Katheryn
Sonrió como si le resultase gracioso. Tal vez tenía retraso mental.
—Sí, soy yo, Kat. ¿Por qué? Me sorprende que no lo hubieras adivinado antes, con lo inteligente que eres.
La sangre me hirvió en las venas.
—Verás —continuó—. No tenía intenciones de venir aquí hasta que todos mis hombres hubieran pasado, pero alguien se robó mi barco, así que tuve que venir antes de lo previsto. Y agradezco que uno de mis centinelas hubiera escapado al ataque de tus amiguitos, en el puente, porque de lo contrario, nadie me habría avisado de que había intrusos. —Carraspeó—. Pero, por lo que veo, Jakob ya se ha estado ocupando de ustedes.
— ¿Jakob qué? ¿Y a ese quién lo conoce? —repliqué en tono irónico.
—Jakob solamente, gracias. No hace falta ni el señor ni el usted —dijo la mala versión de la Llorona, apareciendo por detrás de Vladimir.
—Jakob, ve y diles a los demás que se apresuren, ya casi hemos terminado —ordenó Vladimir; el demonio asintió con un gesto de la cabeza y se alejó deslizándose.
—¿Cómo te atreves a hablarle así? —dije—. Es decir, ¡es un demonio!
Me sonrió.
—Soy el líder de los vampiros, Kat. Tengo ciertos derechos. —Dio un paso hacia adelante, y nosotros retrocedimos otro tanto—. Pero ahora iré directo al grano. Tengo algo que proponerles que tal vez les interese.
—No hay nada que tú tengas que nos pueda interesar —gruñó Elliot con esfuerzo, y se acomodó para poder sostenerse mejor en mí.
—Sólo tu culo, para que yo pueda patearlo —añadí.
Se rió como si en verdad hubiera sido divertido. Sí, definitivamente tiene problemas.
—Eres tan parecida a tu padre, Kat.
Mi corazón dejó de latir.
—¿Mi padre? Tú no sabes nada de mi padre —dije con voz inexpresiva, temiendo traicionarme.
"Y yo tampoco sé nada", podría haber agregado. Y era verdad. Yo no sabía absolutamente nada de mi padre, y tampoco de mi madre. Una de las mayores incógnitas de mi vida es ésa, mi familia y mi infancia. Apenas sé el año en que nací, 1389, y eso porque lo anoté, el único dato que tengo sobre mí. Porque tampoco sé si realmente me llamo Katheryn. ¿Cómo sabía que ése era mi nombre, y no era, por ejemplo... Enriqueta, Pancrasia, Tiffany o lo que sea? ¿Cómo sabía que mi apellido era Kane? La verdad no tenía ni idea. No tengo ningún recuerdo de mi niñez, ni sé qué día cumplo años, tampoco recuerdo ni un solo rasgo físico de mis padres, absolutamente nada. Es como si me hubieran borrado la memoria completamente. Tampoco recuerdo momentos importantes como, por ejemplo, cuando tomé la decisión de hacerme inmortal, y qué me llevó a ello. Pero bueno. Si no hay padres, hay un Elliot.
Ya no pienso en esas cosas con frecuencia. Es decir, tengo a Elliot. Es lo único que necesito. Hace de padre y hermano al mismo tiempo, responsable y divertido. Aunque sea mi primo. Pero no importa. Es la única familia que me queda. Y a pesar de que a veces piense en mis padres, no siento nada. No los extraño. No se puede echar en falta algo que jamás tuviste.
(Interrumpimos la narración por fallas técnicas, Katheryn tiene sentimientos, sepan disculpar las molestias).
Como estaba diciendo...
Vladimir volvió a reír. Vamos, ¿qué le pasa? Seguramente había inhalado un tanque entero de gas de la risa.
—Por el contrario, sé bastante sobre tu padre. Y te puedo decir bastante. Por ejemplo, te puedo decir que se llamaba Evan Kane, que era un hombre valiente y testarudo, que dio su vida para salvar a su familia. Te puedo decir que se enamoró de una mujer que le estaba prohibida, con quien huyó y formó familia. Una hija, una sola. —Hizo una pausa. A todo esto, Elliot y yo estábamos sin hablar, sólo escuchando. El rostro de Elliot expresaba poca convicción, y me miró como "¿Y si lo matamos de una vez?". Negué con la cabeza, tenía que escuchar el resto de la historia. Vladimir no estaba mintiendo, lo sabía—. Pero un día, los lycans atacaron su hogar, enviados por alguien superior. Mientras su esposa e hija (de sólo cuatro años) escapaban, él se quedó a distraer a los Lycans, que lo devoraron mientras su casa ardía en llamas... —Tragó saliva y me miró directamente a los ojos—. Un acto valiente, pero estúpido. —Cállate —gruñó Elliot, y dio un paso adelante como para protegerme. Me aferré a su brazo. Parecía como si, repentinamente, los papeles se hubieran invertido. Él estaba en pose desafiante y protectora, mientras yo me sentía débil y tan agotada como si hubiera corrido un maratón.
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Relaciones peligrosas
Fantasy¿Qué pasaría si tu mundo se estuviera derrumbando y la única posibilidad de salvarlo sería aliándote con tu peor enemigo? Ésta es la historia de Rachel, una joven de 16 años, y de Kat, una chica de "17". El mundo está en peligro, y ellas harán lo im...