Katheryn
Otra vez ese asqueroso saco en mi cabeza, Dios. Era horrible. Seguro estaba lleno de gérmenes, dagh.
Nos llevaban por lo que sentía que era un amplio corredor —por el sonido de nuestros pasos que reverberaba en las paredes—, con un saco en la cabeza y las manos atadas a la espalda, con la cuerda tan apretada que se me incrustaba en la carne. No sabía dónde estaban los Lycans, aunque no era mi principal prioridad; pero ese morocho loquito había dicho que se los llevaran al calabozo, lo que no me hacía saltar precisamente de alegría. Me preocupaba un poco por ellos, por Alex, Rachel, James, Sasha, Sebastien; sobre todo por Jared, que estaba herido. Pero más importante era saber a dónde nos llevaban. Sentía a Elliot cerca mío, lo que me tranquilizaba.
Vamos, Kat. Sígueles el juego y pronto podrás patear sus traseros.
¿Y este tipo, Vladimir, quién sería? El morocho ése vestido de mozo había pronunciado su nombre con cierto respeto. No sabía quién era, pero pronto lo averiguaría.
Doblamos más veces de las que pueda recordar. Por suerte estábamos de pie, nos guiaban tomándonos del brazo. No era como habían hecho con Rachel y Sebastien, llevándolos colgados de un hombro y manoseándoles el culo. No iba a permitir que me hicieran eso a mí, y si intentaban algo parecido con Elliot, el resultado estaba cantado: el que lo intentara acabaría destripado, más o menos.
Así caminamos como diez minutos hasta que escuché que se abrían unas puertas —bastante grandes, al parecer— y nos hicieron pasar a un recinto más iluminado. Nos empujaron dentro, y los hombros de Elliot chocaron con los míos. El contacto físico con él me hizo sentir más segura, me recordaba que él estaba ahí conmigo, como siempre.
Nos sacaron las capuchas, pero no nos desataron, y nos empujaron hacia delante.
Hice un gesto de fastidio y entonces abrí los ojos.
Nos encontrábamos en un lugar espacioso, con el techo muy alto. Pero todo era oscuro: las paredes eran de un gris opaco, sin brillo; las columnas que sostenían el techo estaban pintadas de negro. Tenía un aspecto tan lúgubre como cualquier otro lugar del castillo.
Frente a nosotros, se extendía una alfombra rojo sangre que llevaba a un trono de color negro. El piso era de baldosas de mármol pulido color gris brillante.
En el trono estaba sentado un hombre, que al vernos se levantó. Su porte era majestuoso. Tenía el pelo negro color azabache y ojos amarillos, que nos examinaron con frialdad. Su tez era igual o más pálida que la mía. Era muy alto y muy delgado. Vestía completamente de negro, llevaba un traje elegante.
Nos miró atentamente y luego detrás nuestro.
—¿Y éstos quiénes son? —bramó, y yo me giré. El morocho loquito, ese vestido de mozo, estaba detrás nuestro. Me miró por un segundo, hizo una reverencia y contestó:
—Extranjeros, milord. Los encontramos espiando en los alrededores del castillo. Estaban en compañía de... Lycans. —Pronunció esa palabra con desprecio.
El hombre nos fulminó con la mirada, intentando intimidarnos, pero yo la sostuve. Habríamos quedado así todo el día de no ser por el morocho, que carraspeó creyéndose en la obligación de decir algo.
—Les presento a lord Vladimir, el más poderoso vampiro que existe, y nuestro líder. Arrodíllense en su presencia.
—No me arrodillaré en presencia de este tipo ni de nadie —gruñí.
El morocho me miró con mala cara y se me acercó, dándome un golpe en el trasero. Reaccioné violentamente, haciendo fuerza con mis manos; la cuerda que las ataba se rompió y le di un puñetazo al tipo en plena cara. Éste se tambaleó hacia atrás, tapándose la cara con las manos.
Escuché una carcajada detrás mío y vi a Vladimir riéndose.
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Relaciones peligrosas
Fantasy¿Qué pasaría si tu mundo se estuviera derrumbando y la única posibilidad de salvarlo sería aliándote con tu peor enemigo? Ésta es la historia de Rachel, una joven de 16 años, y de Kat, una chica de "17". El mundo está en peligro, y ellas harán lo im...