30. Noche de chicas

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Elliot

Toc, toc.

Sí, tal vez es una forma demasiado idiota de empezar. Podría haber dicho que, después de encontrar a un marinero entre toda la puta tripulación que sabía manejar el barco, lo puse como mi reemplazo y bajé a los camarotes buscando a mi prima. Podría haber dicho que, después de buscar en todos los camarotes, y haber entrando en sitios en los que realmente NO era aconsejable entrar, me topé con el camarote de Rachel y Lily.

— ¿Y Kat? —les pregunté.

—Katheryn no está aquí —respondió Rachel. Lily se quedó mirándome como si la hubiera sorprendido desnuda, o masturbándose con una foto de Sebastien, no sé. Es decir, soy sexy, pero no hace falta babear.

Creo que el tema de la masturbación me ha perturbado demasiado.

Elevé las cejas.

— ¿Katheryn? ¿Por qué tan formal? ¿Qué sigue? ¿"Señorita Kane"?

Ella me miró con irritación.

—Ella me ha prohibido decirle Kat.

—Supongo que el primer día de clases. —Asintió—. Qué típico.

—Algún día sabré lo que se siente decirle Kat sin que me mire con ganas de estrangularme —suspiró cerrando los ojos, como si fuera su más grande anhelo.

Okay...

Salí del camarote y me dirigí al más próximo.

— ¿Y Kat...? —comencé al ver que sólo estaban Sasha y los gemelos.

Sasha ni me miró. Maldito perro engreído.

—Probablemente está revolcándose con Alex —sugirió uno de los gemelos.

¡¿QUÉ?!

—Sí, la oímos gritar que no quería acostarse con él —agregó el otro.

—Mucho me temo que la esté violando —añadió el primero.

—Así que yo que tú...

— ¿De veras creen que Katheryn le permitiría a Alex que le toque un pelo siquiera? —sonó la voz de Sasha desde su cama.

— ¿Acaso sabes en qué clase de fiera se convierte Alex en la cama? —preguntó uno de los gemelos.

—No, ¿tú?

Cerré la puerta de un golpe, evitando oír la respuesta del chico. Negando con la cabeza, me dirigí al último camarote.

Levanté la mano, pero me detuve de pronto y pegué la oreja a la puerta. Se oían ruidos raros, cosas que se caían, gruñidos, parecía como si hubiera un grupo de mapaches peleándose ahí adentro.

Entonces golpeé la puerta.

Los ruidos cesaron. Pero de pronto se escuchó uno fuerte, como si hubieran tirado algo pesado al suelo. Entonces se escuchó la voz de Kat.

— ¡Adelante!

Temiendo por lo que iba a encontrar, abrí la puerta despacio.

Lo primero que vi fue algo tirado en el suelo. No, no era algo, era alguien y parecía medio muerto. Era Alex, tendido en el suelo. Sentada en el borde de una de las literas, en la cama de arriba, estaba Kat, balanceando las piernas.

—Oh, no. —Entré en pánico cuando, al patear un brazo de Alex, éste no se movió—. Kat, por favor, dime que no lo mataste.

—Aw, te preocupas por tu novio, marica reprimido —contestó ella con una sonrisa.

Relaciones peligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora