Katheryn
Thadeus nos llevó hacia una puerta que estaba a la derecha, que yo no había visto antes. Daba a una pequeña salita, que él atravesó sin siquiera dudarlo. Nos dirigimos a otra puerta, y ésta vez, al entrar, Thadeus se detuvo junto al umbral con una sonrisa.
Entramos.
—¡Vaya! —exclamé pasmada.
La habitación tendría, como mínimo, treinta metros de altura. En todas las paredes había estanterías repletas de libros, salvo en una, en la que había una chimenea con el fuego encendido. También había estanterías allí, pero en lo alto. La habitación era larguísima, y muy ancha también.
Había amplios y cómodos sillones distribuidos a lo largo de la habitación, en los que Jared y James se tiraron de cabeza.
—Bienvenidos a mi humilde biblioteca —anunció Thadeus.
Sebastien lo miró incrédulo.
—¿Humilde? Debes estar bromeando. ¡Esto es más grande que mi casa entera!
—Tiene razón —lo apoyó Rachel con una semi sonrisa.
—¿Perdón? —refunfuñó el rubio, volviéndose hacia ella—. ¿Qué haces?
—Te ayudo a denigrarte, a ti y a tu casa, ¿por qué?, ¿tienes algún problema? —replicó Rachel, e ignoró la respuesta de su amigo avanzando a grandes pasos y dejándolo muy atrás.
La seguí, y de pronto vi algo que me llamó la atención. Me acerqué a ver y quedé hipnotizada.
— Thadeus, ¿qué es esto? —pregunté girándome hacia él, con el ceño fruncido.
—Lord Thadeus —me corrigió su ayudante, Adam.
—Tú cierra la boca.
Thadeus emitió una leve carcajada y luego se me acercó. Estábamos ante una mesa redonda, cubierta por un escudo protector de color celeste brillante, con forma semi esférica, como si la hubieran cortado a la mitad. ¿Alguna vez han visto la película de los Simpsons? Bien, esto se parecía a la ciudad de Springfield cubierta por ese domo gigante, sólo que en vez de ciudad había una enorme masa de tierra, con agua rodeándola completamente y pequeñas islas a su alrededor. Al principio pensé que se trataba de algún continente de la Tierra, pero luego caí en la cuenta de que ninguno luce así.
¿Cómo describirla? Imposible, pero haré lo que pueda. El gran continente estaba dividido por líneas de color violeta, y se fragmentaba en cinco grandes partes. Supuse que esto marcaría los límites, como si fueran países. Uno de estos territorios estaba dividido a su vez, pero las líneas eran de color rojo, y lo separaban en cuatro: norte, sur, este y oeste.
Miré con aire indagatorio a Thadeus. Él se rió con su potente voz y me palmeó la espalda casi paternalmente. Me quedé desconcertada, parecía que yo le era familiar y no supe por qué.
—No lo reconoces, ¿verdad? —Los demás, curiosos, se nos acercaron. Incluso los gemelos, Rachel, que estaba inspeccionando un manual de cocina y Alex, que hojeaba un libro sobre la sanación.
Elliot se puso a mi lado y arrugó el entrecejo.
—Norte, sur, este y oeste —Thadeus señaló metiendo la mano a través del escudo protector, que se deshizo y se rehízo cuando él sacó el brazo—. Vamos, no es tan difícil.
—¡Es Haravern! —exclamó Rachel, que se había metido a curiosear entre Elliot y yo.
La miré sorprendida.
—¿Cómo lo dedujiste?
Se encogió de hombros.
—Bueno, es bastante obvio, ¿no? El Castillo Negro, del territorio de los vampiros, aquí, en el extremo sudoeste. Los campamentos de los Lycans exiliados aquí, junto al límite. El territorio de magos... —Thadeus carraspeó, y ella se apresuró a añadir—... y Hechiceros, dividido en cuatro, tal como nos dijeron. Y el castillo donde estamos ahora, en el que está nevando —concluyó con una sonrisa—. ¿No te diste cuenta?
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Relaciones peligrosas
Fantasy¿Qué pasaría si tu mundo se estuviera derrumbando y la única posibilidad de salvarlo sería aliándote con tu peor enemigo? Ésta es la historia de Rachel, una joven de 16 años, y de Kat, una chica de "17". El mundo está en peligro, y ellas harán lo im...