no quedar a la vista. Apoyó la mano en el suelo, y contra la palma se le incrustó un trozo de vidrio. Hizo un gesto de dolor, pero siguió avanzando.

—¿Abuela? —repitió. Logró llegar junto al cuerpo inerte de la mujer y la sacudió un poco—. ¡Abuela! —exclamó. Aplicó una oreja contra la nariz de su abuela. Nada indicaba que estuviera respirando.

Con creciente desesperación, Lily tomó la muñeca de su abuela e intentó comprobar el pulso. Pero no, simplemente no había pulso.

—¡Abuela! —sollozó. El pecho le subía y bajaba cada vez más rápido, se estaba hiperventilando. —¡ABUELA!

Nada podía hacer. Por más que gritara, llorara o maldijera.

Su abuela estaba muerta.

Lily se secó los ojos y apretó los dientes. Se levantó con decisión, y se giró.

—Muy bien —dijo entre dientes—. ¿Qué quieres de mí?

***

Katheryn subió al coche, al asiento del copiloto, y Elliot a su lado. Ambos soltaron un suspiro.

—Conque... Haravern de vuelta, eh —soltó Katheryn de golpe.

Elliot encendió el coche. El motor empezó a ronronear suavemente.

—Preferiría pegarme un tiro antes que volver a ese asqueroso lugar —resopló con desprecio—. El idiota que nos está causando este lío las va a pagar muy caras.

Katheryn rechinó los dientes.

—Vámonos de una vez. Quiero llegar a casa y reflexionar en la estupidez que tenemos que hacer.

Elliot pisó el acelerador y el auto salió disparado a toda velocidad.

No obstante, no habían hecho cinco cuadras cuando Katheryn pegó un grito y se aferró al tapizado del asiento con las uñas.

Relaciones peligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora